Zaragoza

Adiós a La Campana de Oro

La emblemática tienda de la calle de Alfonso I de Zaragoza echará el cierre después de 128 años de historia cuando venda todas sus existencias.

Juan Ferrer en 1955 con sus empleados, antes del boom del 'prêt a porter'
La Campana de Oro se prepara para su cierre definitivo_8
LA CAMPANA DE ORO

Los escaparates de La Campana de Oro han sido testigos, durante 128 años, del ir y venir de miles de aragoneses y turistas por la calle de Alfonso I de Zaragoza y de la paulatina transformación de la ciudad durante más de un siglo.


A lo largo de todo este tiempo, sus vitrinas han sido un claro reflejo del paso a la vida moderna, del boom del 'prêt a porter' y de la evolución de los gustos de la mujer.


Pedro Ferrer tiene todos sus recuerdos en La Campana de Oro: "Mi infancia transcurrió jugando en esta tienda", relata nostálgico. Mientras pasea hasta el despacho señala uno a uno los recuerdos, ya legendarios, que adornan las estanterías de la tienda. Una máquina de escribir, fotografías dedicadas o antiguos libros de cuentas que observan desde su sitio los tajantes carteles de liquidación.


La Campana de Oro se prepara para su cierre definitivo y su actual propietario no oculta lo que siente: "Pena y dolor. Mucho dolor". Un Pedro Ferrer dio vida a la tienda hace 128 años y otro Pedro Ferrer se ha visto forzado a tomar la decisión de disolverla.


La necesidad de una profunda rehabilitación del edificio y una situación económica que parece no mejorar son las razones fundamentales del inminente cierre. "Hasta ahora la crisis no nos ha afectado del todo, pero mejor cerrar antes de que las cosas empiecen a empeorar".


Más de un siglo de historia

Situada en un emblemático edificio, La Campana de Oro ha sufrido muchas transformaciones. Comenzó como un punto de venta de tejidos por metros, mantas, ropa de casa y bufandas y, tras una etapa en que sirvió también como concesionario de automóviles Peugeot y Studebaker, pasó a confeccionar sus propias prendas textiles y de peletería.


Una fotografía de los años 50 muestra a su padre, Juan Ferrer, rodeado de los empleados de aquella época. Todos hombres. Esta imagen simboliza para la tienda el fin de una época. "Cuando llegó el boom de la confección textil y el 'prêt a porter' ya no era comprar telas para fabricarlo en casa sino adquirir las prendas directamente. Las mujeres tenían que probárselas. Mi padre se dio cuenta de que necesitaba empleadas porque restultaba incómodo que un hombre tomase medidas a las señoras y poco a poco la tienda se fue transformando".


"Yo lo recuerdo como un éxito total -recuerda Ferrer-, la confección textil impactó muchísimo en todo el mundo y aquí cuajó rapidísimo".


Un negocio de clientela fiel

La Campana de Oro fue propietaria durante 25 años de la tienda Loewe de Zaragoza. Además, los Ferrer tuvieron otro establecimiento en la calle de Costa 10. "Pero La Campana de Oro siempre fue para todo el mundo la de la calle de Alfonso" especifica divertido el propietario al recordar una anécdota que, a toro pasado, le causa risa: "Una vez entraron a robar en la tienda de la calle de Costa, la empresa de seguridad alertó a la Policía y esta se presentó sin pensarlo en la calle de Alfonso I".


Un negocio de los que ya resulta difícil encontrar, de los de clientela fiel entre miles de multinacionales. Abuelas, madres e hijas han comprado durante años sus prendas en el mismo lugar atendidas siempre por un Ferrer. "Una vez una señora nos trajo una agenda que había pertenecido a su madre y que habíamos regalado nosotros a nuestros clientes en el año 1900. Nos emocionó tanto que en el 2000 volvimos a fabricar agendas y se las dedicamos a esta señora".


Desde que se colgaron los llamativos carteles de liquidación, los clientes de toda la vida acuden para realizar sus últimas compras e incluso adelantan los arreglos de sus abrigos de piel. "Nos ha llegado un aluvión de arreglos", señala Ferrer. "A dónde vamos a ir ahora", les preguntan preocupados a las dependientas que conocen desde siempre. Y Ferrer no sabe qué responder.


Material histórico

Conforme se vayan quedando libres los escaparates, Pedro Ferrer organizará en ellos una exposición con todo el material histórico que almacena su familia desde hace décadas: material publicitario cinematográfico y radiofónico, máquinas de coser y de escribir, fotografías... Reliquias que forman parte de la historia de la ciudad y que se plantea vender: "Es tanto el dolor que me produce cerrar que a veces prefiero deshacerme de todo".


La fecha de cierre todavía no está concretada. La Campana de Oro seguirá abierta hasta que liquide todo su stock, así que todavía queda tiempo para entrar a despedirse.