Ruta al infierno

Son algo más que barbudos vestidos de cuero. Muchas bandas vetaban a negros e hispanos. Son homófobos y rechazan la igualdad entre hombres y mujeres

Una escena de la pelívula 'Easy Rider' .
Una escena de la pelívula 'Easy Rider' .

El culto a la muerte está muy presente en los códigos que manejan las bandas moteras. El recuerdo al fallecido es uno de los ritos que dan sentido a las cofradías que han hecho de la carretera una religión. Ni siquiera el fin de la vida es capaz de quebrantar la lealtad sin límites que se profesan los integrantes de la hermandad, así que los aniversarios de los difuntos adquieren en cada círculo local –se denominan capítulos– rango de solemne festividad. Se visita la tumba, se acompaña a los familiares del finado en la ceremonia religiosa en caso de que la haya y se aprovecha el encuentro para hacer una salida en moto. Además, siempre queda un rato para recordar las anécdotas que se compartieron con él al calor de una charla entre "birras".


Es muy posible que después del tiroteo que se saldó el domingo pasado con la muerte de nueve moteros en Texas, la jornada del 17 de mayo aparezca a partir de ahora marcada en rojo entre los seguidores de muchas de esas bandas. El incidente, el más grave de los protagonizados entre grupos moteros desde que vieron la luz a mediados del siglo pasado, ha sembrado la alarma entre las autoridades estadounidenses y avivado el viejo debate sobre su ilegalización. También ha alimentado la épica de esas bandas, cuya ideología descansa en valores primarios pero de gran eficacia a la hora de movilizar a sus seguidores. La brutal violencia de la que hicieron gala los protagonistas del enfrentamiento, que empezó a puñetazos y acabó en un auténtico baño de sangre, ejerce un efecto perturbador a medio camino entre la curiosidad y la repulsión.


Abundan las especulaciones sobre lo ocurrido. La versión facilitada por la Policía texana habla de un enfrentamiento multitudinario entre dos centenares de miembros de al menos cinco bandas que se habían dado cita en la cafetería de un centro comercial de la carretera entre Waco y Austin, al sur de Dallas.

Interrogados más de 170 detenidos, todo parece indicar que la matanza podría tener que ver con una alianza entre los ‘Cosacos’ y los ‘Ángeles del Infierno’ para intentar arrebatar a los ‘Bandidos’ su hegemonía en territorio texano. Según algunas fuentes policiales, lo que estaría en juego es el control del tráfico ilegal de armas y metanfetaminas en uno de los estados más ricos del país. Aunque hasta ahora los Cosacos se consideraban un club secundario, es muy posible que después de este episodio asciendan de categoría y pasen a formar parte de la ‘liga de las superbandas’ junto a los ‘Ángeles del Infierno’, los ‘Bandidos’ y los ‘Outlaws’.


La primera es sin duda la más conocida. Su símbolo es una calavera alada, herencia del grupo de aviadores de la II Guerra Mundial que la fundó en California hacia 1948. Era uno más de los cientos de clubes que habían surgido en EE. UU. después de que los excedentes de las motos usadas por el Ejército en la contienda saliesen a la venta a precios de saldo. Las carreteras se llenaron de miles de ‘indians’ y ‘harleys’ preparadas –entonces no existía el término tuneado– gracias al ingente stock de repuestos bélicos y conducidas por excombatientes ávidos de nuevas sensaciones y sin mucho que hacer.


Fue en la pequeña localidad californiana de Hollister donde en 1947 prendió la llama del estigma que persigue hoy a muchos moteros: las inocentes gamberradas protagonizados por algunos de ellos –rotura de escaparates y semáforos– fueron magnificadas hasta el punto de que la opinión pública los equiparó a criaturas satánicas. La Asociación Motorista Americana (AMA), que agrupa a los principales fabricantes, se desvinculó de los incidentes y recordó que el 99% de los usuarios de motos cumplen la ley. Algunos aprovecharon la declaración para identificarse con el 1% restante reivindicando su condición de ‘outsiders’, lo que explica que muchas bandas hayan hecho de ese porcentaje una de sus señas de identidad y lo luzcan como uno de sus emblemas.


