Luz y geometría: así es el nuevo espacio CaixaForum

Su autora, Carme Pinós, ha buscado la arquitectura al servicio de la sociedad, del arte y la cultura.

Detalle del edificio CaixaForum
Detalle del edificio CaixaForum

lzado como una enorme escultura elevada por dos alas que le hacen levitar. Así aparece, imponente y severo, CaixaForum Zaragoza, un nuevo enclave cultural cuya vida arranca con la vocación de ser un espacio vivo al servicio de todos los ciudadanos. Gestado en 2008, es hoy una realidad que servirá de dinamizador de una zona, la del entorno de la antigua estación del Portillo, que irá tomando su propia personalidad, creando además con su presencia un singular triángulo cultural en nuestra ciudad con el Museo Pablo Serrano y la Aljafería. Tres mundos del Arte que se miran en un nuevo diálogo, con el deseo de situarnos en la primera línea de la oferta cultural española. Anclado en una parcela que ocupa un área de 4.407 m2 (su superficie construida alcanza los 7.000 m2), será su monumental arquitectura la que domine el pulmón verde de 45.000 metros cuadrados de superficie del futuro parque del Portillo.


El museo es obra de Carme Pinós, autora de numerosos trabajos premiados internacionalmente y que goza de un gran prestigio en el mundo de la arquitectura, en el que desde hace tiempo ya se habla de este edificio singular en los numerosos foros y universidades en los que ha ido exponiendo su trabajo.


Estructuras geométricas

La entrada se realiza a través de un vestíbulo abierto y acristalado, al que se accede por un gran jardín, donde ya queda patente la intención del museo. En él, se encuentran la tienda librería y los accesos a las salas de exposiciones y al auditorio, en el subsuelo, y cuya salida, accede directamente a un jardín posterior.


El edificio se desdobla en dos estructuras geométricas elevadas de grandes dimensiones. Se alza en tres plantas con dos salas de exposiciones pensadas para el disfrute del Arte en todas sus manifestaciones, pero en las que en ningún momento se pierde la percepción de espacio abierto a la ciudad que la arquitecta ha querido imprimir a este edificio singular. Grandes cristaleras situadas de manera estratégica aportan luz natural a las salas imprimiendo un juego de iluminación que es en sí mismo una forma de arte más y que modela de nuevo las obras expuestas. Incluso las escaleras interiores, funcionalmente de incendios y realizadas en hormigón encerado, tienen a ambos lados amplios ventanales que ofrecen una visión diferente, original y sencilla del propio museo con vistas hacia dentro y fuera de ellas.

Introspección ante el arte

Las dos salas expositivas, de 435 m2 y 755 m2, respectivamente, se encuentran suspendidas a distintos niveles, por lo que los visitantes pueden contemplar la ciudad al desplazarse de una a otra con esa obsesiva y genial idea de Pinós de estar en constante diálogo con la ciudad y de que sea el mismo espectador quien aporte aún más vida a lo que se le ofrece. La distribución aporta, además, la introspección necesaria para las salas de exposiciones y su conexión con el exterior, evitando así, y en todo momento, cualquier sensación de espacio cerrado del que se ha huido expresamente, y que se logra incluso con la colocación de algunas obras en inmensos paneles.


Pinós reconoce que el hecho de haber podido conocer en profundidad el mundo de las exposiciones le ha sido fundamental para diseñar los espacios interiores, sabiendo de las necesidades de quienes las organizan y de sus problemas con los ambientes y volúmenes interiores, para la instalación y disfrute de cada pieza. Por ello, su diseño está hecho con una visión más de espectador que puede deleitarse del arte que se le muestra que del diseño en sí mismo. Es, en definitiva, la arquitectura al servicio de la sociedad, que va tomando vidas diferentes con cada visitante.

Diálogo entre gigantes

En lo más alto se encuentra la cafetería/restaurante (230 m2), con vistas, a un lado, al que será nuevo parque urbano, con una inmensa terraza y que ofrece una visión casi infinita hacia el norte. La cafetería juega también con los espacios para dar mayor o menor intimidad, dependiendo de la gente que haya, y lo hace a través de unas cortinas de madera que se ajustan por una serie de vías curvas, pero que pueden quedar concentradas en tres grandes bombos, cuando se requiera una amplia zona de restaurante, y convertirse entonces en esculturas.


A un lado, sus amplios ventanales conviven con la presencia del Museo Pablo Serrano, en un diálogo entre gigantes. Una presencia que ayudará a enriquecer la oferta cultural y museística no solo de Zaragoza, sino de Aragón y que quiere situarnos en la primera línea de la vanguardia cultural española. Al otro lado, y gracias a la diferencia de niveles entre salas, una terraza-mirador (de 360 m2) ofrece unas impresionantes panorámicas de una parte de la ciudad desconocida y que quiere convertirse en un nuevo parque; y, también, hacia la Expo, con unas vistas casi infinitas y que en su rotonda, como un enorme buque, aparece lo que será en un futuro otro pulmón para Zaragoza.  


Todo el edificio, en defintiva, está volcado en la Cultura, porque además de las salas expositivas y del auditorio (con capacidad para 252 personas), cuenta también con una sala polivalente (178 m2), dos salas multiusos (40 m2 cada una) y un espacio educativo pensado para el acercamiento de los niños al mundo del arte, la ciencia y la investigación. Porque, como indica Ignasi Miró, "CaixaForum es el principal escaparate de todo el programa cultural de la Obra Social 'la Caixa' que atiende en toda España. Aunque hacemos muchas otras cosas, en ellos se lleva a cabo la mayor cantidad de trabajo y tienen una visibilidad muy destacada".