Sencillo por fuera, singular por dentro

El que se conocía como Palacio de la Producción Aragonesa ha cambiado de nombre, se ha adaptado a los nuevos tiempos, pero mantiene su raíz comercial y la elegancia de los años 40

Cámara de Comercio de Zaragoza.
Aspecto actual de la sede de la Cámara de Comercio.
CMZ

La torre de 59 metros del edificio de la Cámara de Comercio, con su faro en lo alto, llama la atención. Por dentro, lo que destaca es la historia que desvela cada una de las estancias y detalles. La sencillez de su arquitectura poco tiene que ver con su espléndido interior.

El origen de este edificio, tal y como señalan fuentes de la Cámara de Comercio, se remonta a la Guerra Civil. Cuando en 1936 estalló la contienda, el Gobierno Civil confió a dicha institución la labor de repartir jornales a las familias de los obreros y dependientes movilizados por el conflicto bélico. El final de la guerra llegó y sobró dinero. Como procedía de los donativos de empresarios se decidió destinarlo a un proyecto común, de todos, y así surgió este edificio, que en un principio se llamó el Palacio de la Producción Aragonesa.

Un año después del final de la Guerra Civil ya se adquirieron 15.000 metros cuadrados, que englobaba hasta lo que en la actualidad es el Auditorio de Zaragoza. El diseño fue obra de Regino Borobio, José Borobio y José Beltrán, y se esperaba que al año siguiente ya se pudiera celebrar allí la primera Feria de Muestras.

En su vestíbulo, la lámpara de araña, de tipo holandés y trazada también por los Borobio, hace inevitable alzar la mirada y atraparse en las vidrieras que decoran la parte superior por los cuatro costados. Estas 24 cristaleras, obra de la casa madrileña Maumejan S.A., son como una novela gráfica sobre el proceso productivo, donde están representados los tres sectores y los diferentes perfiles profesionales. Una noble escalera de dos tramadas comunica la planta baja con la galería superior. Entre ambas, una fotografía de varios metros ilustra cómo era la plaza de Basilio Paraíso en la década de los 60 y 70. En la instantánea se observa que el asfalto es un ejemplo de convivencia entre animales, coches, motos, bicicletas y tranvías.

Al otro lado del mural se encuentra el salón de actos. Cuando se atraviesa la puerta de madera maciza de doble hoja se descubre lo podría ser un cine con butacas de terciopelo rojo y un pequeño palco. Al frente, el escenario flanqueado por un par de jarrones a cada lado. El paso del tiempo no ha impedido que se conserven detalles, como los carteles originales en español, inglés y francés que prohíben fumar.

En el mismo extremo que el salón de actos se encuentra, en un rincón, la biblioteca. Se trata de una sala decorada con retratos de principios de siglo y vitrinas de madera barnizada que atesoran antiguos libros.

El de la Cámara de Comercio es un edificio que también aparece en libros de historia y hasta en series de televisión, como en ‘Amar en tiempos revueltos’. A pesar de ser muy visto, guarda secretos, como que en su faro hubo un restaurante. Aunque, sinceramente, semejantes vistas podrían hacer sombra a cualquier manjar.

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