Una escuela hecha de talento aragonés en Ghana

El arquitecto Alberto Figueroa y su equipo de voluntarios –un 30% estudiantes zaragozanos– han terminado su proyecto solidario en África con ayuda del 'crowdfunding' y el patrocinio de una constructora de Zaragoza.

Lo que hace apenas un año era solo el sueño de un generoso arquitecto zaragozano se ha convertido ya en realidad en un poblado de África. Se trata del proyecto 'A school for Ghana' (una escuela para Ghana), que empezó con una campaña de crowdfounding a través de internet para captar fondos que permitieran llevar a cabo esta iniciativa de la NKA Foundation.

"Quería dedicar mis habilidades como arquitecto a desarrollar proyectos para personas que no pueden costearse estos servicios, y gracias a un concurso de la Fundación mi propuesta fue elegida entre otras muchas para construir un aula que formaría parte de un campus al oeste de África", explica el arquitecto zaragozano Alberto Figueroa.

Con el fin de sumar fondos para la causa, puso en marcha en octubre de 2016 una campaña de 'crowdfunding' a través de internet y apenas un año después, el pasado 1 de septiembre, comenzaba la construcción de la escuela, una obra que duró aproximadamente tres meses. "La Fundación únicamente ha elegido el sitio, el poblado de Abetenim, y organizado el concurso. Yo he sido el que ha reunido todos los fondos con ayuda de patrocinadores (una constructora de Zaragoza y una pequeña iglesia), microdonaciones y voluntarios que me han ayudado a construir esta escuela", relata.

'A school for Ghana' (una escuela para Ghana)

Aunque su trabajo en la zona ya ha terminado, el centro educativo no estará operativo hasta dentro de un par de años, cuando se termine de construir el campus, pero la satisfacción de Alberto es inmensa, además de un revulsivo "importante" para seguir cumpliendo metas.

"En Zaragoza formo parte del Colegio Oficial de Arquitectos de Aragón y me dedico a proyectos de viviendas y reforma de locales comerciales, diseño de oficinas, etc. Con los recursos que consigo de mi trabajo, me dedico en parte a desarrollar esta obra social, pero ahora me gustaría emprender también proyectos aquí, en Zaragoza", cuenta Figueroa.

Una experiencia "fantástica"

Su estancia de tres meses en Ghana le ha servido para descubrir la esencia de un país, que "aunque sigue siendo África, es de los pocos que están más desarrollados" dentro del continente africano. "Ghana tiene una economía que está emergiendo y adaptándose a Occidente, pero no deja de ser un país de impacto cultural, diferente a lo que estamos acostumbrados en Europa y América", confiesa este arquitecto que vivió cuatro años en Canadá.

En el proyecto 'A school for Ghana' se implicaron 20 personas: estudiantes de arquitectura, jóvenes, mayores, gente relacionada con la construcción y personas que nada tenían que ver con esta. "Teníamos un flujo constante de siete u ocho voluntarios, y un 30 o 40% de ellos eran de Zaragoza. Había gente que incluso había oído hablar del proyecto, españoles en el extranjero que vinieron de fuera a colaborar con la causa", relata orgulloso este zaragozano.

De su experiencia altruista en el continente africano se queda con la hospitalidad de la población ghanesa y con su forma de vida, alejada del estrés y las prisas. "Una cosa que nos llamó mucho la atención a todos los voluntarios es que para ellos el tiempo no tiene esa noción de urgencia. En general -resume- fue una experiencia fantástica; es un proyecto que estuve persiguiendo e impulsando durante varios años y el tiempo que estuvimos allí, a pesar de las dificultades durante la construcción -por el tema de poder llevar los fondos y porque contraje la malaria al final del proyecto- no hubo problemas. En la última fase contábamos ya con bastantes carpinteros y todo salió bien", recuerda.

Él y su equipo -añade- eran los únicos en un radio de 100 o 200 kilómetros. "Automáticamente en cualquier pueblo que visitábamos los taxistas ya nos conocían y sabían que éramos los de Abetenim. Lo bueno es que el poblado donde vivíamos estaba a unos 15 minutos de un hospital, y allí la malaria es como una gripe en España. Te dan la pastilla y te curas. La gente es fantástica, todos nos acogían porque estábamos haciendo un proyecto para ellos, pero también porque impulsábamos la economía local contratando a trabajadores de la zona, carpinteros; comprábamos materiales allí… A todos los voluntarios -no solo de mi proyecto- nos gusta viajar por la región y experimentar lo que es la vida allí", concluye agradecido.

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