Sucesos

«Si no mató a su mujer y a su hija fue porque pensó que ya estaban muertas»

Solicitan hasta 11 años de cárcel para un hombre que intentó asesinar a su esposa y su niña de 6 años. Los forenses aprecian que sufrió un trastorno de personalidad por celos.

El acusado, Enrique García Sánchez, durante el juicio celebrado en la Audiencia Provincial.
«Si no mató a su mujer y a su hija fue porque pensó que ya estaban muertas»
ARÁNZAZU NAVARRO

Zaragoza. Enrique García Sánchez llevaba tres años «rumiando» en su cabeza la idea de que su mujer le era infiel y que le hacía más caso al ordenador que a él y a su hija. Esa posibilidad, que solo él sentía e interpretaba como real, se sumó a la frustración de las expectativas que se había creado sobre lo que tenía que ser su matrimonio. Este pensamiento se convirtió en obsesivo y fue degenerando en su interior hasta que en la madrugada del 5 de octubre de 2012 encendió la luz del dormitorio y, tras decir «ya llega el día», intentó matar a su mujer y después a su hija.


Esta es, en resumen, la explicación que los médicos forenses dieron sobre el comportamiento de este hombre que ayer fue juzgado por una tentativa de asesinato y otra de homicidio. A juicio de los expertos, el acusado sufrió un «trastorno de personalidad, de ánimo y de ansiedad», agravado por su «proceso celotípico», que rompió sus «últimos frenos» del «control de impulsos». Todo esto supone una merma en grado medio de la imputabilidad del procesado y, por lo tanto, debe atenuarse la pena que sobre él pueda recaer.


Teniendo en cuenta esta circunstancia –así como la reparación del daño, ya que ha pagado la indemnización y la agravante de parentesco– la Fiscalía solicitó una condena de cuatro años de prisión por la tentativa de homicidio de su mujer y de cinco por el intento de asesinato de su hija. La acusación particular, ejercida por María Ángeles Pozo solo en nombre de la esposa –ya que fue designada por el turno de oficio de violencia de género y no incluye a la niña por ser violencia doméstica– elevó su petición a once años de cárcel por un delito de asesinato frustrado.


En las antípodas de estas calificaciones se situó el abogado de la defensa, ejercida por el abogado Mariano Montesinos, quien reclamó la libre absolución de su cliente al entender que existe una eximente incompleta de trastorno mental. En su defecto, pidió una condena de 31 días de trabajos en beneficio de la comunidad por un delito de lesiones «leves».


Enrique García Sánchez, de 48 años, declaró ayer que no recordaba nada de lo sucedido y que lo que pasó lo tiene como en una «nube». Recordó que aquella noche se levantó sobre las doce y que vio a su mujer con el ordenador «trabajando o lo que estuviera haciendo». «Me acosté y cuando me encontré otra vez con vida me estaba cogiendo la Policía», explicó. A preguntas de su defensa, aseguró que la relación durante los doce años que duró fue «normal» y las discusiones las típicas de los matrimonios. «Yo he querido mucho a mi mujer y a mi hija y las sigo queriendo», manifestó.


El vacío mental que dice sufrir el procesado fue rellenado por su ahora exmujer, quien explicó con detalle al tribunal la pesadilla que sufrió. Recordó que se despertó cuando encendió la luz y que se abalanzó sobre ella y empezó a apretarle el cuello. Como pudo se zafó en un primer momento pero la derribó y ella cayó al suelo de rodillas. «Me volvió a coger del cuello e intenté escapar. Me agarró del pelo (le arrancó dos mechones) y aún pude llegar hasta el pasillo», añadió. Pero allí la tiró definitivamente de bruces y con sus 100 kilos de peso se puso sobre ella (que pesaba 50) y comenzó a estrangularla y a asfixiarla. La defensa que la víctima opuso fue tal que, al no poder los brazos por estar inmovilizada contra el suelo, se rompió las uñas de los pies de las patadas que dio en el suelo.


Sus gritos fueron oídos por los vecinos, que llamaron a la Policía Local, y también por la niña de 6 años, que se levantó asustada. Mientras llegaban los agentes, Enrique García la cogió del cuello fuertemente y le metió la mano en la boca con la presunta intención de estrangularla. Cuando se presentó la Policía ya no se oía nada y el procesado les abrió la puerta. «Las dos estaban en el suelo y pensamos que estaban muertas», dijo uno de los funcionarios. Eso mismo mantienen las acusaciones que creyó el acusado y que esa es la única razón por la que no las mató. «La posibilidad de que el acusado creyese que las había matado es más que probable», dijo la acusación. Para la defensa, sin embargo, su cliente desistió «voluntariamente» de su acción.