Cada día, a eso de las tres de la tarde, Jesús García se dispone a salir de su colegio, el Guillermo Fatás de Santa Isabel, junto a los alumnos de 4º, 5º o 6º de primaria, y cruzar dos calles hasta llegar al pabellón municipal Fernando Escartín. Él, profesor de educación física, es quien abre y cierra la puerta, porque, salvo los escolares, no hay nadie más en la instalación. "Si aquí pasase algo, tengo que llamar por el móvil al colegio, suspender la clase e irnos. No tenemos a quién recurrir del Ayuntamiento hasta que venga el funcionario luego", afirma.

"Al menos ahora nos dejan sin candado las puertas de emergencia, algo hemos logrado", señala. No en vano, el director de este centro, Manuel Fernández, envió hace varios meses una carta al Consistorio con diversas demandas, entre ellas por ejemplo tener acceso al cuadro de mandos de las canastas, y también que hubiese personal municipal durante su horario de disfrute de las instalaciones. La respuesta, datada el 8 de febrero, fue textualmente que no sería posible al estar "sin personal fijo de lunes a viernes por las mañanas". "Para que un pabellón esté en perfectas condiciones tiene que haber un responsable de la instalación. Y si no, que contraten más gente", afirma este director.

Mientras los chavales corretean por el pabellón, Jesús se suelta: "Pueden pasar mil cosas, que se vaya la luz, que al accionar el mecanismo para que bajen las canastas un día falle, que alguien se ponga malo...", enumera el profesor. "Yo creo que es absolutamente necesario que aquí haya alguien, de hecho vienen a las cuatro, nos pillan en el último tramo de la clase, pero al principio tenemos que buscarnos la vida todos los días", insiste.

Asegura que no tiene acceso a la ventanilla desde donde se puede usar el teléfono, ya que pertenece al personal municipal, y que la situación "no tiene visos de cambiar".