“Hacía falta valor para vivir en Las Fuentes hace 56 años”

Magdalena Zapater, de 89 años, ha estado siempre ligada al movimiento vecinal y reivindicativo del barrio.

Magdalena Zapater, con su hijo, Antonio Garrido, miembros de la AVV Las Fuentes
Magdalena Zapater, con su hijo, Antonio Garrido, miembros de la AVV Las Fuentes
M. P.

Magdalena Zapater tiene 89 años, las piernas no le funcionan con la soltura que ella quisiera pero la memoria le marcha como el mecanismo de un reloj suizo. Y a su ritmo, aún repasa los listados de socios de la Asociación de Vecinos de las Fuentes, quita las bajas y añade los nuevos. Ahora, ella es la decana de sus cerca de 800 miembros.


“Hacía falta valor para venir a vivir a Las Fuentes hace 56 años”, cuando ella llegó a un barrio “muy mal comunicado, teníamos que salir a Miguel Servet porque no había otra salida, estaban las calles sin asfaltar, se hacían unos charcos que daba pena y aquí no querían venir los taxis, y ahora … fíjate que barrio más hermoso”, comenta, aunque “podría estar un poquico mejor si hubiera gente no fuera tan sucia con los perricos”, apostilla, con sonrisa clara y mirada viva y risueña.


Aquel aislamiento tenía sus pros y sus contras. “Yo solicité el teléfono y la Telefónica tardó cinco años en ponérmelo, porque no había líneas, y el gas llegó con el tranvía”, rememora. Eso sí, cuando había fiestas en la barriada de Vizconde Escoriaza “había fiestas para todo el barrio, ahora el barrio es muy grande”, y “teníamos tiendas pequeñicas alrededor donde encontrábamos de todo, y estaba el Bar Español”, que aún permanece junto a la Fundación El Tranvía, donde acude Magdalena con frecuencia y desde donde posa para este reportaje.


Dice Magdalena que en realidad ella nunca tuvo un papel relevante en las juntas de la asociación, pero ha estado vinculada al movimiento vecinal desde que se creara la Asociación de Cabezas de Familia en 1973, cuando “teníamos que pedir permiso para reunirnos a la Policía, que venía y allí se estaba”. Después, en 1977 la entidad se transformó en Asociación de Vecinos, que tuvo como gran impulso de unión ciudadana el rechazo a un proyecto de gasolinera en la Plaza de Nuestra Señora del Portal, entre las calles Maestro Mingote y Nicanor Villa. “La gente se tenía que unir de alguna manera”, recuerda Zapater.


Luego vinieron otros muchos movimientos, y logros, como los del Parque Torreramona -“menuda lucha que hubo allí”, comenta mientras va repasando los años -, el centro de la Tercera Edad, los centros médicos… Y pasado el medio siglo de vida de colaboración desinteresada por el avance y la mejora de su entorno más cercano hace buen balance. “Estoy muy satisfecha, porque no nos falta nada en el barrio”, dice, bajo la mirada atenta y conmovida de su hijo, Antonio Garrido, miembro ahora en la Junta de Vecinos. Debe ser que el inconformismo y la voluntad del trabajo por el bien común tienen un componente hereditario.

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