Una mala semana para ser perro

Los perros tienen una predisposición genética a desarrollar fobias a sonidos fuertes, como los fuegos articiales o los petardos habituales en el Pilar. Algunos incluso sufren taquicardias, ataques de epilepsia... Los veterinarios explican que es común y que se soluciona acostumbrándolos

Si los perros pudieran hablar, es probable que dijeran que las fiestas del Pilar no son precisamente su época preferida del año, ya que no son pocos los que tienen un miedo irracional a los ruidos. Se puede comprobar estos días en cualquier espectáculo de fuegos artificiales: es habitual escuchar ladridos entre explosión y explosión. Natalia Artal, vocal del Colegio de Veterinarios de Zaragoza, explica que esto se debe a que estos animales tienen un oído muchísimo más fino que el del ser humano y, sobre todo, a que están predispuestos genéticamente a desarrollar fobias a los ruidos. 


Esto no significa que todos ellos tengan miedo a los sonidos fuertes, aunque Artal explica que es muy habitual y que, además, los casos están aumentando por la sobreprotección que les dan sus dueños cuando ven que lo está pasando mal. "Se está actuando de forma contraria:hay que dejar que el perro se enfrente a sus miedos, que se habitúe a ellos porque es algo cotidiano", explica.


 Los síntomas que sufren son similares a los de un ataque de pánico de un ser humano: taquicardias, hiperventilación... E incluso, en los perros que tienen una fobia muy fuerte, se dan casos extremos. Artal explica que ella ha llegado a tratar a un animal que decidió saltar por la ventana durante unas fiestas en El Burgo de Ebro. Ese perro tenía un miedo tan fuerte que, como no veía cómo huir de él, optó por escapar de la forma más insospechada, aunque por suerte ‘solo’ saltó desde una altura de tres metros y no le pasó nada grave. También ha tratado en su clínica de Fuentes de Ebro a animales que han sufrido síncopes y ataques de epilepsia por estos ruidos.


Esta experta apunta que la única solución para conseguir que la mascota supere su miedo es la misma que debe tomar un ser humano que sufre ataques de pánico: enfrentarse a lo que le genera el estrés. Esto se traduce en que el perro se habitúe a soportar estos ruidos y los vea como algo normal, como una situación que no entraña ningún riesgo, ya tenga miedo a los fuegos artificiales, al ruido de los coches... 


¿Y cómo se logra esto? Artal apunta que hay que dejar de sobreprotegerlos. "Cuando el perro se ponga nervioso y se esconda en la bañera o debajo de la cama, hay que dejarle. No perseguirlo. Lo primero que hay que conseguir es que vea que el dueño está tranquilo, que no le da ninguna importancia. Si el animal ve que su dueño también se pone nervioso, lo relacionará con que hay un problema real", explica. Es decir, la vocal del Colegio de Veterinarios de Zaragoza explica que no hay que abrazarlos ni acariciarlos mientras están asustados: esto solo se debe hacer una vez se han tranquilizado, de forma que lo entiendan como un refuerzo positivo a su conducta.


También hay pequeñas terapias que se pueden hacer desde casa para que se habitúen a estas situaciones: por ejemplo, grabar en un cedé el sonido de una tormenta –si es que tiene miedo a ellas– y empezar a ponerlo aumentando poco a poco el volumen. "Hay que mantenerlo como una hora, actuando con tranquilidad. Tras acabar, ya se le puede reforzar dándole de comer, sacándole a pasear... Y se ha de tener en cuenta que la solución no se consigue en un día", añade.


Artal hace hincapié en que bajo ningún concepto se le debe dar al perro los tranquilizantes que toman los seres humanos. "Hay personas que les dan valiums y lo único que consiguen es dejarlos como alfombras. Además, esto no consigue solucionar el problema, ya que solo estarán calmados mientras dure el efecto de la pastilla. El miedo sigue estando ahí, de la misma forma que le ocurre a una persona agorafóbica", apunta la profesional.


Medicaciones de este tipo –añade Artal– solo deben darse con la prescripción de un veterinario, si este lo considera conveniente en el caso de que el perro haya desarrollado una fobia fuerte."Hay que ajustar mucho la dosis, porque un perro puede pesar desde un kilo hasta 90". También apunta que ahora se están comercializando tratamientos inocuos, como un difusor que suelta las feromonas que una hembra le da a su cachorro en la lactancia, y que les calman. "Se pone en casa y solo lo huele el perro, no el dueño", apunta.