Uno de cada tres zaragozanos fallece sin testar. En concreto, en un 35% de los decesos que se producen en la capital aragonesa no hay redactado un testamento, según concluye un estudio elaborado por el bufete Ilex Abogados.

'Herencias y sucesiones en la ciudad de Zaragoza' analiza un total de 924 decesos que refieren a herencias causadas en Zaragoza entre mayo de 2006 y mayo de 2012.

En la tramitación de estas herencias intestadas, en un 89% de los casos analizados se declaró herederos a los parientes del grupo uno, es decir hijos y descendientes, ascendientes y cónyuge. En el 11% restante resultaron llamados los parientes colaterales (hermanos, primos, tíos…)

Este mismo estudio muestra cómo, independientemente de que haya testamento o no, en el 63,7% de los casos analizados los herederos son los hijos, mientras que el cónyuge es quien recibe la herencia en un 12,6% de las ocasiones. Es decir, que los parientes que en terminología fiscal pertenecen a los grupos I y II (ascendientes, descendientes y cónyuge) reciben más de tres cuartas partes del total de herencias. En este capítulo se advierte que en un 13,52% de los casos son llamados los parientes colaterales  y en un 4,7% los parientes por afinidad (yernos o nueras) en el 4,7% de los casos.

Los autores del estudio destacan que son muchos los ciudadanos que todavía creen que existe la obligación legal de "dejar algo a todos los hijos por igual". Sin embargo, en Aragón la legítima, cifrada en un 50% del caudal hereditario, es colectiva y puede distribuirse igual o desigualmente entre hijos y descendientes del testador, mientras que el otro 50% es de libre disposición.

El informe también pone de relieve cómo la mayoría de las personas conocen algunas particularidades del Derecho Aragonés en materia de Sucesiones. Una bien arraigada es la fiducia sucesoria que se encuentra presente en un 74% de las herencias testadas. Esta figura jurídica, que permite al causante ordenar su sucesión a través de una tercera persona, se otorga en un 100% de los casos estudiados al cónyuge que es quien se encargará de dar un destino determinado a los bienes hereditarios o a una parte de ellos.