De los Rollings


Los ‘Ángeles del Infierno’ no tardaron en alcanzar un gran arraigo. Su condición de movimiento antisistema les dio una enorme proyección en los medios de comunicación de la época. El cine hizo en 1953 un primer retrato a través de la película ‘Salvajes’, protagonizada por Marlon Brando. El aura de rebeldía que adornaba al actor revalorizó la figura de las bandas a los ojos de una juventud en busca de referentes. Fue el pistoletazo de salida para un género cinematográfico, el de las películas de bandas moteras, que alumbró obras como ‘Easy Rider’ y que ha tenido continuidad en series de televisión como ‘Sons of Anarchy’, que se sigue emitiendo con éxito en Estados Unidos.


El auge de los ‘Ángeles del Infierno’ tiene además mucho que ver con la figura de Sonny Berger, un tipo carismático que se incorporó al grupo en 1956 y que desde entonces ha sido su rostro principal. Él fue quien dio la cara cuando uno de sus colegas mató de un navajazo a un espectador negro que había sacado una pistola en un concierto de los Rolling Stones en 1969.


Los moteros habían sido contratados como servicio de orden por el propio Mick Jagger y el desenlace provocó una polvareda que terminó de catapultar a la banda. Además de nutrir sus filas con miles de seguidores, la explosión mediática de los ‘Ángeles’ provocó la aparición en cascada de un sinfín de nuevas bandas: Vagos, Warlocks, Bandidos, Free Souls, Highwaymen, Sons of Silence, Outlaws, Pagans, Mongols... son solo algunas de ellas.


Todos los grupos bebían en la misma fuente: un militarismo pretendidamente rebelde trufado de referencias nostálgicas a la ideología y los símbolos de los estados sureños derrotados en la guerra civil estadounidense. Al principio no admitían negros ni hispanos entre sus miembros, aunque con los años algunos grupos han relajado sus exigencias al respecto. Otros han suavizado el uso de la iconografía nazi que exhibían en sus orígenes. Pero a pesar de que el tiempo ha redondeado sus aristas más afiladas, siguen teniendo un marcado sello conservador como lo prueba su oposición frontal a la homosexualidad o a la igualdad entre hombres y mujeres.


El fenómeno ha tenido una sorprendente aceptación fuera de los Estados Unidos. En Europa ha calado sobre todo en países como Alemania, Dinamarca y Suecia, donde ha entroncado con un ultraderechismo de corte marginal con tentáculos en el narcotráfico y la prostitución. La detención hace un par de años en Mallorca de uno de los líderes de la sección germana de los Ángeles del Infierno, un gigantón llamado Frank Hanebuth, sacó a la luz una tupida trama de explotación sexual de mujeres y blanqueo de dinero con conexiones en Turquía que confirmó las sospechas de Europol, convencida de que las bandas operan como tapaderas de redes criminales internacionales cada vez más complejas. "Cada vez resulta más evidente que son algo más que motoristas gordos y barbudos vestidos de cuero", sostenían fuentes de Europol tras la redada de Mallorca.


El tiroteo de Texas resucitará a buen seguro en EE. UU.el debate sobre la ilegalización de las bandas moteras que se autodefinen fuera de la ley (OMCG según sus siglas en inglés) y que lucen la enseña del 1%. La polémica viene de lejos, pues ya en los setenta la Administración Nixon intentó declarar sin éxito fuera de la ley a los ‘Ángeles del Infierno’. El propio Berger, el rostro de la banda, cuenta en uno de los seis libros que ha publicado cómo fue detenido varias veces por el FBI mientras se buscaban pruebas para desmantelar la organización. Lo que no logró entonces Nixon sí lo han conseguido las autoridades de algunos ‘lander’ alemanes: el de Renania del Norte-Westfalia, por ejemplo, decretó hace tres años una prohibición expresa de los Bandidos debido a la sucesión de delitos perpetrados por sus dirigentes, a los que también se halló en poder de abundante armamento. Los jueces germanos dictaminaron que la banda buscaba "construir su supremacía" a través del crimen y la violencia.