El agua de Zaragoza que recorrió el mundo

La capital aragonesa conserva tres lugares con agua medicinal: la Fuente de la Junquera, Fita Santa Fe y la Salada de Mediana.

Dicen que el agua de Zaragoza no es la mejor...sin embargo la capital aragonesa ha tenido hasta siete fuentes medicinales. En la actualidad solo se conservan tres: la Fuente de la Junquera, Fita Santa Fe y la Salada de Mediana.

“Es una barbaridad que Zaragoza haya tenido tantas fuentes curativas”, dice Paco Iturbe, divulgador ambiental. “Lo normal es que las ciudades puedan tener una o dos. Lo que diferencia a la capital aragonesa es su entorno. Está rodeada de paisajes esteparios de yesos que hace que, cuando llueve, el agua recoja las sales de la tierra y, al manar lo hace llena de esas partículas”, explica Iturbe.

De las tres fuentes que todavía hay en su estado original, la Fuente de la Junquera es la más conocida, a pesar de que “no tuvo un gran reconocimiento médico. Pero desde mediados del siglo XX y hasta principios del siglo XXI se utilizaba mucho como zona de baño. Iba mucha gente a pasar el domingo y a coger agua”, relata el divulgador ambiental.

Algunas de estas aguas medicinales se llegaron a vender en farmacias con receta médica. Dos de ellas fueron famosas a nivel internacional y sus aguas se exportaban al mundo entero: Fita Santa Fe y la Salada de Mediana. “Ambas están tal cual y el agua conserva las mismas propiedades”, asegura Iturbe.

La primera, junto al Huerva, se encuentra dentro de una finca privada en el término de Santa Fe. Se comercializó en farmacias desde 1920 hasta 1970. “Ibas al médico con tu problema y te recetaba las botellas de agua. Iban muy bien para temas de hígado. Tuvo su propia etiqueta para exportarla a Asia, donde hubo delegaciones como las de Filipinas”, relata Iturbe.

La otra gran fuente de propiedades medicinales fue la Salada de Mediana que se encuentra algo más lejos de la ciudad, en el límite del término municipal de Zaragoza, por la carretera que lleva a Belchite.

“Es una gran salada de la que se aprovechaban tanto las sales como el agua que se extraía de un pozo. Era extremadamente salina, entre cuatro y cinco veces más salada que el agua de mar”, explica el divulgador ambiental.

Con prescripción médica y posología

“Son aguas medicinales pero también minerales porque tienen más de un 1% de residuo”, matiza Paco Iturbe. Eso sí, “no son agua de boca, para beber con las comidas, sino que necesitaban prescripción médica y posología. Es evidente en las aguas de las Salinas o Santa Fe porque son aguas extremadamente saladas e imposibles de beber de manera habitual”, asevera el divulgador ambiental

“Se utilizaban para problemas de aparato digestivo, para eliminar y prevenir pequeños cálculos biliares. Evitaban también el estreñimiento”, explica el médico Pablo Saz.

No solo eso, también se utilizaban para problemas en la piel. “Estas aguas tienen una propiedad anti infecciosa y los animales se suelen acercar todavía a las Saladas de Mediana a curarse las heridas”, continúa Saz.

La posología era muy concreta. “Se toma una cantidad muy pequeña e incluso disuelta en otro tipo de agua porque podían resultar muy fuertes como laxante”, puntualiza el médico.

Se comercializaron hasta los años 60 y posteriormente se dejaron de vender en toda España, “no porque perdieses sus propiedades sino por cuestiones comerciales, ya que surgieron nuevos fármacos para tratar esas dolencias de manera más barata de lo que costaba el embotellado de esas aguas”, concluye Saz.

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