Nostalgia y emoción ante la mudanza del Mercado Central

En una jornada con mucha afluencia de clientes, los detallistas se despidieron este sábado y durante un año del Mercado Central.

Los pasillos del Mercado Central estuvieron hasta los topes durante gran parte de la mañana de este sábado.
Los pasillos del Mercado Central estuvieron hasta los topes durante gran parte de la mañana de este sábado.
Oliver Duch

No era un día cualquiera. Este sábado era la última jornada de ventas antes de que las puertas del Mercado Central cerrarán durante un año para afrontar su reforma más ambiciosa desde 1903. Y a casi todos los habituales de la lonja les recorría el gusanillo de la emoción por dejar atrás la vida conocida para empezar una nueva etapa tan incierta como ilusionante.

Los pasillos bullían, como si nadie se lo quisiera perder. "Han venido todos los clientes habituales", comentaba José Luis López Jiménez, un pescatero con 34 años de experiencia en la lonja de Lanuza y a la que los habituales le deseaban suerte en la mudanza.

Hubo visita guiada, mientras una dicharachera animadora recorría los puestos para dar alegría a mañana. Muchos hacían fotos para inmortalizar el momento. "Mi abuelo ya trabajaba aquí en el año 27", decía Valentín Cantalapiedra, que regenta una carnicería junto a su esposa, Esther Pérez.

El traslado y el futuro del mercado marcaba las conversaciones. Latía la división de opiniones entre los propios detallistas, dado que algunos han apostado por la reforma mientras que otros la rechazan. Valentín es de los primeros, aunque avisa de las deficiencias del mercado provisional en el que trabajarán los detallistas a partir del jueves.

Manuel Badía, que empezó a trabajar con 15 años en la lonja, es de los que no continuarán. "Es mucho dinero y esto ha caído mucho", señaló. El jueves abrirá una frutería en Monzalbarba. Carlos del Río expresaba sus dudas: "Sabes dónde coges el tren pero no dónde va a parar. Me quedan siete años para la jubilación, me buscaré la vida".

Entre la clientela había de todo, aunque la mayoría defendía la necesidad de las obras. Era el caso Conchita Lafuente. "Venía al Mercado Central ya con mis padres. Hoy hemos hecho fotografías, da un poco de pena después de tantos años. Pero le hacía falta una reforma", comentó. Pero también había quien no estaba muy a favor. "No me parece bien que quiten puestos, yo lo dejaría así", afirmó Álex Funes.

No era esa la opinión de Julio Artigas y Pilar Marcuello, al frente de otro de los clásicos del mercado, la frutería Furruchagas. Su hija representa la cuarta generación en el puesto. "El proyecto es precioso. Los gremios quedan muy ajustados, van verdaderos profesionales y los bares serán otro aliciente más", dijo.

Como era un día especial, poco antes de las 15.00, la hora de cierre, los detallistas lo quisieron celebrar con una cadena humana entre el Mercado Central y las instalaciones provisionales. Hicieron la ola, se abrazaron, tomaron fotos... Y el presidente de la asociación de detallistas, José Carlos Gran, lanzó un frase al aire para evitar el tono de despedida: "Nos vemos la semana que viene en el nuevo mercado".

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