El caudal del Ebro en Zaragoza registra mínimos históricos por la falta de lluvias

El nivel medio del cauce en lo que va de mes de mayo es de 35 metros cúbicos. La media más baja para este mismo periodo desde que se tienen datos fue de 65 metros cúbicos, en 2011.

El caudal del Ebro a su paso por Zaragoza en lo que llevamos de mes de mayo tan solo llega a los 35 metros cúbicos por segundo, un valor muy por debajo de la media de 190 metros cúbicos por segundo que suele registrarse en este mismo periodo desde que se tienen datos del Sistema Automático de Información Hidrológica (SAIH) -año 1998-.

Este miércoles, el caudal se situaba en 29 metros cúbicos por segundo, menos de la mitad que el mínimo al que se llegó en 2011 para este mismo mes (65). Fuentes de la Confederación Hidrográfica del Ebro apuntan que “si no cambia mucho la situación, esta segunda quincena estaríamos por debajo del valor tomado hace 6 años”.

“La clave de todo es la falta de pluviometría en la cabecera del Ebro, la Ibérica riojana y las cuencas de la margen derecha” apuntan las mismas fuentes. La falta de precipitaciones en algunas zonas desde finales del pasado año hidrológico -septiembre de 2016- provoca, además, déficit de reservas en los embalses. Según datos de la CHE, las lluvias han descendido un 20% desde abril de 2016 y hasta abril de 2017 y entre abril y octubre del pasado año esa carencia supuso un 48% menos de lluvias de la media de los últimos 15 años. Como consecuencia de ello se ha dado la situación de alerta tanto en reservas como en aportaciones, según los últimos índices de sequía.

La falta de lluvia en la cabecera del Ebro y en La Rioja afectan al caudal del Ebro en Zaragoza, ya que este no se genera en Aragón. “Es la representación de cómo la cuenca se ve afectada por sí misma. La cabecera del Ebro y los embalses y ríos riojanos muestran por qué el eje del Ebro está así. No hay aportaciones porque no ha llovido sobre todo en estas zonas que son donde nace el Ebro”, añaden desde la CHE.

Esta carencia no afecta de igual manera a las riberas del Ebro. Las nieves de este año han propiciada que afluentes de la margen izquierda como el Gallego o el Cinca hayan aportado caudal al eje. Sin embargo, en la margen derecha, la ausencia de nieve y un importante déficit de lluvias ha provocado que tanto las reservas como las aportaciones de los ríos en esas zonas estén por debajo de lo normal y en una situación que se califica de “emergencia”, según los índices de sequía.

Caudal propio del verano

Esa escasez es la que se refleja en el eje del Ebro y en Zaragoza durante este mes. Por esta razón el eje del Ebro mantiene caudales mínimos de estiaje casi propios del verano desde hace unos días. “En el Huerva, en el último semestre del año hidrológico anterior ha habido un déficit de lluvias de cerca del 50%. Y ha llovido un 50% menos de lo normal en los últimos 15 años. Si no hay lluvias, este estiaje va a ser largo -señalan-. Comparado con otros años, este mes de mayo está siendo duro”.

Hace solo un par de meses, la media del caudal fue de 174 metros cúbicos por segundo, bastante por debajo de la media para marzo del periodo 1997-2016, que era 412. Los niveles registrados esta primavera son “bastante bajos, más propios de los meses de verano. El caudal ecológico se mantendrá pero en caso de los regadíos ya se tienen en cuenta las escasas reservas”.

Frente a la sequía

El actual Plan Hidrológico de la Demarcación del Ebro recoge la distribución temporal de caudales ecológicos del Ebro en Zaragoza en condiciones ordinarias a lo largo del año hidrológico, cuyo nivel es variable, entre los 11,37 metros cúbicos para el mes de julio y los 35 en los meses de diciembre, enero y febrero. Además, existe un caudal denominado preventivo cuyo nivel es siempre de 30 metros cúbicos por segundo, que son los que se intentan mantener para favorecer la dilución de vertidos. Aunque en ocasiones el caudal puede estar por debajo de estos valores, lo cual no significa un incumplimiento, siempre que la disminución sea un hecho puntual.

El caudal en el eje del Ebro se regula gracias a las sueltas de los embalses que lo apoyan. Durante el estiaje, cuando no hay aportaciones y el río per se no tiene suficiente caudal, es cuando recibe agua de los embalses para mantener los caudales ecológicos. La CHE gestiona las reservas de los embalses según las épocas de sequía, cuando se priorizan, se prorratean o se reducen los usos de regadío. Actualmente, en las zonas donde las reservas hídricas están muy bajas ya ha habido prorrateos. “En el Huerva han dejado de regar, los regadíos se han cortado y se ha cubierto la campaña con lo que había, -explican desde la CHE-. También ha aumentado la vigilancia y control sobre vertidos y detracciones y un seguimiento del protocolo de eventual sequía”

El último año de referencia de una sequía importante en el eje del Ebro tuvo lugar en 2012, con unos caudales muy ajustados si no se hubieran mantenido los 30 metros cúbicos del nivel preventivo “marcado antes de que se aprobasen los caudales ecológicos”, matizan en la CHE. “Pero cada año hidrológico es muy diferente y se pueden dar circunstancias muy distintas”, concluyen.

“Crecidas y sequías”

Néstor Jiménez, geólogo y fundador de la empresa Ebronautas, recuerda que “el Ebro es un río de crecidas y de sequías y ha habido años bastante parecidos. La sequía va a tener implicaciones en cuanto al regadío porque supone una demanda de mucha agua y conlleva restricciones, sobre todo en verano”

Jiménez subraya que “dentro de un régimen totalmente desnaturalizado, los caudales de estiaje de verano son más altos que los que habría en condiciones naturales, aunque podrían bajar mucho más en un año tan seco” y aclara que “una sequía o una crecida no son malas en sí mismas. Lo malo son los daños que puedan generar”. Igual que con las crecidas existen distintas estrategias para reducir los efectos y las distintas situaciones de riesgo, los daños por la sequías pueden ser “asumibles”. “No es alarmante para la economía ni para la ciudadanía de Zaragoza, ni va a haber problemas de abastecimiento. Los agricultores cuentan con el apoyo de las administraciones públicas y deberían tener seguros agrícolas que contemplen temas como la sequía”.

En cuanto a la biodiversidad “tiene un efecto positivo, -asevera Jiménez-. Las crecidas y los estiajes son tan naturales como las mareas o como la lluvia y la ausencia de esta, y la fauna y la flora autóctonas se adaptan a las diferentes condiciones. Por eso el régimen de caudales que más interesaría a estas especies sería el de la regulación natural, que por el contrario no es el mejor para el regadío”.

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