Tercer Milenio

En colaboración con ITA

​Envases inteligentes que alargan la vida de los alimentos

La pyme zaragozana Tecnopackaging participa en el proyecto europeo Biocomplack para desarrollar envases alternativos con propiedades mejoradas.

Lidia García, en las instalaciones de Tecnopackaging
Lidia García, en las instalaciones de Tecnopackaging
P. S.

Flexible, biobasado, biodregadable y con unas propiedades de barrera mejoradas. Son las cualidades de los envases que se van a crear dentro del proyecto europeo Biocomplack, en el que participa una única empresa española, la pyme zaragozana Tecnopackaging. Puede que hoy estas características sean desconocidas por muchos, pero dentro de unos años, probablemente definan a los envases de algunos de los alimentos más habituales de la cesta de la compra.


Estos particulares recipientes –elaborados con varias capas de film de PLA y adhesivo reforzado con nanocristales de celulosa- asumirán el reto de alargar el tiempo de vida y conservación de los alimentos que contengan, y permitirán reducir el impacto medioambiental originado por los residuos de toneladas de envases convencionales elaborados con derivados del petróleo. En concreto, mejorarán hasta en 100 veces las propiedades de barrera de otros envases biobasados, lo que se traduce en que el oxígeno y la humedad no alcanzarán el producto de su interior y el alimento tardará más tiempo en ponerse en mal estado.


En el marco de este proyecto, la empresa zaragozana -dedicada a la transformación de polímeros avanzados para producir piezas plásticas industriales y envases, y que destaca por innovar con matrices que provienen de la biomasa- va a aportar el desarrollo de un film con los anteriores rasgos técnicos, que consiste en una lámina flexible con cierta rigidez que permite ser doblada, cortada y soldada para crear diferentes formas de envase. “No es un film como el que tenemos en casa para envolver o tapar la comida”, señala Lidia García Quiles, técnica de I+D+I de Tecnopackaging, que indica que este bioplástico permite prolongar la durabilidad de los alimentos en diferentes niveles: “Algunos podrán durar hasta tres veces más, y otros algo menos, porque el oxígeno y la humedad no afectan de la misma forma, por ejemplo, a un fruto seco que a una pasta”.


La forma que tendrán estas futuras creaciones todavía no está decidida. “Podría ser desde el saquete del café hasta el envase de los macarrones o la bolsa que contiene la verdura fresca y troceada –señala García- ya que el producto presenta posibilidades para una gran cantidad de alimentos oxidables”.


El precio de estos productos será mayor al de aquellos cuyo sistema de envasado es convencional. Según los responsables aragoneses del proyecto, “repercutirá en el bien final porque el biopolímero es una materia prima más cara que el producto usual, que proviene del petróleo”. Sin embargo, desde la empresa reconocen que, a pesar de que industrializar este tipo de materiales bio es costoso, hacerlo tiene sus ventajas: “Compensará porque permite ahorrar a la sociedad, a las empresas y al medio ambiente. Alargando la vida de un alimento evitamos que los supermercados tiren a la basura aquellos que no han sido vendidos y que podrían estar en buen estado mucho más tiempo”, señala Lidia García.


Biocomplack forma parte del programa ‘Fast track to innovation’ de Horizonte 2020, que respalda “proyectos de innovación empresariales en colaboración para llevar al mercado productos, procesos y servicios sostenibles e innovadores que den respuesta a los retos de la sociedad y que sean competitivos en los mercados globales”. En este, cinco socios europeos trabajarán juntos durante 30 meses con un presupuesto de 2,7 millones de euros. “La Unión Europea no está financiando una investigación básica, sino la salida al mercado de un producto que se ha comprobado que funciona y que quieren que se industrialice demostrando cómo lo acepta el consumidor”, afirma la responsable de investigación y desarrollo de una empresa que nació hace ya seis años.


Durante este primer mes del proyecto, que fue presentado en Milán el 5 de julio, cuatro zaragozanos, miembros de la compañía, están implicados en el trabajo de planificación y organización. Anteriormente, “hicimos las pruebas de concepto, creamos un prototipo, estudiamos su comportamiento y vimos que había mucho potencial para lanzar un envase flexible de esta naturaleza”, cuenta Lidia, que incide en la importancia de que todos los materiales que le dan forma son biobasados y biodegradables, así como todos los que se añaden al polímero son naturales y no tienen riesgo de toxicidad.¿Es lo mismo biodegradable que compostable?

En 2013, Tecnopackaging incorporó a su campo de trabajo los polímeros biobasados y biodegradables, que comercializan en diferentes sectores como el agrícola, el de la alimentación o la cosmética. Para su creación utilizan recursos que provienen de fuentes naturales, de la biomasa, de plantas, de la producción microbiana…, pero nunca derivados del petróleo.


La técnica de I+D de la compañía asegura que, dada la existencia de una normativa muy específica en esta materia, es importante distinguir entre los características biodegradables de un producto y las cualidades compostables. “Cuando un material se degrada en elementos que vuelven a ser materia orgánica bajo unas condiciones de temperatura y humedad concretas y en un tiempo determinado, este es biodegradable”. Mientras, la compostabilidad es una variedad muy particular de la biodegradabilidad, pues los productos de este tipo “tienen que degradar el 90% de su estructura en menos de seis meses y sin dejar ningún resto tóxico”.“El bioplástico es el futuro”

“No hay que perder de vista que el petróleo es finito”, recuerda García, quien tiene claro que el futuro de este y otros sectores pasa por el bioplástico. Actualmente, estos materiales son utilizados de forma limitada y puntual por grandes marcas y empresas que ofrecen un valor añadido en sus productos. Sin embargo, desde Tecnopackaging vaticinan que en un periodo de aproximadamente cinco años, sus envases activos ocuparán los viales de las tiendas y supermercados y se consumirán de forma habitual. “Nosotros estamos asumiendo el riesgo de no saber si la gente los adquirirá, pero la sociedad tiene que ir acostumbrándose a los biopolímeros y el mercado debe ir absorbiéndolos”, argumenta Lidia García, al tiempo que explica que las políticas reguladoras en Europa ya son estrictas en esta materia para potenciar su consumo.


Un ejemplo es la modificación que la Comisión Europea realizó en 2015 sobre residuos de envases, con la que introdujo medidas para aminorar el uso de bolsas de plástico y proteger el medio ambiente. “La Directiva pretende eliminar las bolsas de plástico en la Unión Europea a partir de una reducción de 90 bolsas de plástico de peso ligero por persona el 31 de diciembre 2019, y 40 bolsas de plástico de peso ligero por persona el 31 de diciembre 2025”, reza.


Entre los objetivos y fechas marcadas en la normativa, también destaca la propuesta para 2017 del etiquetado y marcado de los productos de bolsas de plástico biodegradables y compostables para que sean fácilmente reconocibles, o que el consumo de la mayoría de productos de plástico como las bolsas o el papel de aluminio para uso individual sea solo de biopolímeros a partir de 2020.

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