¿Qué secretos guarda el subsuelo de Zaragoza?

Restos romanos, baños judíos, mazmorras de la Inquisición o un río subterráneo son algunos misterios que hay bajo casas y calles de la capital aragonesa.

Dicen que, en tiempos, un caballo podía atravesar Zaragoza por su subsuelo. Pasadizos, cauces de ríos, galerías y bodegas son algunos de los elementos que vertebran la parte más profunda de la capital.

 


La parte más antigua de la ciudad guarda bajo nuestros pies galerías que premiten viajar al pasado y hacer descubrimientos insólitos. Como en Casa Perdiguer, una bodega que este año cumple 100 años y que en su sótano las pipas de vino comparten subsuelo con elementos más curiosos. "Poca gente sabe que aquí debajo hay un vagón de metro", comenta Juan Carlos Perdiguer, haciendo referencia a una imitación de un tren que guardan de una exposición. En ese lugar se han organizado muestras de pintura o de la Edad Media, entre otras.


Los locales de la calle de El Temple o de la calle de Santa Isabel son en su mayoría bares nocturnos. En sus sótanos las paredes son de ladrillo, techos bajos y abovedados. Muchos de esos locales fueron almacenes de fruta, como de plátanos, dada su proximidad al Mercado Central.


Otra de las sorpresas que aguardan en el subsuelo de Zaragoza está en el paseo de Echegaray y Caballero. El Puente de Piedra en un principio tenía ocho arcadas que cruzaban el río. En la actualidad solo se aprecian siete porque la octava está bajo el paseo de la ribera en dirección a la calle Don Jaime.


También hay enterramientos, y no solo en los del cementerio de Torrero. Varias iglesias cuentan con criptas en las que reposan los restos de heroínas de los Sitios, como Madre Rafols, que descansa en la iglesia del Hospital Provincial, antiguamente de Gracia. La iglesia de Santa Engracia o la Parroquieta de la Seo se suman a esta lista. Además de la del Pilar, donde están enterrados ilustres zaragozanos y que se abre cada principio de noviembre.


Muy cerca de la basílica, un pasadizo unía el Ayuntamiento y la Lonja. Sin embargo, ese túnel fue cerrado cuando se construyó el parking de la plaza del Pilar. La construcción de los aparcamientos subterráneos han sacado a la luz muchos de los restos, como los romanos de Puerta Cinegia.


Los romanos precisamente dejaron un gran legado en el nivel más bajo de la ciudad. Las termas, el puerto fluvial, el teatro o el foro son algunos de los rincones que dibujan lo que fue Caesaragusta.


Sin embargo, no fueron los únicos. La prueba está en los baños judíos que se esconden en el Coso de Zaragoza. Los baños en sí son una sala con bóvedas sencillas apoyadas en una serie de columnas.


Bajo Zaragoza también corre un río: el Huerva. Este afluente del Ebro se esconde bajo la Gran Vía, lleva sus aguas por debajo del bulevar y aparece de nuevo tras pasar el paseo de la Constitución.


Antes de perderlo de vista, se cruza con las vías del tren, las que entran y salen de la Estación de Cercanías de Goya. Este río pasa por debajo de un puente de vías que enfila por la avenida Goya. Por encima, coches y viandantes circulan ajenos a su fluir.


No podían faltar las mazmorras, como de las que salió Juan de Lanuza para ser ajusticiado. Fueron las del palacio de Torrellas, donde actualmente se levanta el pasaje del Ciclón, como ya publicó HERALDO DE ARAGÓN en 1993.


El murmullo de la plaza se escucha en unas bodegas, las de Miguel Ángel Marín, que tienen un encanto especial y que su cuidada decoración enseñan una parte de la historia de Aragón. Como curiosidad, aquí apareció el esqueleto de un soldado de Napoleón, de quien conservan su espada.

Esta es otra Zaragoza, la subterránea, que poco tiene que ver con la de arriba, la que se conoce.

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