Menos de medio centenar de mercados tradicionales sobreviven en Zaragoza

Las grandes superficies, los nuevos hábitos de consumo y la escasez de jóvenes comerciantes minan su futuro. Algunos se mantienen bien gracias a las reformas, los precios y los horarios.

Mercado situado en Puerta de Sancho, en La Almozara.
Mercado situado en Puerta de Sancho, en La Almozara.
Francisco Jiménez

"Esta ciudad llegó a tener 106 o 108 mercados, aparecían como las setas", recuerda Ezequiel Alegre, cuya carnicería nació en 1960, al abrirse el Mercado París (calle León XIII). Aunque el más antiguo de Zaragoza es el Mercado Central (que data de 1903), lo cierto es que en los 60, con el fuerte crecimiento de la ciudad, hubo una eclosión de mercadillos que continuó algo más moderada durante las dos décadas siguientes, para frenar en seco en los 90 y empezar una regresión que ha hecho que hoy día la ciudad cuente con 48 abiertos, y algunos de ellos en riesgo cierto de extinción.


Visitar los mercados zaragozanos es asomarse a microcosmos muy diferentes, condicionados todos por algunas circunstancias sociales, pero afectados cada uno por sus particularidades propias.


Los hay pequeños que funcionan a pleno rendimiento gracias a haber realizado reformas y reducido su tamaño, como el Altabás de la calle Sobrarbe (con media docena de puestos que ocupan la mitad de lo que fue; la otra parte aloja hoy una clínica Vitaldent) o el Santander, en Delicias, que cedió gran parte de su superficie a un supermercado DIA pero la que queda está completa con cuatro negocios en marcha.


Los hay medianos o grandes que están manteniendo el tipo, como el Puerta de Sancho en La Almozara (solo uno de sus 32 puestos está cerrado), el Arzobispo Domenech junto a Gran Vía (que ha incorporado negocios atípicos en un mercadillo, como un agente inmobiliario o una tienda de arreglo de ropa), el Ganivet en San José o, en Las Delicias, el Avenida de Madrid (antiguo Requeté Navarro), el Delicias, el Ciudad Jardín o el Gran Centro Comercial Delicias, este último con 72 negocios en marcha y más de 150 personas trabajando (pese a no haber logrado que el Ayuntamiento atendiese la demanda de contar con una zona de aparcamiento próxima para los clientes).


Pero también los hay que llevan camino de cerrar, como ya ocurrió ­–entre otros– con mercados como el Torresol (en Tomás Bretón), el Estación y el Cataluña en la Jota, el San José en Tenor Fleta, el Miguel Servet en Las Fuentes o el Avenida de América en San José (cuyo hueco ocupa ahora un enorme bazar chino llamado Caprichos).Sin amas de casa

Cuando en 1960 fue inaugurado el mercado San Francisco, en la plaza del mismo nombre, en Heraldo apareció una página que glosaba "sus magníficas instalaciones", diseñadas "al servicio de las amas de casa", que "tenían que trasladarse a otras zonas de la ciudad bastante alejadas de su residencia para efectuar sus compras".


Hoy día, se ha reducido el tiempo dedicado a labores domésticas –entre ellas ir a comprar– porque las mujeres también trabajan fuera de casa, y gran parte de las familias consideran normal coger el coche y hacer varios kilómetros para ir a hacer compras rápidas en grandes centros comerciales. Sin duda, ambas cosas están relacionadas con que a aquel espléndido mercado de 43 puestos solo le queden dos negocios abiertos.

La competencia de los supermercados (en 2009 había censados más de 150 en Zaragoza) y la burbuja inmobiliaria que a principios de siglo centrifugó a los jóvenes hacia la periferia, por los exorbitantes precios de la vivienda en los barrios más céntricos, también han minado la continuidad de los añejos mercadillos, que se han encontrado con una clientela envejecida difícil de relevar, dado el cambio en los hábitos de consumo.


Igualmente, han afectado a su actividad las modificaciones urbanas. En el mercado Casablanca argumentan que la supresión de paradas de bus en su calle cuando se hizo el tranvía hizo que bajase su clientela, lo mismo que pasó en el mercado Azoque con el traslado de los juzgados a la Expo y de parte del Ayuntamiento al Seminario, con su personal corrrespondiente. En el mercado Fleta cuentan que el reciente carril bici perjudica al comercio de Tenor Fleta porque impide que los coches hagan parada en doble fila para recoger pedidos.


