Un incesante goteo de adoración

Cientos de personas visitaron ayer al Cristo de la Cama en Santa Isabel. Las Esclavas salieron en procesión pero los sepulcristas no pudieron hacerlo.

Momento en el que entraban ayer las Esclavas a Santa Isabel para rendir culto al Cristo de la Cama.
Un incesante goteo de adoración
José Miguel Marco

Tras un viernes primaveral, el Sábado Santo hizo que los visitantes que transitan durante este puente por la capital aragonesa conocieran el famoso cierzo del valle del Ebro. No obstante, este aire no echó para atrás al gentío que abarrotaba ya desde por la mañana las calles más céntricas. La iglesia de Santa Isabel, el epicentro de la Semana Santa zaragozana, abrió sus puertas a fieles y hermanos para –como es costumbre desde hace años– venerar al Cristo de la Cama. Las paraliturgias, que estrenó la Piedad poco después de que el reloj marcara las 10.00, no pararon durante toda la jornada en incesante goteo en el que participaron todas las cofradías de la ciudad.

El otro foco de atención matutino estaba en la plaza de San Pablo, donde las campanas de las Esclavas de la Congregación de María Santísima de los Dolores anunciaban la salida de la Virgen de la Soledad. Como es costumbre, la talla de Palao salió a la calle de negro sin joyas ni corona. En la mano llevaba su pañuelo blanco, acompañando también la corona de espinas. Las hermanas, con su velo enlutado, caminaron hacia la plaza del Justicia, donde ya les esperaban cientos de fieles que hicieron un pasillo para dejarlas entrar hasta la Real Capilla de Santa Isabel. Tras el acto, la procesión de la Soledad prosiguió hacia la plaza de San Nicolás, no sin antes cantar una copla –previamente incluso se habían oído jotas– frente a la Virgen, para finalmente volver a su sede de canónica en el Gancho ya pasadas las dos de la tarde.

La iglesia de Santa Isabel se convirtió en el altavoz perfecto para los tambores y el resto de instrumentos de las cofradías, como las matracas de los del Ecce Homo. Mientras, los turistas aguardaban en los laterales del templo para no entorpecer el ir y venir de los diferentes hermanos. Entre unos y otros, los fieles aprovechaban para hacer fila, en un silencio sepulcral y, como marca la tradición, besar los pies del Cristo de la Cama. Esta imagen es la razón de ser del Santo Entierro y es uno de las piezas de mayor valor del patrimonio zaragozano, ya que fue la única salvada de la destrucción de los Sitios. Además, había un aliciente añadido y es que cada año cambia la escenografía del sepulcro. En esta ocasión, el Cristo estaba acompañado por su madre Dolorosa y, a los lados, las figuras de José de Arimatea y Nicodemo, que parecían los encargados de envolverlo en la mortaja. Pero las fotografías de los turistas también iban dirigidas a los soldados romanos –que estos eran de carne y hueso– que custodiaban la talla del siglo XVII.

Sin procesión en la Magdalena

Por la tarde, la actividad habitualmente se traslada al barrio de la Magdalena, pero este Sábado Santo no se celebró la procesión del Santo Sepulcro. Antaño los llamados ‘sepulcristas’ recorrían las calles del Boterón con el Cristo en una urna de madera acristalada, pero el Arzobispado de Zaragoza en los últimos años no autoriza su salida, alegando que no cumple con la doctrina de la Iglesia. Los sepulcristas, que hunden sus raíces en el siglo XIII y funcionan al margen de la Junta Coordinadora de Cofradías, y aunque tuvieron que prescindir de su singular procesión, sí cumplieron con la tradición de velar la imagen del Cristo Yacente del siglo XV en el monasterio de Don Teobaldo.

La que no faltó a su cita fue la celebración de vigilia pascual, responsable de cerrar la noche de Sábado Santo. Este acto está organizado por el Cristo Resucitado en colaboración con el Arzobispado y el Cabildo. Representantes de las 25 cofradías –sin terceroles ni capirotes– recorrieron las calles del centro desde la iglesia de Santa Isabel, confiados en el milagro que producirá hoy.

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