¿Cómo es el agua que bebemos?

Con la llegada del verano, la proporción de agua de Yesa en las casas zaragozanas alcanza el 70% y la del Canal Imperial se reduce al 30%.

Dicen de ella que es muy dura, con mucha cal, con mal sabor y no tiene realmente buena fama, pero el agua de Zaragoza ha pasado de ser “mediocre”, a tener “una buena calidad” en los últimos 12 años, según explica José Ramón Entralgo, jefe del Departamento de Conservación y Explotación de Infraestructuras del Ayuntamiento de Zaragoza y responsable de la planta potabilizadora de la ciudad.

“En el agua de Zaragoza ha habido dos etapas: hasta el 2009 era solo del Canal Imperial. Era potable, pero estaba al límite de lo que la normativa permitía. A partir de 2009 comenzó a combinarse con la de Yesa, y ahora podemos decir que el agua de Zaragoza es de buena calidad”, afirma Entralgo.

Pero...¿y el sabor? “La normativa exige que haya cloro en el agua que llega a las casas de los consumidores para que no se contamine en las tuberías, y el cloro da un cierto sabor”, explica el responsable de la potabilizadora. “Si el agua se recoge en una jarra o botella y se deja reposar o se enfría en el frigorífico, el cloro se evapora y el sabor desaparece”, asegura Entralgo.

Del canal a la boca

Hasta que el agua llega a nuestros hogares pasa por diferentes procesos. “La recibimos de tres fuentes distintas, Canal Imperial, pantano de Yesa y río Ebro, aunque utilizamos fundamentalmente las dos primeras en distintas proporciones a lo largo del año, en función de su calidad, sobre todo de la del Canal”, explica José Ramón Entralgo.

Así, en los meses de verano la cantidad de agua de Yesa es mayor, en torno al 70% y la del Canal se reduce al 30%. Esto se invierte en los meses de invierno en los que la del Canal supone la mayor parte del caudal.

“Sometemos el agua a un proceso de potabilización, para extraer las sustancias que pudieran ser un riesgo para el consumo”, dice Entralgo. “Este proceso consiste en una decantación para que sedimente la materia en suspensión contenida en el agua. Posteriormente, se filtra  a través de carbón activo para que, incluso, los restos más pequeños de materia en suspensión queden retenidos en el material filtrante”, informa el responsable de la planta.

Tras este proceso se busca “que no haya ningún germen patógeno” para lo que se dosifica “determinada cantidad de cloro”, que desinfecta. De esta manera se garantiza que “el agua se puede consumir sin peligro de contraer algún tipo de enfermedad”.

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