La 'almeja' más preciada del Ebro

Las aguas del Ebro albergan la población más grande del mundo de margaritífera y en ellas se ha encontrado el primer ejemplar jóven de estas náyades. Este es un hecho esperanzador para la supervivencia de una especie que se encuentra en peligro de extinción

Sanz, con el ejemplar joven de margaritífera descubierto en Navarra.
La 'almeja' más preciada del Ebro
J. S.

Las aguas del Ebro siguen guardando tesoros medioambientales. El último descubierto tiene 15 años, ha sobrevivido a los invasores y supone una esperanza para su especie. Su nombre es margaritífera auricularia y es el primer ejemplar joven que se encuentra dentro del río (pueden vivir hasta cien años). Los responsables del hallazgo son un grupo de prospección aragonés de la Confederación Hidrográfica del Ebro. La encontraron a finales de agosto en el tramo navarro del río y los expertos califican este hecho de hito histórico. 


"Este hallazgo va más allá. No solo demuestra que la reproducción de la especie es viable en aguas aragonesas y navarras, sino que da esperanza para que la almeja no se extinga en su hábitat natural, el Ebro", explica Ismael Sanz, el buceador que encontró la almeja y que es miembro del equipo de prospección de la empresa Paleoymas. Además, la presencia de este molusco en los canales del río "es una garantía de la calidad de sus aguas y del equilibrio de su ecosistema", asegura el jefe de Estudios Medioambientales de la CHE, Alfonso Calvo. 


El Ebro tiene a gala albergar la población más grande del mundo de margaritífera y haber encontrado un ejemplar joven abre una vía a la esperanza. Pero, en general, la situación que sufre esta especie es preocupante. Sus poblaciones han sufrido una fuerte regresión en los últimos cien años. En Europa se la considera casi extinguida, menos en el río Loira (Francia) y el Ebro, donde habita más del 95% de la especie. "En Aragón hay más de 5.000 ejemplares catalogados. Por ello, tenemos el deber moral de preservarla", asegura Ismael Sanz. 


Para ello, la Comunidad tiene un plan estratégico de conservación, y recuperación. Pero el intento por proteger la especie traspasa fronteras: "Existe una ley a nivel europeo, la Directiva Marco, que obliga a preservar la especie", explica Calvo. 


La empresa Paleoymas es la que protege a la especie con su estudio sobre la localización de poblaciones de náyades para la CHE. "Nuestro objetivo es realizar un mapa de las poblaciones de náyades en todo el tramo del Ebro para que cuando la confederación tenga que actuar en los ríos con dragados, limpieza de canales, obras, etc., conozcan el lugar exacto donde se hallan y así asegurar su supervivencia", explica, el propietario de Paleoymas, Cristóbal Rubio. 


La esperanza de vida de la almeja de agua dulce es alta, puede alcanzar entre los ochenta y cien años, pero la cría de la misma es como buscar una aguja en un pajar. Su ciclo vital depende únicamente de dos peces. Uno es el esturión atlántico, que desapareció de las aguas del Ebro en los años 60, y el otro es el pez fraile, que como la margaritífera, también se encuentra al borde de la extinción. "El declive de estas dos especies impide que la larvas de la margaritífera puedan proliferar", afirma Rubio. "El Gobierno de Aragón apuesta por la regeneración de la especie y lleva a cabo un proyecto de reproducción en cautividad, pero todavía sin éxito", añade.


A ello se suman otros inconvenientes para la proliferación de náyades como los cambios que se han producido en los ríos con la alteración de los caudales; el aumento de la industria y de los cultivos; y sobre todo la contaminación de las aguas por pesticidas y fertilizantes. Pero el mayor riesgo de la almeja viene de sus malos vecinos: las especies invasoras. De hecho, estas "son una plaga biológica que afecta a los cultivos y destruye la cadena trófica de especies autóctonas, como las náyades; además tienen un impacto económico brutal", concluye Rubio. El más dañino es el mejillón cebra, que ha colonizado prácticamente los mil kilómetros que tiene el curso del Ebro. 


Por ser una especie en extinción, causarle algún daño a las margaritífera puede salir caro. Rubio cuenta que "una empresa fue sancionada porque hizo unas obras en el canal y no preservó la seguridad de cuatro margaritíferas, lo que les supuso una la indemnización de más de setenta mil euros". Es decir, que su valor ronda los dieciocho mil euros; aunque como buenos defensores de la almeja, Rubio y Sanz aseveran que "su coste es incalculable, porque no tiene valor que una especie se extinga".