Semillas vecinales para impulsar una ciudad más verde

El parque Bruil acogió ayer por quinto año consecutivo la plantación de árboles que varias entidades llevan a cabo para reivindicar la importancia de proteger la vegetación.

Los más pequeños ayudaron a plantar nuevos árboles ayer en el Parque Bruil.
Los más pequeños ayudaron a plantar nuevos árboles ayer en el Parque Bruil.
Guillermo Mestre

Una mañana primaveral de domingo. Sol, buena temperatura, el día perfecto para salir a pasear y, por qué no, relajarse a la sombra de un árbol. No obstante, desde hace unos años este sencillo placer corre peligro de perderse para los vecinos del parque Bruil. El que es el espacio verde más antiguo de la ciudad –data del sigloXIX– acusa la falta de cuidados por parte de las administraciones, por lo que cada año se pierden veinte ejemplares de encinas, chopos o plátanos, entre otras variedades que pueblan el histórico jardín.


El último en peligrar, un enorme almez que los vecinos ya daban por difunto y al que por sorpresa le han crecido algunos tímidos brotes en las últimas semanas. Sin embargo, nadie se crea muchas esperanzas. "Desgraciadamente está muerto. Es el canto del cisne", apunta resignado Mariano Mérida, de la Asociación Naturalista Ansar. Esta organización, junto con las entidades vecinales ‘la Madalena Calle y Libertad’, y Parque Bruil–San Agustín; las Ampas de los colegios Tenerías, Gascón y Marín y Cándido Domingo; y el Centro de Tiempo Libre Esbarizaculo, comprendieron la gravedad de la situación y decidieron poner su granito de arena a través de una plantación popular anual que ayer llegó a su quinta edición.


En esta ocasión, los vecinos colocaron dos branquiquitos y una adelfa, que se sumaron a los trece árboles que el Ayuntamiento plantó el pasado viernes. Ismael Prado, de la junta de la asociación vecinal Parque Bruil-San Agustín, es el encargado de cuidar y preparar durante el año los tres o cuatro ejemplares que las entidades del barrio aportan. "Vimos un problema: los árboles morían y no había reposición", recuerda Prado.

"No pueden talarlos porque sí. Son un valor para la ciudad", añade Seila Hernández, de la asociación de la Madalena, que recuerda que hasta que los vecinos no dieron "la voz de alarma" el Consistorio no comenzó a intentar proteger la riqueza vegetal del parque. Un patrimonio natural que, como explica Mariano Mérida, tiene "una importantísima repercusión en la calidad de vida de los ciudadanos" gracias a la mejora del aire, como espacio de ocio y para potenciar la biodiversidad y que se ve olvidado por las administraciones hasta el punto en que el Catálogo de Árboles Singulares –un compendio de los ejemplares más importantes de Zaragoza– se ha ganado el apodo de "Catálogo de la Muerte", por la pérdida de la mayor parte de árboles en él señalados.


Toda esta campaña de concienciación no tendría recorrido si no llegara a quienes van a construir el futuro. Por eso, la mayor parte de los presentes ayer fueron jóvenes que, con la ayuda de las actividades de unos duendes llamados Flor, Hoja y Esqueje, aprendieron la importancia de cuidar la naturaleza. "Me gusta jugar con los árboles", señaló Ayami –‘flor preciosa’, en japonés–, una niña de seis años que, junto con su madre, Melody, ayudó a rellenar los agujeros donde plantaron los vecinos. Mucho entusiasmo puso en esta tarea el pequeño Alexander, de tres años. "He venido con mi camión para volcar la arena en el árbol", indicó orgulloso el chaval señalando un pequeño tráiler de juguete. Su madre, Almudena Campos, valoró la positivamente la iniciativa: "Muy bonita para el barrio y para que los niños empiecen a ser conscientes de la naturaleza".


La jornada se cerró con un manifiesto en el que se recordaron algunas talas desastrosas como la de la calle de Mored, y en el que se pidió al Ayuntamiento de Zaragoza "que dedique más atención y recursos" a los árboles, verdadera savia de la ciudad.

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