La curva maldita de la N-211

En apenas seis meses, tres salidas de vía se han cobrado la vida de otras tantas personas en una pendiente en curva de la carretera nacional que une Caspe y Mequinenza.

Un camión trazaba esta semana la peligrosa curva justo a la altura del lugar donde se produjo el accidente mortal el pasado miércoles
Un camión trazaba esta semana la peligrosa curva justo a la altura del lugar donde se produjo el accidente mortal el pasado miércoles
Oliver Duch

Son apenas cien metros de asfalto, pero se han convertido en el tramo más siniestro de la red viaria aragonesa. Tres accidentes, con otros tantos fallecidos en poco más de cinco meses así lo acreditan. La última muerte se produjo este pasado miércoles, cuando un vecino de Fraga de 36 años perdió el control de un camión cargado de pienso, volcó en el arcén y quedó atrapado en la cabina. La "curva maldita" –que así se conoce ya al lugar donde se han producido todas estas salidas de vía– se encuentra en el kilómetro 295,600 de la N-211, a mitad de camino entre las localidades zaragozanas de Caspe y Mequinenza. Pero, ¿a qué se debe semejante goteo de muertes? ¿Por qué circular por este lugar obliga a contener la respiración y aferrarse con fuerza al volante?


Cabría pensar que la falta de mantenimiento al que los ajustes presupuestarios han condenado a la red estatal de carreteras está detrás de tan importante sangría. Pero no parece ser el caso, ya que el asfalto está impoluto, sin grietas ni baches que sortear. De hecho, el firme de la N-211 presenta mejor estado que el de la mayoría de nacionales e incluso que el de muchos tramos de autovía. Para los usuarios de esta carretera, el problema es otro y radica, sobre todo, en el diseño original del tramo: un pronunciado descenso que ‘muere’ en un giro cerrado y peraltado hacia la derecha.


"Siempre es lo mismo. Los camiones se dejan caer por la pendiente y al llegar a la curva les baila la carga, se desestabilizan y terminan volcando", explicaba esta semana una cuadrilla de mantenimiento. Y lo cierto es que los dos últimos fallecidos eran transportistas que descendían la pendiente en dirección hacia Mequinenza, se vieron incapaces de trazar el giro y perdieron la carga –uno llevaba cereal y el otro, fruta– en la cuneta. Como ellos, otro camionero volcó hace algún tiempo en este mismo lugar, dejando como testigo mudo del siniestro varias piezas de hormigón prefabricado. Por fortuna, este hombre logró salvar la vida.

Moteros en ruta hacia Alcañiz

A diferencia de la conflictiva y próxima N-II, por la que circulan a diario cientos de vehículos pesados, por la N-211 tan solo transitan camiones de ganado –que traen y llevan cerdos a las numerosas granjas del Bajo Aragón zaragozano– y de fruta –en la temporada de recolección–. Pero entre las víctimas de esta curva maldita se incluyen también motoristas, ya que esta nacional constituye el principal acceso al circuito turolense de Motorland. El serpenteante trazado de esta nacional, con continuas subidas y bajadas entre pinares, hacen además de este un recorrido idílico para los aficionados a las dos ruedas. La última motorista fallecida fue una ciudadana británica que rodó sobre el asfalto el pasado 18 de julio cuando regresaba de Alcañiz.

El hielo y la niebla, otro problema

Al peligro que supone salir de un giro tan cerrado se suma las singular meteorología de la zona, donde el hielo y la niebla son una constante. "La proximidad al pantano de Mequinenza hace que te puedas encontrar con un banco de niebla en cualquier momento, lo que obliga a extremar la precaución, sobre todo por la noche", explicaban esta semana quienes se encargan del mantenimiento de la N-211.La nacional tiene también muchos puntos sombríos, lo que favorece la formación de placas de hielo en la calzada cuando se desploman los termómetros. Para reducir el peligro, las cuadrillas de conservación están recorriendo cada tarde el trazado arrojando sal.


La accidentada orografía del terreno dificulta también la recepción de la señal de telefonía, hasta el punto de que durante la mayor parte del día es imposible hacer una llamada desde la siniestra curva del kilómetro 295,600. Algo que sin duda puede retrasar el rescate de las víctimas, ya que ni ellas ni quienes intentan socorrerlas pueden llamar a las emergencias.


Lo cierto es que la estadística es preocupante y obliga a buscar una solución, que a falta de una intervención más ambiciosa debería pasar por una urgente reseñalización que advierta del peligro.

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