Ureña: "Me voy para no forzar ni exasperar a la naturaleza"

El hasta ahora arzobispo de Zaragoza ha escrito una carta para despedirse de los feligreses.

Ureña, a su llegada ayer a la rueda de prensa acompañado por el vicario general, Manuel Almor (izda.), y Enrique Ester, delegado de medios.
Ureña: "Me voy para no forzar ni exasperar a la naturaleza"
Oliver Duch

El hasta ahora arzobispo de Zaragoza, Manuel Ureña, quien presentó su renuncia por motivos de salud la semana pasada, ha escrito una carta de despedida en la que señala que se va para obedecer a Dios y "no exasperar ni forzar a la naturaleza".


En la carta, que publica la Hoja Diocesana que se repartirá esta semana en la diócesis zaragozana, Ureña recuerda que llegó a Zaragoza el 19 de junio de 2005 y que durante estos casi diez años ha sentido gratamente la compañía de los feligreses, su bondad, su ayuda y su amistad.


Al respecto, recuerda que en la capital aragonesa ha vivido "varias dolencias serias" (un baipás en octubre de 2008, a la que siguieron otras) que "fueron felizmente superadas por el amor y la ciencia de los grandes médicos aragoneses".


Tras agradecer a las personas de la archidiócesis que le han "colmado" de amor y generosidad, el arzobispo destaca en su carta que ha llegado el momento "en que corresponde obedecer a Dios y no exasperar ni forzar la naturaleza".


"Demos gracias" al Santo Padre Francisco, añade, "por haber descargado a este hijo y hermano suyo de los graves trabajos del ministerio pastoral" al frente de una diócesis.

"Al fin y al cabo, lo que realmente importa es que mi renuncia sirva para el bien de la Iglesia de Zaragoza", prosigue en su carta, en la que pide rezar por el nuevo arzobispo, "un pastor que sea padre de los pobres, que nos abrase con su celo evangelizador y que no caiga en la trampa de la acedía".


Concluye el texto diciendo que seguirá trabajando en favor del Evangelio de otro modo, "en silencio", y pidiendo perdón a Dios, "por las ofensas que le han infligido y le infligen" sus pecados, y a sus hermanos de fe, además de perdonar a quienes pudieran haberle ofendido "consciente o inconscientemente".