Los zaragozanos que intentaron enriquecerse registrando la imagen de la Torre Nueva

Dos particulares se hicieron con los derechos de fabricación de las réplicas en 1892.

El expediente de la patente, fechada el 14 de agosto de 1892
El expediente de la patente, fechada el 14 de agosto de 1892

Ricardo Español y José González, vecinos de Zaragoza, vieron en la demolición de la Torre Nueva una clara oportunidad de negocio. La construcción, que aún a día de hoy se echa de menos en la plaza de San Felipe, abandonó el skyline de la capital aragonesa entre 1892 y 1893. Desde un primer momento, los dos empresarios locales echaron mano del ingenio para inscribir la imagen a su nombre y así sacar rédito de las futuras copias a escala.


Fue el 14 de agosto de 1892, a las 9.00 de la mañana, cuando presentaron en la sede del Gobierno Civil de la provincia la memoria de la patente de invención que les iba a conseguir pingües beneficios. "Se ha concebido la idea de construir para la venta en España y dominios españoles, mediante privilegio por cinco años, torres nuevas hechas de oro, plata, bronce, latón, madera, cartón, barro y toda clase de materia utilizable para este objeto, así como de forma y tamaño que convenga, desde un milímetro hasta mil o más", detallan en su instancia.


El adiós al insigne vecino, a la mole torcida echada abajo piqueta en mano, iba a despertar en los vecinos de Zaragoza y alrededores la necesidad de adquirir un souvenir, un recuerdo con el que tenerla presente. Ese era el planteamiento de Español y González, que en seguida pensaron en la utilización de la icónica figura como "pisapapeles, tinteros y otras formas".


Los empresarios lo tenían todo planeado, también en lo que respecta a la elaboración de las reproducciones: "Las torres que se proyectan construir, la mayor parte en latón estampado y bronce fundido, han de servir como un recuerdo de la torre en demolición (...). La construcción de ellas será dividida en cuatro cuerpos más la veleta, a saber: pie de madera, pie de la torre, parte principal y tejadillo o chapitel, según la época".


Las cuatro partes, tal y como especificaban, "se unirán por medio de un alambre que, sujeto a la terminación, atraviese todos ellos verticalmente y los sujete por una tuerca atornillada, más la veleta. Las torres que se construyan en otras materias como cartón-piedra, barro y demás que se indican anteriormente, su construcción será según convenga".


"El pie de madera de la torre será a capricho del constructor en diferentes formas, y en él irá una tira de latón, estampadas las fechas de construcción primitiva y su demolición, así como otra tira de igual metal que dirá 'Recuerdo de la Torre Nueva' y, en el pie de metal o de la materia que sea, irá un sello con el nombre de los constructores", añadieron.


Detrás de ese sello, "y de manera perceptible nada más que para los constructores, irá una contraseña, con el objeto de observar falsificación si la hubiere. Esta consistirá en una estrella de cinco picos".


El archivo histórico de la Oficina Española de Patentes y Marcas conserva el registro original del expediente, el número 13.650. La idea, para desgracia de los dos particulares, perdió fuerza en poco tiempo. Apenas se mantuvo viva dos meses, cuando caducó la patente después de que Español y González viesen que la empresa no marchaba y dejaran de hacerse cargo del canon. La intención no fue suficiente.

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