Los testigos del crimen de Víctor Laínez insisten ante la juez en que no le vieron ninguna navaja

El dueño del bar y cinco clientes desmontan la versión de Rodrigo Lanza, quien declaró que actuó en defensa propia. La víctima llevaba una sudadera, pero se le veían los tirantes.

El abogado Juan Carlos Macarrón, que representa a la familia de Laínez, a la salida del juzgado.
El abogado Juan Carlos Macarrón, que representa a la familia de Laínez, a la salida del juzgado.
Guillermo Mestre

El dueño del bar El Tocadiscos y cinco clientes que presenciaron la agresión que costó la vida a Víctor Laínez, de 55 años, negaron ayer ante la juez que instruye el caso haber visto una navaja o cualquier otro objeto cortante en manos de la víctima. Tampoco observaron nada alrededor de su cuerpo, cuando este quedó tendido en el suelo, convulsionando junto a los baños. Con el testimonio de estas personas se desmontaría la versión del presunto asesino, Rodrigo Lanza, de 33 años, quien asegura que tan solo dio un empujón a Laínez en defensa propia.

Las declaraciones de estos testigos, los primeros a los que escucha la magistrada, comenzaron a las diez de la mañana y se prolongaron durante casi seis horas. Para el próximo viernes han sido citadas las dos chicas que acompañaban a Lanza. El cuarto integrante del grupo, Pablo M. G., iba a ser interrogado también el día 12, pero la instructora ha aplazado su comparecencia sine die. Y lo ha hecho porque la acusación particular, que ejerce Juan Carlos Macarrón en nombre de la familia del fallecido, le ha pedido que interrogue a este joven en calidad de investigado (puesto que en tal condición declaró ante la Policía).

Al margen del tema de la navaja, la titular del Juzgado de Instrucción número 3, Mercedes Terrer, puso ayer el acento en los tirantes con la bandera de España que llevaba puestos la víctima. No en vano, al antisistema Rodrigo Lanza se le envió a prisión provisional como presunto autor de un crimen de odio. Preguntados uno a uno por si vieron los citados tirantes, la mayoría de los testigos contestaron que sí. Precisaron, de todas formas, que la víctima llevaba puesta una sudadera encima. Al parecer, cuando mejor se le vieron fue cuando Laínez quedó moribundo en el suelo.

Como ya hicieran en sede policial, varios de los interrogados dijeron creer que la brutal paliza tenía un componente ideológico. La magistrada quiso saber por qué, y los testigos le explicaron que, al margen de los tirantes, la víctima llevaba un teléfono móvil con lo que parecía ser "el escudo franquista o algún símbolo de los templarios". Recordaron también a la instructora que Lanza lucía iconografía antisistema en su indumentaria.

El dueño del bar fue más allá y reiteró que Víctor Laínez, que se encontraba solo sentado junto a la barra, le contó que Lanza se había acercado a él y tras reprocharle que estuviera allí le había llamado fascista.

Ataque por la espalda

Según la investigación policial, fue el presunto homicida quien, efectivamente, se acercó al ahora fallecido para increparle. Preguntados por este primer contacto entre agresor y víctima, los clientes del establecimiento dijeron a la juez que no pudieron escuchar nada. Cuando el grupo de Lanza se marchó del local, Laínez salió también a la calle, regresando al bar unos segundos más tarde. Fue entonces cuando el propietario del negocio y otro cliente vieron que el antisistema entraba corriendo y, por la espalda, le daba un fuerte golpe en la cabeza. Según los testigos, cuando la víctima cayó al suelo, Lanza se puso encima y le propinó numerosos golpes y patadas. Alguno de los testigos llegó a decir ayer a la juez que, por cómo quedó deformada la cara de la víctima, pensó que el agresor llevaba algún objeto contundente en la mano.

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