Javier Laínez: "La muerte de mi hermano fue gratuita y fruto de un odio bestial"

Defiende la figura del fallecido Víctor Laínez, ocurrida en diciembre de 2017 en el bar Tocadiscos, y desmiente que fuera un nazi o llevara navaja, como dice el sospechoso del crimen, Rodrigo Lanza.

El abogado Juan Carlos Macarrón, a la izquierda, junto a Javier Laínez, hermano del fallecido Víctor Laínez.
El abogado Juan Carlos Macarrón, a la izquierda, junto a Javier Laínez, hermano del fallecido Víctor Laínez.
Oliver Duch

"Era mi hermano del alma. Nos llevábamos 22 meses y desde pequeños hacíamos muchas cosas juntos. Ahora todos estamos fatal. Mis padres se están muriendo de pena y yo no me recuperaré en mi vida. Desde entonces no duermo y me he engordado 22 kilos por el estado de ansiedad que tengo". Javier, uno de los tres hermanos de Víctor Laínez, asesinado el 8 de diciembre de 2017 a manos presuntamente de Rodrigo Lanza, salió este miércoles a la palestra para dar a conocer la figura de su hermano y desmentir que fuera "nazi", "legionario" o "falangista".

"Víctor era un hombre muy ilustrado y un gran conversador, que le gustaba estar al cabo de todo para poder hablar con todo el mundo", manifestó. Explica que sí es cierto que le gustaba la Legión por el sentido que tiene del "honor" y que valoraba mucho lo "justo". "Si fuera nazi, como han dicho de él, no hubiera tenido tantos amigos y tan diversos: homosexuales, negros, gitanos, sudamericanos...", añadió.

De hecho, Javier Laínez recuerda que Víctor llevaba 20 años viviendo en la calle del Turco, corazón de la Magdalena, zona en la que se dan cita muchos grupos de jóvenes alternativos y antifascistas. "Le gustaba ir de cañas y tenía un perro que era el que más flamenco sabía de todo el barrio", bromea al recordarlo.

Lo que también es cierto que es que solía ponerse unos tirantes con la bandera de España. "Pero no te pueden matar por llevar unos tirantes con los colores de la bandera de tu país", dice. Porque, al igual que su abogado, Juan Carlos Macarrón, señala que esa es la razón de que en la madrugada del 8 de diciembre de 2017, Víctor Laínez acabara muerto a causa de los golpes recibidos en la cara y en la cabeza por parte de Rodrigo Lanza.

Quien precisamente no residía en la Magdalena, aunque sí trabajaba en un bar de la zona, era Lanza, que tenía su domicilio en Torrero. Pero, paradójicamente, decidió esa noche acercarse a hablar con Laínez –según los testigos– para reprocharle su presencia en el barrio. Fue después de que su amigo Pablo M. le advirtiera, nada más entrar al bar Tocadiscos, en la calle de Antonio Agustín, de que ese "señor mayor, corpulento, calvo y con barba" que estaba en la barra era de "ideología falangista" y se solía mover por otros bares de la Magdalena con tirantes de la bandera de España.

No obstante, según la declaración de Lanza ante la juez, el motivo de que intercambiaran algunas palabras fue que Víctor Laínez le hizo gestos para que se acercara y preguntarle de dónde era y que, al responderle que de Chile, le dijo que "donde estaban los sudacas era en el fondo del mar". Javier Laínez duda de que su hermano respondiera de esta forma precisamente por su manera de ser. "No discriminaba a nadie ni por su indumentaria ni por su raza. Mi hermano estuvo dos años viviendo en Sudamérica"", insistió este miércoles.

Tampoco se cree la afirmación de Lanza de que fuera armado con una navaja. "Nunca ha llevado navaja, no tiene antecedentes de ningún tipo", señaló. "Y si llevaba navaja ¿dónde esta?", pregunta. Añade que ninguna de las personas que estaban en el bar la vieron ni tampoco los sanitarios que asistieron a su hermano ni la Policía que acudió al lugar. "¿Me quiere decir que cuando llegaron a atender una llamada por una agresión en un bar ya sabían quién era el muerto y quién el agresor y decidieron esconder un arma que nadie vio?", plantea. Además, dice que la llevaba en la izquierda cuando Víctor era diestro. A su juicio, Lanza "miente como un bellaco" para defenderse.

"A traición y con alevosía"

"A mi hermano le atacó por la espalda, a traición y con alevosía. Primero lo tiró al suelo pegándole en la cabeza por detrás y luego se le puso encima y le reventó la cara. Cuando fui a verlo al hospital tenía hundidos la nariz, los pómulos y la mandíbula. Todos los golpes los llevaba en la cabeza y en la cara. De cuello para abajo no llevaba nada", relata con dolor. Sin embargo, el agresor no llevaba ningún golpe: "Con semejantes golpes la mano los nudillos los tenía que tener destrozados, pero no era así". A su juicio, el agresor tenía que llevar algún objeto contundente. "Y cuando acabó con él se marchó del bar como el que sale tras tomarse un cortado", añadió.

Para Javier Laínez, el hecho de que los tirantes que vestía esa noche su hermano debajo de una sudadera –y que fueron vistos por los sanitarios y otros testigos cuando agonizaba en el suelo– no se los entregaran con sus objetos personales y se hayan perdido no tiene mayor importancia. "Nos dieron su ropa cortada a jirones y ensangrentada. Lo que pensamos es que los tiraron cuando lo desnudaron para asistirlo y meterlo en la uci", explica. "Pero lo que puedo decir –incide– es que fue una muerte gratuita y fruto de un odio bestial". 

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