Zaragoza

Un callejero para deletrear

Un pueblo de Granada cambia el nombre a una calle porque era complicado decir y escribir ?Mahatma Gandhi?. En la capital aragonesa hay retos más complicados, como deletrear la plaza Schweitzer o la calle Hasdai Ben Yusuf.

Plaza Albert Schweitzer de Zaragoza
Un callejero para deletrear

Quién le iba a decir a Mahatma Gandhi, un referente por su defensa de la resistencia no violenta, que su nombre iba a causar una disputa en un pequeño pueblo de Granada. Cinco habitantes de Algarinejo, los únicos vecinos de la calle bautizada en honor del influyente indio, solicitaron al Ayuntamiento cambiar la denominación de esta vía, pues decían tener dificultades para que la gente lo entendiera, se veían obligados a deletrear el nombre cada vez que tenían que hacer gestiones y era usual que recibieran cartas con la dirección mal escrita. Gobierno y oposición tuvieron sus más y sus menos, y finalmente se aprobó el cambio por un solo voto de diferencia.


Si los vecinos de Zaragoza comenzaran una cruzada contra los nombres impronunciables, seguro que los concejales del Ayuntamiento necesitarían más de un pleno para ponerse de acuerdo en la conveniencia o no de cambiar la denominación de más de una calle. Aunque en el callejero de la capital aragonesa tiene hueco para muchos personajes ilustres, ciudades, animales -véase el callejón del Perro, junto a la plaza de San Miguel-, planetas -o dioses- e incluso las cuatro estaciones del año, han tenido que recurrir a ciertos nombres poco comunes en el día a día del aragonés de a pie.


Al margen de curiosidades, como el paseo cinematográfico del que pueden disfrutar los vecinos de Valdespartera, donde la calle del Ciudadano Kane cruza con las de La Isla del Tesoro o La Ventana Indiscreta, u otras con más historia y que se ajustan más a la época actual, como la calle de la Previsión Social, perpendicular a la del Trabajo -en San José-, son varias las candidatas a ganarse un puesto en un callejero para deletrear del que a continuación se apuntan sus principales arterias.


En Zaragoza hay calles en gran variedad de idiomas, desde el inglés al alemán, pasando por el francés, el italiano e incluso el árabe. Los nombres más sencillos, como el de Jean Paul Sartre, Pierre Gassier, Virginia Wolf o el barrio veneciano de Cannaregio, no deberían suponer demasiados problemas para los viandantes algo avezados, pero el nivel se complica con nombres como el de la calle de Hasdai Ben Yusuf, en Las Delicias.


También resulta complicado coger al vuelo los de la calle del Doctor Zamenhoff, en el barrio Oliver, o la de Emmeline Pankhurst, en el Actur. Cerca, ya en Parque Goya, se puede encontrar la calle de Volaverunt, homenaje al aguafuerte de la serie Los Caprichos realizado por el pintor de Fuendetodos y, por extensión, a la película del recién fallecido Bigas Luna. En pleno centro de Zaragoza, entre el Camino de las Torres y Sagasta, se encuentra la plaza de Schweitzer, en honor al médico, filósofo, teólogo y músico franco-alemán que ganó el Nobel de la Paz en 1952.


La manzana de los inventores


Entre el Picarral y Cogullada, y junto a la calle de la Virgen del Buen Acuerdo -será por eso-, conviven en una sola manzana diferentes inventores, físicos e ingenieros como David Fahrenheit -famoso por su escala de temperaturas y el termómetro de mercurio-, Johannes Kepler -teoría del movimiento de los planetas alrededor del Sol-, George Stephenson -padre de las líneas de ferrocarril-, Johannes Gutenberg -inventor de la imprenta de tipos móviles- y Rudolf Christian Karl Diesel, creador del motor que lleva su nombre.


La calle de la Kentya quizás sea más fácil de reconocer para los amantes de la jardinería, ya que se trata de una planta de la familia de las palmeras que comparte espacio junto a Vía Hispanidad con calles como la avenida de los Álamos o el paseo de los Tilos. Un poco más al sur, en Valdespartera, también se pueden encontrar algunos ejemplos de calles incordiosas entre los numerosos nombres de películas que adornan el barrio. Seguro que los vecinos de El acorazado Potemkin han tenido que deletrear en más de una ocasión el nombre de esta película rusa -¡y muda!- de 1925, igual que los zaragozanos que viven en La lista de Schindler o los de La Sirena de Mississippi, cansados de repetir que se escribe con cuatro 'eses' y dos 'pes'.