Carlos Hué: “Aprender a hacer amigos debería ser la asignatura más importante”

Carlos Hué (Zaragoza, 1951), psicólogo y pedagogo, está especializado en el manejo de las emociones y ofrece charlas sobre la felicidad.

Carlos Hué, en el zaragozano paseo de la Independencia.
Carlos Hué, en el zaragozano paseo de la Independencia.
Oliver Duch

¿La felicidad se puede aprender?

Se puede y mucho. Yo soy un ejemplo. Con 50 años descubrí la inteligencia emocional y desde entonces he cambiado, he aprendido a valorar las pequeñas cosas.


¿Qué le hizo cambiar?

Hace 13 años me diagnosticaron un cáncer de colon y aprendí que cuando respiraba, vivía. Y que mientras estás vivo, puedes elegir entre ser feliz o ser infeliz. Así que descubrí lo importante que es la gente que tengo alrededor, aprendí a dar las gracias, a decir piropos... Por cierto, llevas un jersey precioso y ese corte de pelo te sienta muy bien.


¡Gracias! Así da gusto. Pero reconozca que hay gente que tiene la felicidad instalada de serie y otra que es más gris...

Por eso yo hablo de los débiles emocionales, entre los que me encuentro. De esa gente que de niños no supieron recibir la asertividad o la autoestima suficiente para que no les importe el qué dirán. Son chavales que lo pasan mal en el colegio. Y por eso, aunque en clase hay que aprender matemáticas y lengua, también habría que formar en autoestima y empatía. Aprender a tener amigos debería ser la asignatura más importantes.


Oiga, y usted que sabe mucho de esto, ¿me da algún truco facilito para ser feliz?

Hay que estar contento con lo que tienes y apreciarlo. Hay que valorar a la gente que te rodea. Siempre podemos aprender del otro, y si el otro es distinto, aprenderemos aún más. Y por último, hay que tener proyectos. Sobre todo a largo plazo, planes que te cambien la vida.


Pero a veces parece que se nos exige ser felices siempre. Y eso tampoco es, ¿no?

Es que no se puede exigir a nadie que sea feliz, se puede aprender a serlo, pero son cosas distintas.


Y el sufrimiento también forma parte de la vida...

Claro. Y sufren los optimistas y los pesimistas. La clave es la capacidad de adaptación al sufrimiento. Nadie va a evitar que lleguen la tristeza y la frustración, pero se pueden sobrellevar.


¿Eso es inteligencia emocional? ¿Ser feliz cuando hay que serlo y saber estar triste cuando toca?

Y pensar que la vida es muy bella. Pase lo que pase, nunca nos podrán quitar nuestra vida interior. En Occidente la practicamos poco, pero se trata de reflexionar sobre quién eres, qué tienes y adónde puedes llegar.


Usted enseña a ser feliz en lo que llama ‘particonferencias’. ¿Viene de ‘party’ (fiesta, en ingles)?

No exactamente. El ‘parti’ es de participación, aunque también juego con el significado en inglés. Yo creo que la verdad absoluta no la tiene nadie, así que cuanto más gente haya en una sala, más verdad habrá. En una conferencia, el público puede saber más que el conferenciante, y por eso yo intento democratizar mis charlas, para que de las vivencias de los asistentes, de la discusión, salgan verdades.


Pero la gente termina sus charlas riendo y dándose las manos...

Lo que intento es impartir psicología para aumentar la ilusión de quienes me escuchan. Por eso me gusta que me llamen ilusionista. Y en mis ‘particonferencias’ la gente se lo pasa de miedo.


Usted dice que todo el mundo es excepcional. Pero hay cada mal bicho por ahí...

Todo el mundo es excepcional, pero no todas las conductas son excepcionales. Lo que pasa que no es fácil juzgar los comportamientos de los demás, porque no conocemos todas las circunstancias de su vida. Y quizá, en su misma situación, nosotros actuaríamos igual. Yo creo que todos estamos llamados a la excelencia y lo que tenemos que hacer es ayudar a que el otro sea excelente.


¿Necesitamos a los demás para ser felices?

Sin el otro no se puede ser feliz. La vida es una moneda de dos caras, en una estás tú y en la otra, los demás. Para que tú crezcas, los demás tienes que crecer también.


Pero ahora, con el éxito de las redes sociales, hay muchos amigos de Facebook o de Twitter. ¿Eso cuenta?

Las redes sociales, internet, facilitan la amistad, pero solo eso no sirve. Es necesario el cara a cara. Hay que ‘desvirtualizarse’ y quedar a tomar cañas.

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