¿Quién dijo que los abuelos no pueden ir de colonias?

Niños, de entre 4 y 10 años, y mayores se han unido esta semana para disfrutar del programa 'Colonias con mis yayos', que organiza la Fundación Federico Ozanam.

Loren junto a una niña durante las colonias.
Loren junto a una niña durante las colonias.
A. M.

¿Quién dijo que las personas mayores no pueden jugar al pañuelo o mover sus caderas a ritmo del 'hula-hoop' para dejar a los más pequeños con la boca abierta? Un grupo de abuelos de la residencia CAI-Ozanam de la Fundación Federico Ozanam del barrio Oliver puede hacer eso y mucho más.


Pero, lo hacen acompañados de los más pequeños y "con la ilusión de convivir, compartir enseñanzas y sobre todo darnos cariño", explica Benita Morales, una de las residentes del centro que participa en el programa de colonias intergeneracionales que ha organizado la fundación esta última semana de junio. 


En el proyecto 'De colonias con mis yayos' participan 15 niños de entre 4 y 10 años y los más de 200 abuelos de la residencia, que tienen libertad para decidir si ese día acuden o no a las actividades programadas. "La idea es juntar dos generaciones para que unos aprendan de los otros. Nuestros mayores son los mejores maestros en la escuela de la vida, mientras que los niños les dan vitalidad, energía y alegrías", comenta María Bosque, una de las coordinadoras del proyecto.


Este programa se lleva realizando desde hace tres años. La buena acogida de las anteriores ediciones "nos ha obligado a repetir", apunta Bosque: "Cada año se animan más residentes y niños, que son familiares de los trabajadores de la fundación". Y es que las actividades del programa son muy jugosas.


Juegos tradicionales como el pañuelo, el tira y afloja, los bolos y hasta yoga componen parte de la oferta de actividades recreativas. También hay tiempo para la cocina. Los más pequeños hicieron de chefs con la ayuda de los mayores para elaborar una exquisita tarta decorada con fondant. Y, para bajar los dulces por la tarde, sesión de cine en compañía de los más sabios. 


"Estar con ellos es sinónimo de disfrutar. Me dan la vida y por unos días son como mis nietos", dice Loren Picazo, una anciana que a pesar de tener 92 a sus "espaldas" baila el tango y trabaja el arte de la interpretación en las clases de teatro de la residencia. Con esto, continúa Loren, "queremos demostrar que la edad no es tan importante como se piensa, es solo un número", asegura. 


Nayara es la más pequeña del grupo, 4 años. Pero eso no le impide ser la "más charlatana" ni tener a su "yaya preferida del grupo, Pascuala". El motivo no es otro que el tiempo que pasa con la pequeña. "Juega mucho conmigo", confiesa. "Pascuala es sordomuda pero se entiende a la perfección con los niños. Además es muy activa, participa en todo", apunta una de las coordinadoras. 


El momento favorito de Benita Morales, que prefiere guardar el secreto de su edad aunque aclara que "son muchos los años que tiene", es el del desayuno. Mientras los abuelos realizan la comida más importante del día, los quince niños aparecen en el comedor con diferentes instrumentos para amenizar las primeras horas. "Yo les toco la flauta", dice Nayara orgullosa. "Es mi instrumento favorito", aclara. 


Pero, además de divertirse también hay tiempo para instruir a ambas generaciones. Este jueves una patrulla de Seguridad Vial visitará el centro del barrio Oliver para ofrecer una charla sobre la importancia de respetar las señales y enseñar a los niños y abuelos a identificarlas.


De hecho, este miércoles practicaron pintando y dibujando los señales de tráfico más comunes para ser unos alumnos aventajados. Aunque, según Abilio, hasta el momento, "lo mejor de la jornada" ha sido el juego del pañuelo en parejas con los yayos. "Ha ganado el equipo rojo, aunque digan que ha sido un empate técnico", confiesa el chico de 10 años, que señala que se ha asombrado con la vitalidad de los abuelos. "Corrían para llegar a coger el pañuelo. Se esforzaban más que nosotros", concluye entre risas.