Sin embargo, el desarrollo urbanístico de barrios como Valdespartera dio lugar en 2012 a la primer apertura de un mercado desde 1988, a iniciativa del Ayuntamiento y gestionado por Mercazaragoza."Nos han hecho polvo"

"Zaragoza es la única ciudad de España con tanta gran superficie por habitante", critica Francisco Piqueras desde su carnicería en el mercado Torrero, y Laura Fruto, que regenta una pollería en el Siro de Las Fuentes, lo remacha: "Las grandes superficies nos han hecho polvo". Ellos resumen una queja que se puede oír en casi todos los mercados, junto a otra relativa al escaso apoyo y las muchas imposiciones y gastos que tienen los tenderos autónomos.


Sobre la clientela, Joaquín Ruiz, cuarta generación de una familia de fruteros que tiene su puesto en el mercado Cruce de Compromiso de Caspe, dice que hay "gente joven que a lo mejor no viene por la rapidez de la compra en las grandes superficies, pero el tiempo que ganan en ellas lo van a perder de vida", aludiendo a que es más saludable comer los productos lo más frescos posible. El carnicero Francisco Pradilla, del mercado Victoria, matiza que los jóvenes no compran en mercadillos porque apenas cocinan y que "contra eso no se puede luchar".


La falta de juventud también se sufre por la parte de la oferta: pocos se animan a seguir con el oficio. Jesús Ganuza, pescadero en el mercado Venecia (Torrero), dice que los jóvenes no quieren coger los puestos porque oyen las desventuras de los padres y lo esclavo que es ese trabajo. "Yo me levanto a las 3.00 y salgo a las 15.30. Y si no ves resultados, no sigues", comenta. Algunos lamentan que ya no exista la figura del aprendiz y ven normal que los jóvenes no quieran meterse en el "berenjenal" que supone arriesgar un capital sin ayudas ni facilidades y padecer los inconvenientes económicos y administrativos de ser autónomo.


No obstante, en algunos mercados ha aparecido otro tipo de relevo: el de los inmigrantes. Los hay que se animan a montar un puesto y también los hay que son ya asiduos clientes, como se ve, por ejemplo, en Delicias.

Un problema más reciente ha sido la crisis. Carlos Blasco, carnicero en el mercado Montemolín, comenta que "nunca se había vivido una tan larga y tan profunda", y que en los últimos años ha habido clientes a los que dejaron de ver, aunque también han ido llegando nuevos, jóvenes, cuando ha pinchado la burbuja inmobiliaria y los pisos han vuelto a precios razonables en la zona.


Por otra parte, él cree que ayuda el irse adaptando a las nuevas costumbres, por ejemplo abriendo por la tarde. Cuenta que a él su padre le enseñó que "si el cliente va de propio a tu puesto y no estás, irá a otro sitio, y si le gusta, igual ya no vuelve". Eso ha hecho que en muchos mercados hayan ampliado horarios, habilitado pago con tarjeta, creado páginas web donde es posible hacer los pedidos, mejorado sus instalaciones con climatización y aseos, o incorporado servicios de reparto a domicilio (algo que, curiosamente, anunciaba como aliciente en su apertura en 1964 el mercado Fleta, que además contaba entonces con establecimientos de confecciones, perfumería y artículos de limpieza).


En el mercado Ciudad Jardín, que hoy cuenta con aire acondicionado, calefacción e incluso iluminación de alta eficiencia energética con led, Pilar García, presidenta y dueña de un puesto de menuceles, señala otro aspecto: "No nos sabemos vender, es un problema de marketing, somos muy individualistas. Nos falta aprender mucho en ese sentido y hace falta, porque la sociedad se mueve mucho hoy día".


Pero los mercadillos aún conservan puntos a su favor: "En relación calidad-precio, los mercados seguimos siendo los más baratos en alimentación", afirma sin dudar José Manuel Lahoz, carnicero en el Gran Centro Comercial Delicias. El frutero Joaquín Ruiz también es optimista y opina que los mercados "van a resurgir, en Europa resurgen ya", porque "es una forma ancestral de mercado en la que hay sinergias entre unos puestos y otros". Dice que, además, las tiendas aisladas "son más caras porque no pueden compartir gastos como hacemos entre los comerciantes en los mercados".

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