Un delirio creativo: el Monasterio de Piedra como fuente de inspiración

Reputados pintores, fotógrafos, escritores y cineastas se han inspirado en los jardines de la familia Muntadas.

'Lectura del Anacreonte' de Francisco Pradilla y Ortiz, con jardines del Monasterio de Piedra.
Un delirio creativo: el Monasterio de Piedra como fuente de inspiración

Es el 21 de diciembre de 1970. Está anocheciendo y Tomás Anglada llega en medio de la tormenta al Monasterio de Piedra. Allí, mientras trata de encontrar respuestas a preguntas sobre su pasado, el protagonista de la nueva novela de Mercedes de Vega se ve envuelto en una especie de ensoñación que le lleva, incluso, a escuchar cómo brotan de entre las piedras los cantos gregorianos de los monjes que ocuparon el lugar durante más de 600 años.

No es casualidad que la autora eligiese esta ubicación para meter a su personaje principal en un túnel del tiempo que confunde realidad y fantasía. De Vega, como tantos otros escritores, pintores, fotógrafos o compositores antes que ella, sintió “una especie de influjo” que la atraía cuando visitó el lugar por primera vez. Ese influjo la ha llevado a volver en varias ocasiones y a convertirlo en uno de los tres escenarios principales en los que se desarrolla su nueva novela ‘Todas las familias felices’, la segunda parte de la saga familiar de los Anglada.

“Es una zona maravillosa. La conocí hace quince años y fue todo un descubrimiento. Estaba en el proceso de idear la novela y me dije a mí misma ‘tengo que hablar de esto, de lo que es y lo que fue'”, cuenta esta socióloga y escritora madrileña.

‘Todas las familias felices‘ vio la luz el pasado mes de marzo, justo el año en el que el Monasterio de Piedra celebra su 800 aniversario, aunque no es ni de lejos la primera vez que este pintoresco lugar ejerce como foco de creación artística o literaria.

En la segunda mitad del siglo XIX el Monasterio de Piedra ya era punto de encuentro habitual de los artistas más influyentes de la época. Reputados pintores, fotógrafos y escritores frecuentaban a menudo la propiedad de la familia Muntadas en busca de inspiración, de modo que sus jardines han protagonizado obras de arte de todos los géneros.

Los pioneros de la fotografía en España como Jean Laurent, Freudenthal o Júdez y Ortiz se cruzaron en sus salones y parajes con paisajistas de la talla de Carlos de Haes o Francisco Pradilla. En esa misma época, reputados compositores como el maestro Chapí y dramaturgos y poetas como Joaquín Dicenta, pasaban largas temporadas entre la quietud de sus vergeles y cascadas cuando necesitaban exiliarse para dar vida a una filigrana musical o escribir una zarzuela.

Allí, de hecho, se fraguó la partitura de Curro Vargas, uno de los títulos más emblemáticos del repertorio lírico español del siglo XIX. Ruperto Chapí se retiró a la casa veraniega de los Muntadas en el verano de 1898 y la compuso en tan solo trece días.

Años antes, el escritor Juan Varela había colaborado con su amigo Federico Muntadas en la difusión de las bondades de su propiedad publicando un extensísimo artículo en el que describía el conjunto que forman sus jardines como “un extraño y poético delirio” donde uno podría imaginarse a los personajes de ‘El sueño de una noche de verano‘ celebrando las bodas de Oberón y Titania. No es de extrañar que semejante alusión atrajese a los espíritus más románticos de todas las disciplinas artísticas.

El Museo del Prado y el Museo de Zaragoza custodian una buena cantidad de pinturas fruto de las estancias de De Haes, Espalter y Rull, Morera y Galicia o Comas Blanco o el mismísimo Pradilla. No en vano, a raíz de las múltiples estancias que allí pasaba el afamado pintor villanovense Francisco Pradilla y Ortiz, la familia propietaria decidió poner su nombre a uno de sus rincones predilectos.

Pero para enamorados de Piedra, Paulo Coelho. El dramaturgo solía pasar largas estancias en este enclave y todavía frecuenta el lugar con asiduidad, según confirman desde el propio complejo. No hay que olvidar que una de sus novelas más conocidas por estas tierras se titula ‘A orillas del río Piedra me senté y lloré‘ (1995). En ella, su protagonista Pilar revive su historia de amor entre los castaños y cascadas del Monasterio.

El Monasterio de Piedra también es la razón de ser de un sinfín de poemas. Entre ellos, este de Gerardo Diego Cendoya. Este poeta perteneciente a la llamada Generación del 27 escribió estos versos en exclusiva para HERALDO en 1956. Ahora, 62 años después, lo recita para nosotros el también poeta y escritor Antón Castro.

'Fábula' poema  de Gerardo Diego leído por Antón Castro


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