Amenazaba lluvia, pero las nubes respetaron la tradición. Minutos antes del comienzo oficial de las fiestas en honor de San Blas, Rubén Labrador se preparaba para salir a encorrer a pequeños y no tan niños que pelearon ayer para llevarse a casa el mayor número de cascabeles. No es de extrañar que guarde hasta 300 para reponerlos en su traje después de cada salida.

Hace siete años que Rubén, nacido y residente en Ateca, encarna la figura de la máscara, pero aun así confiesa que "siempre hay nervios".

Según la tradición, la Máscara de Ateca, declarada fiesta de interés turístico de Aragón, representa la salida del invierno y la llegada de la primavera. Una festividad pagana que, tal y como relata el alcalde atecano, Ramón Cristóbal, se acomodó con el paso de los años a la festividad de San Blas, patrón de la localidad. "Es un personaje muy singular para los chicos" señala.

A las 12.00, los chavales esperaron su salida en la plaza de España. Los más valientes estaban muy cerca de las puertas del ayuntamiento, mientras que los más precavidos prefirieron esconderse tras la pira preparada para la hoguera que prendió por la noche.

Con su traje rojo y amarillo, y portando un sable y una corbetera a modo de escudo, la Máscara apareció y comenzaron las carreras. "¡Está ahí! ¡Cuidado que sale!". A voz en grito, empezaron a recorrer calles, tiendas y bares. La Máscara es un personaje protector, y por eso da su bendición a quienes dejan que pose su corbetera sobre la cabeza.

"¿A que no te atreves a acercarte? ¿De verdad has cogido uno?". La chiquillería peleó por conseguir uno de sus preciados cascabeles. "Entre ellos es como una competición", dijo Cristóbal. El día grande llegará hoy con la subida al cerro de la Máscara.