El cartero a quien no se le escapa nadie

Santiago Sánchez se jubila tras 35 años como repartidor de Correos. Ha pasado los últimos 25 en Vía Hispanidad y acierta el destinatario incluso con la dirección errónea.

Santiago Sánchez Andrés posa frente a Correos, en el paseo de la Independencia.
Santiago Sánchez Andrés posa frente a Correos, en el paseo de la Independencia.
José Miguel Marco

Érase una vez un cartero que entregaba las cartas de memoria. Al que sus compañeros le preguntaban las dudas sobre tal dirección o dónde vivía este vecino, y que era recordado por destinatarios y emisores por su dedicación durante décadas de cuidado ejercicio profesional. "Nunca he tenido extravíos de ningún envío", cuenta con humildad Santiago Sánchez Andrés, natural de Palencia, maño de adopción desde hace cuatro décadas y residente en Las Fuentes.

Hace 35 años que entró en la gran familia de Correos y, desde entonces, siempre montado en su moto amarilla, ha visto transformarse la ciudad, sus costumbres y las de sus gentes. Los últimos cinco lustros los ha pasado en el sector de Vía Hispanidad, atendiendo los códigos postales 50009, 50011, 50012 y 50017. A pocos días de ganarse el descanso laboral con la jubilación, recuerda todo lo que ha cambiado en estas más de tres décadas en las que, como él dice, poco a poco se ha colado en la vida de tantas familias que no se atreve a calcular, y a quienes agradece su tiempo de cariño. "En 25 años hay muchas cosas que vivir: días de lluvia, frío, calor... Muchas vivencias y mucho contacto con la gente. Terminas conociendo a toda la familia y hasta el nombre del perrito", sonríe al recordar.

Vivencias como esas voces que responden al otro lado del portero electrónico, "siempre iguales, con la misma expresión y el mismo tono, ‘quién es’, ‘adelante’, ‘pase’, y te permiten adivinar quién ha abierto la puerta ese día". "Como esa señora de 90 años –relata– que siempre me decía que solo me abría a mí, porque me reconocía por mi voz". O aquellos con los que coincidía en la puerta con su niño, "y que al hacerle una carantoña y sacarle una sonrisa pensabas, faena hecha por hoy". O cuando llegan los campamentos infantiles y se percibe "cómo los padres esperan las noticias de sus hijos, con esas postales escritas en letras de colores".

Este entrañable cartero no tiene teléfono móvil ni recibe mensajes por Whatsapp y reconoce que el mundo de la comunicación instantánea le parece menos bonito. "Antes era muy especial ver a esos padres que tenían hijos en Boston o en Alemania, y que esperaban cada mañana sus noticias. Todo eso ha desaparecido con el correo electrónico", constata.

Los novios tampoco se escriben ya cartas, esas epístolas que hacían a los mensajeros primeros testigos y silenciosos protagonistas de las más intensas historias de amor. Santiago lo fue de una que recuerda con especial ilusión. "Hace más de quince años, una chica recibía todos los días cartas de su novio desde Italia. Y si un día no llegaba misiva, al día siguiente recibía dos". Así pasaron varios años. Hace unas semanas, a Santiago le saludaron por la calle. "Esta chica me contó que se acuerdan mucho de mí, porque su relación fue epistolar en esa primera etapa. Ahora tienen dos niños y viven en Italia", cuenta con brillo en los ojos, porque ese, dice, es "el mejor reconocimiento" que podrá tener "jamás".

Recuerdos y nostalgia

Santiago también cuenta con cierta nostalgia que "la carta familiar ha desaparecido, y en contraprestación se envía mucha paquetería. Todo se ha vuelto más aséptico, más impersonal". Si antes la llegada de un paquete era motivo de sorpresa, "un envío de chorizos y longanizas del pueblo, por ejemplo", ahora "la gente compra artículos en China y ya sabe que le van a llegar, así que se pierde esa ilusión". Y lo hará más, cree este mensajero, con los nuevos tiempos que son ya presente, como el servicio de Correos Paq, que permite a los usuarios llevar y recoger paquetes en la sede de la entidad sin necesidad de que el cartero acuda a casa.

Pese a lo extraordinario que pueda parecer este relato, Santiago cuenta que él no es el único que lleva las cartas de memoria. "Son muchos días, muchos meses y muchos años entregando misivas en la misma zona. Para conocerse el vecindario y a los vecinos solo hace falta trabajar de manera continuada en el mismo lugar. Y hay muchos compañeros que, como yo, conocen el número, el piso y la letra de un destinatario con solo ver su nombre", asegura. Y espera que esto no se pierda, sobre todo cuando las estrecheces económicas fuerzan a los carteros a suplir a sus compañeros y deben patearse barrios desconocidos.

"La necesidad de comunicación la tenemos todos. A todos nos ilusiona encontrar una postal en el buzón", dice Santiago, que asegura que él no dejará de escribirlas, "aunque solo sea por Navidad".

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