Cuarenta jubilados para cuarenta ancianos solos

Los voluntarios de Zaragoza hacen posibles muchas de las actividades de la Casa Amparo.

Zaragoza cuenta con 3.845 voluntarios municipales
Cuarenta jubilados para cuarenta ancianos solos
Ernesto Gómez / Voluntariado por Zaragoza

La Expo propició su aparición en 2008 y desde entonces el grupo de los chalecos rojos no ha parado de crecer año tras año. Con la adhesión de 202 nuevas personas en 2015, el cuerpo municipal de Voluntariado por Zaragoza ya está compuesto por 3.845 personas que han realizado la formación básica y firmado su compromiso; personas que colaboran en la organización y el desarrollo de todo tipo de actividades sin otra finalidad que implicarse en la construcción de una Zaragoza más amable. A falta de que algunos completen la formación básica obligatoria, la cifra de inscritos para formar parte del equipo de voluntarios asciende hasta las 4.366 personas.


La media de edad de los voluntarios de Zaragoza es de 49 años y entre todos colaboran en acciones tan diversas como la recogida de alimentos para proyectos benéficos, desarrollo de grandes eventos o el acompañamiento a residentes sin familia de la Casa de Amparo, una de las tareas más exigentes y, al mismo tiempo, de las más discretas.


Gustavo García, director de la Casa de Amparo, describe la labor de los voluntarios de esta residencia como "una de las cosas más bonitas" de esta ciudad. Sin ellos, asegura, el lugar sería "mucho más triste" porque no sería posible realizar la mayor parte de sus actividades."Estoy enamorado del voluntariado", confiesa García agradecido por poder contar con su presencia y colaboración en el día a día. "Aportan mucha calidez humana, para nuestros residentes supone la diferencia entre ser feliz o no serlo".


De los 3.845 voluntarios de Zaragoza, 70 desarrollan su faceta más altruista en esta residencia para mayores dependientes sin recursos. Algunos ayudan a sacar adelante la coral o el grupo de teatro, otros ofrecen sus manos para empujar sillas de ruedas en salidas o excursiones, y otros, (40, exactamente), lo hacen a través de un programa de 'emparejamiento' o acompañamiento individual.


"Hay personas residentes que no tienen familia. Por muy bien que se les atienda les va a faltar ese calor humano", expone el director de la Casa de Amparo. Por eso, cuarenta voluntarios se han convertido en la única familia de cuarenta residentes hasta el punto de olvidar los protocolos y acabar dejando en casa su chaleco rojo. "Vienen a verlos como un familiar más. Establecen su ritmo de visitas, los sacan de paseo, les envían postales y los llaman por teléfono cuando se van de vacaciones. Participan en nuestras fiestas y actividades, los acompañan al médico y los van a ver al hospital... Cada 'pareja' es un mundo", concreta Gustavo. Por eso la relación entre voluntario-residente es siempre distinta y aún así el resultado siempre es el mismo: "Ese residente que estaba solo y no tenía visitas, ahora tiene a una persona que se ocupa de él de manera singular".


Manuel Carrera, de 66 años, es uno de estos voluntarios-acompañantes y tiene asignados a cuatro residentes a los que visita todas las semanas de forma individual. "Voy todas las mañanas de lunes a jueves. Cada día me toca con uno al que acompaño a hacer recados o a tomar un café. El resto de la semana casi no salen y cuando te ven llegar ponen una cara de alegría... Son como mi familia", expone orgulloso Manuel.


Este voluntario es además coordinador de un grupo de siete personas que quedan todos los jueves por la tarde para sacar a pasear a siete residentes de la tercera planta, los que más afectadas tienen sus capacidades cognitivas: "Solemos llevarlos al Pilar, a ver a la Virgen, porque eso lo agradecen mucho. Luego damos un paseo largo todos juntos". 


La media de edad de los voluntarios de la Casa de Amparo se eleva respecto al grueso del equipo de voluntariado. En 2015 hubo 260 días de acompañamiento individual en Casa Amparo y 215 días de actividades grupales. La dedicación que requiere esta tarea es, por tanto, mayor que la de otras actividades puntuales y por eso el grueso de los 'acompañantes' son personas jubiladas que reciben una formación específica. Aunque también hay jóvenes estudiantes. En 2015 fueron 38 las personas que recibieron esta formación que incluye, entre otras cosas, el manejo de una silla de ruedas y claves para con personas mayores de carácter difícil o con las capacidades cognitivas afectadas.


"Lo habitual son recién jubilados pero hemos tenido voluntarios de ochenta y muchos años que venían siempre que podían, por una simple cuestión de dedicación y entrega, a sacar a algún abuelo en silla de ruedas. Su labor es realmente admirable", concluye el director de la Casa de Amparo.

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