Tanto ha cambiado la ciudad de 2007 a esta parte, que es necesario confeccionar un nuevo mapa del ruido. El Ayuntamiento acaba de sacar a concurso un contrato de 21.778 euros para abordar esta compleja tarea, que radiografiará y medirá los decibelios en todas y cada una de las calles de la ciudad. El estudio se centrará en la relación del ruido con el tráfico (por encima de la contaminación acústica derivada de la industria o el ferrocarril), después de que la conclusión del informe de 2007 señalara a este como principal causante de que uno de cada cinco zaragozanos sufra más ruido del aconsejado: algunas viviendas de las arterias principales llegaban a alcanzar los 70 decibelios por la noche, cuando por norma no deberían superarse los 55.

La empresa que en cuatro meses haga el nuevo estudio tendrá que tomar muestras en distintos tramos horarios (día, tarde y noche) y registrar el nivel sonoro a una altura de cuatro metros sobre el suelo. Deberá incluir también los nuevos viales que no existían en 2007 (toda la zona de Ranillas, por ejemplo) e indicar las áreas especialmente sensibles al ruido, esto es, donde se concentren colegios y hospitales.

Los mapas de ruido se elaborarán a escala 1:5.000, las mallas de paso para efectuar los cálculos serán de 10x10 metros y el plano final deberá estar georreferenciado. También se indicará el número de viviendas y de personas que viven en cada zona para tener una idea de cuántos zaragozanos sufren problemas de ruido. En las mediciones de 2007 era casi un 20%, pero en el área de Medio Ambiente confían en que esta cifra se haya reducido de forma notable tras las medidas adoptadas los últimos años en aras de la sostenibilidad.

El tranvía y las zonas 30

Son muchos los cambios que ha experimentado la ciudad en estos once años y que tendrán un reflejo –supuestamente positivo– en las nuevas mediciones. Por ejemplo, en 2007 no se habían cerrado los cinturones que circundan Zaragoza (la Z-30 y Z-40 con sus correspondientes pantallas acústicas) ni tampoco existía el puente del Tercer Milenio, que ha alterado la rutina de muchos conductores. Más importante, no obstante, ha sido la implantación del tranvía que ha desalojado a cientos de miles de coches del centro. Baste el ejemplo de la plaza de Paraíso por donde en 2005 pasaba la friolera de 81.000 coches al día mientras que ahora lo hacen 59.000. También influirán las llamadas zonas 30, que se han extendido a más de 800 calles secundarias de la ciudad, y otras obras como el vial que se abrió en 2010 en el Picarral, entre la factoría de Saica y Cogullada, que evita el paso de 500 camiones pesados cada día entre las viviendas de los vecinos.

Según los resultados del estudio de hace nueve años, una de las áreas más preocupantes era la de Gran Vía y la plaza de Paraíso –donde la circulación se ha recortado de forma drástica– y el área del Portillo, la plaza de Europa y el paseo de María Agustín. Por este nudo viario aún continúan circulando más de 70.000 vehículos cada día, que pueden causar molestias a los más de 5.000 vecinos. «El problema, además, es que la calle es estrecha y los edificios son muy altos, con lo que el ruido reverbera», comentan algunos de los afectados, refiriéndose a lo que los expertos llaman ‘efecto túnel’.

Las mediciones –que se harán con un ‘software’ homologado por la UE– se hacen en las fachadas de los edificios por lo que en el interior de los mismos los decibelios son muchos menos en función de los sistemas constructivos y las medidas adoptadas.

Otras zonas con problemas de ruido por tráfico son Marqués de la Cadena, Alcalde Caballero (más ‘esponjada’ tras su reciente reforma), la avenida de Navarra o algunas zonas de Santa Isabel que quedan próximas a la N-II. Hoy en día los espacios que más circulación soportan son, por este orden, la rotonda de Gómez Laguna con Vía Hispanidad (83.000 vehículos al día), la intersección de Valle de Broto con la avenida de los Pirineos (73.500) y la mentada plaza de Europa (72.000).

En el lado opuesto, como es de esperar, los oasis sonoros de la ciudad que se recomienda preservar son los parques. El galacho de Juslibol, el parque Grande o el de Oliver mantienen intacta su paz, si bien hay algunas zonas verdes que se han visto amenazadas. Así, el parque del Tío Jorge sufre la cercanía de la avenida de los Pirineos, mientras que los Pinares de Venecia pueden verse lastrados por el desembarco de Puerto Venecia. También obtienen buena nota en lo que a pocos ruidos se refiere calles que se encuentran en fondo de saco, esto es, las que no tienen salida y por las que solo circulan los residentes de los edificios. En el Actur o la Bombarda hay un buen puñado.

Dos carencias principales

El pliego de condiciones para diseñar el nuevo mapa del ruido no incluye dos consideraciones que son continuamente reivindicadas por las asociaciones vecinales afectadas por la contaminación acústica. Por un lado, no está previsto que se mida el ruido del aeropuerto, a pesar de que los vecinos de Montecanal, Rosales o Valdespartera se quejan de que los despegues y aterrizajes de aviones civiles y militares acostumbran a superar los 95 decibelios.

El segundo ‘pero’ lo aportan quienes viven en zonas de ocio nocturno en donde el problema es que se dan picos de ruido que no registran las mediciones sostenidas. En calles como Heroísmo (con el tirón del Juepincho) o el entorno del Temple el problema se ha agravado desde que entró en vigor en 2012 la llamada ley antitabaco que ha hecho que los clientes de los bares salgan a la calle a fumar y a continuar con sus animosas conversaciones.