Un oasis cultural frente a la nada

Vecinos y comerciantes critican el estado de dejadez de la avenida de Anselmo Clavé (en el barrio de Las Delicias), un enclave «carente de zonas verdes» y falto de equipamientos escolares en el que predominan los solares y los locales vacíos en alquiler.

La singularidad del Caixaforum se pierde en un entorno anquilosado que espera una segunda oportunidad desde hace más de una década. Las hectáreas de solares y los locales vacíos en alquiler conviven en la avenida de Anselmo Clavé, en Las Delicias, con el que está llamado a ser el nuevo referente cultural de Zaragoza. Los vecinos no dudan de que será «un foco de atracción de primer nivel», pero los comerciantes, cansados de oír hablar de «una reconversión que nunca llega», prefieren ser cautos.

A cinco minutos del centro cultural hay bares, peluquerías, fruterías, hoteles y supermercados. No obstante, las vías del tren siguen siendo «una cicatriz insalvable» que ha desgastado el tejido socioeconómico de un enclave «carente de zonas verdes y falto de equipamientos escolares» que ha aislado a los vendedores de la calle de Escoriaza y Fabro, donde apenas quedan un par de locales abiertos. El presidente de la asociación de vecinos Manuel Viola de las Delicias, José Luis Zúñiga, cree que el Caixaforum ofrece una oportunidad única que no pueden dejar pasar, aunque, en su opinión, «sobran los pisos que construirán alrededor». Sobre todo, teniendo en cuenta que «el barrio tiene otras necesidades más apremiantes». «El 40% de los jóvenes tienen que salir para poder estudiar. Necesitamos un colegio, no más viviendas», expone.


Óscar y Susana Martínez, propietarios de uno de los negocios de la zona, descartan nuevas aperturas a corto o medio plazo. «Aunque haya más movimiento, el barrio no da para más y los alquileres son muy caros», manifiestan. Para Mingqiang Li, encargado del bar más cercano al Caixaforum, el entorno «ha perdido su influencia» desde la apertura de la estación de Las Delicias en 2003.


Por su parte, el responsable del bar El Bocadillo, Kevin Abad, asegura que la presencia del espacio museístico «se empieza a notar poco a poco» –ahora pasa por allí el bus turístico–. Admite, no obstante que, entre semana –sobre todo por la tarde–, el entorno «es un desierto». «Nos mantenemos gracias a los empleados de los alrededores (ADIF, Correos, Policía), pero las cafeterías y los hostales de la zona llevamos años trabajando a medio gas», explica. De ello da fe Eloisa Sánchez, encargada del hostal Estrella, quien esperaba un repunte que, al final, «ha quedado en nada». «Creíamos que los obreros dormirían cerca, pero no fue así», indica. Pese a la decepción inicial, dice no haber tirado la toalla. «Es pronto para saber qué repercusión tendrá, pero esperamos grandes cosas una vez haya acabado la urbanización del entorno», afirma.

Los escépticos y el cambio

La tierra, los árboles, los matojos y la suciedad separan al faro del saber de La Caixa –llamado así por su iluminación nocturna– del resto de la avenida. Los descampados llevan allí «toda una vida» y, en opinión de los vecinos, «parece difícil que vayan a desaparecer a corto plazo». También falta por saber qué pasará con la antigua estación de El Portillo, apuntalada y «afeada por el paso de los años». «Parece que el tiempo se haya detenido para ella, da pena verla así», apuntan los residentes.


Los hay que auguran «una transformación completa» gracias a las posibilidades que ofrece este nuevo equipamiento cultural y confían en ver un cambio parecido al que experimentó la avenida de Cesáreo Alierta y sus alrededores tras la apertura del pabellón Príncipe Felipe. Otros, sin embargo, creen que el retroceso de la última década «pesa todavía demasiado».


Carlos Hernández, vecino de Anselmo Clavé desde hace tres décadas, ha sido testigo de la época de esplendor de la avenida y de su paulatino deterioro. «El ambiente está deprimido, presenta evidentes síntomas de dejadez. Clavé ya no es una zona en la que guste vivir dadas sus limitaciones», resume, y pone como ejemplo el caso de su urbanización –Clavé 29-35–, donde hay una docena de locales en alquiler que antaño prestaron servicio a los bloques. «Aquí hubo empresas eléctricas, de seguridad, carnicerías, tiendas de electrodomésticos y farmacias. Ahora, ya no queda casi nada», comenta.


Entre los residentes también se oyen críticas contra la movilidad. Dicen haberse quedado «aislados del resto del barrio» a pesar de estar próximos al Centro y creen que, a nivel vial, los cambios introducidos con las obras del Caixaforum les han perjudicado. «Ahora tenemos que dar una vuelta enorme para cambiar de sentido», asegura Hernández.