La primera corrida goyesca cumple 90 años de historia

A pesar de que Ronda copa la fama, Zaragoza ostenta el honor de haber inaugurado un tipo de festejo que evoca al toreo de los tiempos de Pedro Romero y Pepe-Hillo.

La plaza de la Misericordia, en la primera corrida goyesca.
La plaza de la Misericordia, en la primera corrida goyesca.
Marin Chivite

Tal día como hoy, un 12 de mayo pero de 1927, Zaragoza organizó la primera corrida goyesca de la historia de España. El cartel del festejo estuvo compuesto por el rejoneador Simao de Veiga, el novillero Vicente Peris y los matadores Rafael ‘el Gallo’, Pablo Lalanda y Nicanor Villalta, aunque, según relatan las crónicas de la época, lo de menos fue el espectáculo ofrecido sobre el ruedo.

Desde por la mañana, la ciudad entera respiró ambiente festivo para conmemorar -por adelantado, puesto que Goya falleció un 16 de abril de 1828- el centenario del ilustre pintor de Fuendetodos. Los hombres vistieron sus mejores galas; las mujeres, ataviadas de forma clásica, se adornaron con mantillas de encaje de niebla y claveles rojos. Lo que fuera con tal de que el ansiado homenaje quedara a la altura de las expectativas creadas.

La gente comió temprano, pues encontrar acomodo en las cafeterías iba a resultar complicado. Y las calles se llenaron para contemplar el paso de la comitiva oficial, citada a las 15.00 en el Teatro Principal. Desde allí abrió marcha una sección de la Guardia Municipal de Caballería y, seguidamente, partieron las calesas con las ocho presidentas de la corrida -Luchy Zuloaga, Carmen Sancristóbal, María Rita Ruiz, Pilar Caso, Alicia Mainar, Nati Cortés, Gloria Vicente y Paquita Coarasa- y los coches de los alcaldes de Zaragoza (Miguel Allué Salvador), Huesca (Vicente Campo), Teruel (Arsenio Sabino) y Fuendetodos (Pascual Grasa).

“El avance de las majas alfombraba el recorrido. Era como si se exhibieran cuadros del pintor inmortal. Por la marcha del tiempo podían ser sus nietas, mas si las hubiese visto, las hubiese creído modelos e inspiradoras de ese genio”, relataba el HERALDO del 13 de mayo, antes de dar cifras sobre la magnitud del desfile y lanzar críticas a la organización.

“El recorrido hacia la plaza se cubrió, seguramente, de 100.000 curiosos que convirtieron los olés y piropos en himno triunfal. Ningún espectáculo mueve al público a adoptar este aire alegre, despreocupado y frívolo, pero tenemos que denunciar una evidente falta de orden. Con tal lentitud llegaron algunos carruajes a las proximidades de la Misericordia que hubo espectadores que ocuparon su localidad en el arrastre del tercer toro”, recogen las páginas del día posterior a una cita que, en lo meramente taurino, “no marcó una honrosa efeméride”.

El paseíllo -al son del pasodoble ‘Pan y toros’ y con las cuadrillas luciendo trajes antiguos- fue lo que más evocó a los tiempos de Pedro Romero y Pepe-Hillo. Después, la autenticidad se diluyó entre la falta de emoción transmitida por la cuadra del portugués De Veiga y discretas actuaciones de los de a pie. Vicente Peris y Pablo Lalanda, a quien los críticos mencionaban como “el primo de Marcial”, no dieron la talla; el Gallo y Nicanor Villalta apenas pudieron exponer su clase, si bien el aragonés cortó dos orejas -gracias a una sublime estocada- a lo más accesible del flojo encierro presentado por Vicente Martínez.

En los tendidos, repletos hasta la bandera, el pobre resultado artístico no frenó el entusiasmo. Y la diversión se prolongó hacia la salida, hasta culminar en un baile programado en la Lonja.  Todo en honor de Francisco el de los toros, y por la confirmación de una fiesta que siempre fue más allá de la arena.

Goyesca de Ronda

Casi tres décadas después de la primera Corrida Goyesca, Ronda recogió el testigo de Zaragoza para retroceder en el tiempo y sumergirse, una vez al año, en el toreo del siglo XVIII. Antonio Bienvenida, César Girón y Cayetano Ordóñez integraron, el 17 de septiembre de 1954 y para conmemorar el segundo centenario del nacimiento de Pedro Romero, el cartel que inauguró este particular formato en la localidad que hoy copa la fama.

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