Archivan el caso del menor al que dieron por borracho y lo que tenía era una grave lesión cerebral

Los sanitarios que le atendieron tras una pelea en un bar de Tauste llamaron a su padre para que se lo llevara a casa. Después, ingresó en coma en el Clínico y ahora padece severas secuelas.

"Su hijo está aquí, venga a buscarlo. Está borracho no, lo siguiente". A las 9.16 de la mañana del 26 de abril de 2015, Juan José Escorza y Pilar Catalán recibieron una llamada desde el centro de salud de Tauste a partir de la cual ni su vida ni la de su hijo Víctor sería ya igual.


El joven, que entonces tenía 17 años, había llegado al centro de salud a las 4.30 acompañando a su tío Iñaki Escorza para que atendieran a este de una herida abierta en la cabeza tras una pelea con dos hombres en un bar de Tauste. En el pub, Víctor ya se había caído al suelo, inconsciente, y lo habían sacado a la calle para reanimarlo.


Después, el chico fue al ambulatorio con su tío y se quedó en el pasillo esperando a que lo atendiesen. En un momento determinado y sin que nadie se diera cuenta, se levantó y desorientado se metió en la sala de espera de pediatría, donde se desplomó.


Una médica lo encontró allí (entre las 7.15 y las 9.00, no está claro) empapado de vómitos y de orina, reaccionando a estímulos pero sin hablar. La sanitaria y otra doctora llegaron a la conclusión de que el chico presentaba un cuadro de intoxicación etílica y avisaron a su familia para que se lo llevase.


"Me dijeron: “Ahí lo tiene, lléveselo”. Me lo encontré desnudo completamente, tirado en el suelo, rígido y sin reacción alguna", recuerda Juan José Escorza. Le indicaron que estaba borracho y drogado y cuando les preguntó que por qué estaba desnudo, le contestaron que no podían ponerle la ropa porque estaba rígido.


"Yo les dije que una borrachera así no la había visto nunca. Víctor no hablaba y solo se señalaba la cabeza", relata este vecino de Pradilla. Cuando les preguntó cómo podía llevárselo, le dejaron acercar la furgoneta a una zona reservada al personal, se lo cargó al hombro y así, desnudo, lo trasladó 25 metros y lo metió en el asiento trasero de su vehículo. Su rigidez era tan evidente que el padre, la médico y el enfermero no podían cerrar las puertas del coche. Cuando apenas había conducido 500 metros, el chico empezó a convulsionar de manera violenta y cayó entre los asientos.


Paró de nuevo el vehículo y abrió la puerta y ya no pudo casi ni cerrarla. En ese momento llegaron su madre Pilar y su tío Iñaki. Entre los tres lo reincorporaron y sosteniéndolo del pecho, lo llevaron de nuevo al centro de salud. Los padres solicitaron que llamasen a una ambulancia y lo trasladasen a Zaragoza. El vehículo sanitario (desde el centro se solicitó uno convencional) tardó 40 minutos en llegar.

A vida o muerte


Víctor Escorza era subido a la ambulancia a las 11.00 y la doctora de Tauste, según su madre, le decía que en cinco horas su hijo estaría pidiéndole "un trozo de tortilla de patata". "En menos de cinco horas mi hijo estaba siendo operado a vida o muerte y ahora tiene secuelas de por vida", subraya.


Los padres de Víctor Escorza denunciaron los hechos en los tribunales, que ahora acaban de archivar el caso al apreciar que la actuación de las dos doctoras del centro de salud fue correcta, como avaló una médico forense.


"No entendemos cómo en una exploración neurológica básica que se le practicó en el Clínico nada más ingresar reveló que tenía un grave traumatismo craneonencefálico y en todas las horas que estuvo en Tauste la única conclusión a la que llegaron fue que iba borracho", dice Pilar Catalán. Al juzgado aportaron partes médicos que en apariencia habían sido "modificados" posteriormente (en uno pone que lo trasladaron a ‘petición de la familia’, expresión que luego desaparece; y también mantienen que no se le hizo el llamado test de Glasgow, que detecta alteraciones neurológicas, aunque se refleja que sí).


El titular del Juzgado número 1 de Ejea archivó el caso argumentando que, como le informó la forense, al no haber dicho el propio Víctor que tenía un golpe en la cabeza ni haber un acompañante que lo indicara, y al tener signos de ir borracho y ausencia de lesiones externas, la exploración que se le hizo en el centro de salud fue "adecuada". En un informe posterior, la experta amplió que un estado de etilismo puede enmascarar un traumatismo craneal. Durante la instrucción judicial, ni las médicas ni el enfermero de Tauste fueron citadas a declarar ni como investigadas ni siquiera como testigos. La Audiencia ha confirmado el archivo y los padres no dan crédito a lo ocurrido. El juez exonera a los dos vecinos que fueron detenidos


Cuando Víctor Escorza estaba debatiéndose entre la vida y la muerte por una grave lesión cerebral, su tío Iñaki Escorza, de 36 años, denunció la agresión sufrida en el pub Papos, por parte de Mariano C. F., de 30 años, y Álvaro C. B., de 25, vecinos de Ejea y Pedrola. A él le causaron una herida abierta en la cabeza y ellos resultaron con contusiones y erosiones. El juicio por estos hechos está pendiente.


Un testigo aseguró que también habían golpeado al menor con una botella en la cabeza, pero la investigación judicial determinó que no fue así, ya que según otra quincena de testimonios, Víctor se cayó solo. El magistrado señala que el menor no presentaba vestigios de haber sufrido una paliza mientras estaba en el suelo ni de que le pegaran con una botella. "(...) parece claro que (de haber sido así) más personas habrían visto los hechos, pero ello no es así", dice.


En consecuencia, acuerda el sobreseimiento libre de las actuaciones abiertas contra Mariano C. y Álvaro C., defendidos por el abogado Sergio Baquero, y archiva el caso contra ellos, lo que ha confirmado la Audiencia.


Por el contrario, ordena que se investigue al testigo Luis C. C. -el que dijo que vio que le pegaban con una botella- por falso testimonio.  

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión