38 años de campamentos familiares del Picarral

Cerca de 100 vecinos pasarán 15 días de convivencia en Pineta gracias a esta iniciativa que nació en los 70 para facilitar las vacaciones a los vecinos.

Corrían aún por entonces vientos reivindicativos y de lucha democrática, y la posibilidad de disfrutar de la belleza y la plenitud del Pirineo no estaba tan extendida como en nuestros días. Eran los años 70 y desde la asociación de vecinos del barrio zaragozano del Picarral empezaron a organizar campamentos al valle de Pineta, como una iniciativa en la que poder convivir y disfrutar de vacaciones en familia por poco dinero.


“Hay que recordar que antes ir de vacaciones era un lujo de los que tenían muchos recursos económicos, y se puso en marcha esta iniciativa como alternativa de ocio y de solidaridad. En lugar de pasar los días de agosto en Zaragoza, decidimos organizar estos campamentos para irnos a la montaña”, recuerda Juan José Jorda, portavoz de la asociación de vecinos del barrio. “Al principio se organizaron campamentos solo infantiles para facilitar la estancia en distintas zonas del Pirineo a los pequeños, pero luego dimos el paso a que fueran campamentos para toda la familia”.


Y así, 38 años. Desde el 1 al 14 de agosto cerca de un centenar de vecinos vuelven a vivir esta experiencia, organizada en las instalaciones propiedad del Ayuntamiento de Bielsa en el Km 5 de la carretera que penetra en el congosto valle oscense. Un barracón sirve de almacén, botiquín y resguardo en caso de lluvia, pero cada familia se lleva su tienda de campaña. “Nos organizamos entre nosotros absolutamente todo.  Para que las cosas salgan bien todo el mundo tiene que participar y colaborar”, apunta Jordá.


Así, hay grupos para cada tarea: los que llevan los dineros, los que organizan las excursiones, el entretenimiento o la logística. Un cocinero se encarga de cocinar todos los días para todo el campamento y, por grupos, todos los veraneantes se encargan de ayudarle cada día. “Es casi como montar un pueblo de montaña. Igual hay pocos pueblos que tengan 100 habitantes por esa zona”, bromea Jordá.Cantera de montañeros


“Como el sitio es muy bonito, siempre se ha aprovechado para hacer muchas excursiones y conocer la tierra”. Así, desde el campamento, los del Picarral han recorrido los parajes de Pineta, pero también han llegado a alturas míticas, como el Monte Perdido, el Aneto o el Pico de Astazu y el Lago de Marboré. “En la época no había mucha gente que subiera a la montaña, y 3.000 metros son alturas considerables para personas sin especial preparación”, apunta Jordá, por lo que a los más avezados que llegan a la cumbre, tradicionalmente se les otorga en la cima el reconocimiento de ‘caballeros o damas de los 3.000’. No en vano, estos campamentos familiares han descubierto grandes aficionados y amantes de la montaña, algunos de alto nivel, como es el caso de la alpinista Marta Alejandre. “Venía con su familia cuando era pequeña, y ya con 8 años andaba con nosotros y se le veía la madera que ha tenido”.


Y en la época, además del descubrimiento de la tierra y la diversión, se pergeñaban sueños y proyectos. “En aquellos primeros años nuestro cancionero era muy reivindicativo. Hablábamos de democracia y de libertad, de la importancia de unirse para hacer cosas, de la naturaleza y de las montañas, y también de proyectos para el barrio. Éramos muy reivindicativos”, recuerda Jordá.


El calor del fuego del campamento encendía apasionados debates, diálogos intergeneracionales y también ha dejado mucho anecdotario. “Al principio eran tiempos políticamente muy duros. Venía un militante del PC y otro de Fuerza Nueva, que cumplían los años el mismo día, así que en aquel ambiente de participación y convivencia, hacíamos que se abrazaran y que hubiera una celebración conjunta, que en aquéllos tiempos eso era muy difícil”, rememora el representante vecinal.


Este año, como en los últimos 38, los vecinos del Picarral vuelven a crear su propia historia a través de esta iniciativa cooperativa y singular de la que pueden disfrutar desde bebés hasta ancianos, todo por un módico precio: 180 euros los 15 días para los adultos con todo incluido (salvo el viaje), y 140 euros para los niños de 10 a 13 años. “Los pequeños son los que más disfrutan. El problema es a la vuelta, que después de haber estado tanto tiempo corriendo por el monte, luego no hay quien los vuelva a meter en el piso”.