De camino rural a eje de un barrio centenario

La calle de Antonio Leyva discurre por una zona antaño repleta de huertas y torres de labor. Mosén Manuel Oliver comenzó a fraguar el nuevo distrito hace justo ahora 100 años.

Las obras de reforma durarán unos ocho meses.
Las obras de reforma durarán unos ocho meses.
Aránzazu Navarro

El pasado 26 de febrero comenzaron las obras para renovar 444 metros de la calle de Antonio Leyva con una inversión de 760.000 euros. Durante la reforma, que durará unos ocho meses, se van a mejorar aceras, pavimentos, alumbrado y redes de vertido. La vía renueva una vez más su imagen, en esta ocasión coincide con el centenario del barrio Oliver, aunque este tramo ya serpenteaba en los mapas antes de la creación de este distrito.

Los orígenes del barrio del cura o del mosén, como al principio se llamó a esta zona, se remontan hacia la segunda década del siglo XX, en unos terrenos entonces ocupados por torres como la de Vara o la del ‘Tío Pequeñico’, y parcelas agrícolas que con el tiempo darían paso a un nuevo trazado urbano.

Su creación se debe a mosén Manuel Oliver Altaván, nacido en la localidad turolense de Cantavieja, quien adquirió varios terrenos para venderlos a precios bajos a los nuevos pobladores que llegaban para trabajar en Zaragoza. Todavía hoy se dice popularmente que aquellas tierras pertenecían a una señora rica que apostó buena parte de sus propiedades en una partida de cartas con mosén Oliver, aunque poco o nada se sabe de este episodio, que ya forma parte de la leyenda.

Lo que sí es probable es que "en 1918, el cura Manuel Oliver compró una finca situada al sur del camino de Borgas (luego calle de Tolstoy y desde 1940 de Antonio Leyva), más allá del final de la ciudad por el oeste y antes de la futura vía de Caminreal. Trazó luego un viario elemental (actuales calles de Newton, Gallart, Séneca, Aranda, Homero, Lope, Lamadrid…) y dividió lo restante en parcelas de 100, 200 y 300 metros cuadrados que vendió por plazos a 2,50 y 1,25 pesetas el metro cuadrado, según fueran regadío o monte", recoge Ramón Betrán, arquitecto municipal y director de Servicios de Planificación, en su trabajo ‘Oliver, algo más que un problema urbanístico’.

A partir de 1922 surgieron nuevas parcelaciones al norte del camino de Borgas y más allá de las vías. "Los primeros vecinos fueron personas instaladas en las graveras próximas, abundando los basureros municipales; más adelante, se les sumó gente recién inmigrada a Zaragoza", añade Betrán. En 1932, abrió sus puertas el colegio Juan José Lorente y en ese mismo año se puso en marcha una línea de autobús para conectar el barrio con el centro de ciudad, que funcionó hasta 1936.

Aguadores y burros

Este tramo siguió siendo un camino como tal, sin asfaltar, durante largo tiempo. "No se pavimentó hasta la década de los 70 y la circulación era de doble dirección –explica Javier Belloc, presidente de la Asociación Cultural y Deportiva Escalerillas–. Antes llegó el abastecimiento de agua, aunque tardó lo suyo porque al principio eran los aguadores quienes la repartían en cubos que transportaban con burros". La cogían directamente de la acequia y de ahí, a las casas. Y así se abastecía el barrio Oliver hasta que se construyó el depósito municipal de agua, en 1956. También en esa década comenzaron a llegar al barrio inmigrantes procedentes de Andalucía y Extremadura que levantaron sus propias casas en terrenos sin urbanizar hasta que en 1954 empezaron a construirse las viviendas de los grupos sindicales Arzobispo Domenech y General Urrutia –hoy Gabriela Mistral–.

Belloc vive en el barrio Oliver desde hace 65 años y recuerda bien aquellos años: "Mi madre vendía periódicos en Los Enlaces desde primera hora de la mañana y a partir de las 8.30 subía para abrir la tienda de novelas y tebeos que teníamos en Antonio Leyva, 63. Ella se llamaba Gabriela pero todo el mundo la conocía como la Gabi. Mis padres comenzaron con aquel negocio en el año 55. Desde entonces "han cambiado muchas cosas –añade–. Han desaparecido comercios de toda la vida que han ido cerrando por jubilaciones y, en los últimos tiempos, también por un ambiente poco favorable para el comercio y la convivencia".

También señala que las grandes superficies tienen mucho que ver con esta tendencia: "Buena parte de los vecinos tienen coche y casi siempre se sale a comprar fuera. La única ferretería que queda se va a cerrar en junio por jubilación".

El rastro de las tiendas y establecimientos del pasado se ha diluido con los años pero aún quedan muestras como "el horno de pan de la familia Torres que antes estuvo en otra calle, Progreso Español, hoy Pilar Aranda", apunta Belloc.

Entre algunos negocios que funcionaron en esta vía, también menciona "el bar Blasco, una vaquería propiedad de la familia del entrenador de fútbol Víctor Fernández, los bares Sanz y Un Dos Tres, Mármoles Garbel, comestibles Rosado, Talleres Lamana, la ferretería de José Palacio, el bar Tívoli, la tienda de confecciones Francisco Ortiz, que hoy regenta su hijo o la tornería de Emilio Falla, el Zorro, que fabricaba un tipo de mesa llamada Reina Ana".

En la actualidad, una de las cuestiones que más preocupan a Belloc es que "en general, no es que el barrio Oliver sea desconocido por los zaragozanos, es que muchos de ellos ni siquiera han pisado jamás sus calles", lamenta.

Al centro de la ciudad con los autobuses Nazar

"En el lugar que hoy ocupa una gran superficie comercial en la carretera de Madrid estaba la fábrica de los autocares Nazar", cuenta el presidente de la Asociación Cultural y Deportiva Escalerillas mientras señala la fotografía que acompaña estas líneas. En ella se aprecia en primer término uno de los autobuses fabricados por la empresa creada por Vicenzo Angelino Gervasio, un napolitano que en 1939 fundó en Zaragoza, en el número 8 de la calle de Ávila, Talleres Nápoles, dedicados a la reparación, soldadura y chapistería en camiones de posguerra. En los 50 construyó su primer autobús con la marca Nazar, contracción de Nápoles y Zaragoza. Talleres Nápoles también se instaló durante un tiempo en la avenida de Madrid, y de sus fábricas salieron camiones y autobuses que recorrieron carreteras de toda España. Belloc recuerda que en la década de los 60 los autocares de Nazar fueron los primeros que comenzaron a circular en el barrio gracias a una línea que "discurría por el Seminario y por caminos, porque por el centro de Zaragoza no le dejaban. Llegaba hasta la plaza del Carmen, detrás del Gran Teatro Fleta. Allí tenía principio y final de parada".

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