Seis meses para reconstruir una vida

España ha recibido a 470 refugiados de los 16.000 que prometió en noviembre de 2015.

Faten Fareed y Nafea Othman con una de sus cuatro hijos (Aya de 3 años) en Casa Palestina
Faten Fareed y Nafea Othman con una de sus cuatro hijos (Aya de 3 años) en Casa Palestina
Flor Medina

Faten Fared lleva en el rostro la marca de la guerra, una cicatriz provocada por un coche bomba que estalló en Bagdad en 2011. Cuatro años después de aquel incidente, emprendió su camino desde Irak hacia Europa con su esposo y sus cuatro hijos, el menor con apenas 27 días.


"Tuvimos miedo en el mar por nuestros hijos, pero nuestro propósito era sacarlos de allí y eso nos mantenía con ganas y esperanza", narra la pareja.


Cuando se les pregunta a Faten, de 26 años, y a Nafea, de 38, qué es ser un refugiado, se miran con una sonrisa lánguida. Lo cierto es que nunca pensaron que llegarían a serlo, pero la realidad en su país era cada vez más desesperante. Residían en la ciudad kurda de Erbil, rodeada de montañas y controles militares que se intensificaron con la caída de Sadam Husein en 2003. Durante más de una década su seguridad la convirtió en la base de tropas estadounidenses, organizaciones internacionales y compañías petrolíferas.


Pero todo eso acabó. El crudo dejó de tener tanta rentabilidad, la ciudad se empobreció y un nuevo enemigo entró a escena.

"Salir ya no era una opción"

"Hubo un momento en el que hubieron siete atentados seguidos en muy poco tiempo. La gente se asustó y empezó a huir", recuerdan. El miedo se apoderó de todos los habitantes cuando grupos de Daesh tomaron Mosul en junio de 2014, a solo una hora y media de Erbil. "Estábamos asustados porque nuestra ciudad era la siguiente".


Faten y Nafea vendieron su coche y su casa, llegaron a suelo turco y desde allí tenían la intención de cruzar el Egeo hacia Europa con la ayuda de un vecino kurdo que les pidió 5 mil euros. Pero el hombre desapareció con su dinero cuando llegó la Guardia Costera y el plan fracasó. Fue la primera vez que los estafaron, la segunda llegó cuando un sirio les cobró 1500 euros por el mismo objetivo. Al final encontraron otra oportunidad por 2 mil euros en un bote abarrotado por 75 personas. Llegaron a la isla griega de Leros y de allí al campo de Idomeni (entre Grecia y Macedonia). Tras 20 días en condiciones infrahumanas y una petición de asilo a 24 países, se les abrieron las puertas en España. “Salir ya no era una opción”, dicen.


Ellos son una de las caras de los refugiados que hoy se encuentran en Zaragoza. Ahora su mayor reto es aprender español y conseguir la suficiente autonomía para construir una nueva vida. Cuentan con seis meses en los que el programa  europeo de acogida al refugiado les provee de vivienda, ayuda y recursos para aprender el idioma.


Fuentes de Cruz Roja informan de que en principio los refugiados tienen seis meses en una casa particular o un centro, “salvo que haya un informe que justifique la situación de especial vulnerabilidad, lo que puede prolongar hasta un máximo de nueve meses la ayuda", pero en casos muy excepcionales", recalcan.


España ha acogido a 470 refugiados desde el 1 de noviembre de 2015. Una cifra muy inferior a los 16.000  que prometió el Gobierno en Bruselas tras la muerte de Aylan (2 de septiembre de 2015)."Primero queremos aprender el idioma y después vendrá todo"

Faten se dedicaba a coser y también cocinaba en una escuela infantil y Nafea era pintor. Por el momento, aprender español  es su objetivo principal para incorporarse al mundo laboral. Gracias a numerosos voluntarios, el sueño va en marcha. Uno de ellos es Ibrahim Abiat, exiliado palestino y miembro activo de la Asociación Casa Palestina en Aragón.


"Ayudar es nuestro deber como ciudadanos. El trato que reciban estas personas repercutirá en nuestra sociedad", dice Ibrahim quien además de acompañar a la familia de Faten y Nafea, traduce y enseña español a los 26 refugiados sirios que llegaron desde Líbano a Zaragoza el pasado 26 de julio.


"Es muy reconfortante que ellos se sientan seguros y sobre todo entendidos. Que tengan libertad y puedan hacer actividades que les levante la autoestima", afirma. Ibrahim ha emprendido varios encuentros en Casa Palestina para las familias acogidas, la última el pasado 19 de agosto.


"Los primeros días de un refugiado en un país te marcan para toda la vida", asevera Ibrahim y destaca que habituarse a nuevo sistema siendo refugiado requiere de mucha paciencia personal y un entorno capaz de entender y respetar las diferencias.


Nafea reitera que su única aspiración es la estabilidad de sus hijos de entre once años y 8 meses. "Ahora podemos pensar en el futuro, antes no podíamos hacer eso", reconoce. La familia dice que se sienten como una más. A pesar de la barrera del lenguaje, creen que al menos sus hijos podrán estudiar y eso los llena de felicidad.


Pero sueñan con que un día “el conflicto se solucione y poder volver. No nos imaginamos toda una vida lejos de nuestra familia", reconoce la pareja.

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