Mercadillo solidario los días 16, 17 y 18

"La formación es lo que nos da libertad"

'Estrella de la mañana' monta este viernes su octavo mercadillo solidario en el Parque Grande para proteger a la infancia más desfavorecida de la India.

En el centro reciben comida, techo y medicinas.
"La formación es lo que nos da libertad"
ESTRELLA DE LA MAÑANA

Se dedican a una infancia desfavorecida a través de dos proyectos solidarios destinados a varios orfanatos de la India. Las aragonesas Marisa Vela y Ana Llombart descubrieron en el país asiático todo un mundo de pobreza que acabó atrapándolas. "El conocerlos fue como si te encontraras un niño pidiendo en la puerta de tu casa. Puedes pasarlo por encima o quedarte enganchado", apunta Vela, presidenta de la organización 'Estrella de la mañana'.


Un viaje de turismo acercó a una de sus fundadoras a aquellos niños desprotegidos del barrio rojo, uno de los suburbios de Bombay, a los pozos de miseria de los 'slums' y al pequeño orfanato de Tamil-Nadu que posteriormente dio nombre a la asociación aragonesa.


"Mientras un 20% de la población está bien situada -un porcentaje en el que se encuentran algunos de los hombres más ricos del mundo- el 80% restante es un submundo de niños que duermen en la calle, leprosos, raptos y secuestros de niñas para la prostitución y los circos...", asegura Marisa, recién llegada de uno de los viajes de sensibilización que realizan en la India.


Hoy son ya 90 socios y más de 200 voluntarios que con sus aportaciones individuales promueven diversas actividades para recaudar fondos. Las colaboraciones mensuales sostienen dos casas-hogar –Estrella de la Mañana y Little Angels– en Tamil-Nadu y un colegio de refugiados tibetanos del Karnataka. Los mercadillos, por el contrario, sirven para financiar "proyectos puntuales", como un orfanato erigido sobre un edificio en ruinas o un Centro de Formación para niños ciegos en Mungod que funciona desde el pasado mes de junio con 15 alumnos –10 chicos y 5 chicas–. "La formación -defiende Marisa- es lo que nos da libertad y la educación es la única vía para impedir que sean presa fácil", insiste ella.


La educación como vía de escape


Según un estudio elaborado por expertos de la Fundación Thrompon Reuters, India es –de entre las grandes potencias económicas– uno de los países más peligrosos para ser mujer. El infanticidio, la explotación infantil y el matrimonio de niños colocan al país en la cola de la lista. "Si algún futuro tienen estos chicos es a través de unas familias con un futuro laboral, alejados del alcoholismo que afecta a la población y del rapto de niñas", sostiene Marisa.


La ceguera, "vivida a través de la religión como conscuencia de otras vidas anteriores más malas", y la situación de la mujer en la India complican la supervivencia de muchos de ellos. "Los críos ciegos son los últimos en recibir techo, educación y comida, y si son niñas todavía peor. Una hija con la dote de por medio es una carga tremenda. A los 12 o 13 años se casa y no la vuelves a ver, así que todos esos recursos –si los hay– los inviertes en el hijo", explica Vela, que insiste en que la formación es la principal vía de escape para ellas. "Una niña no vale nada, pero una niña ingeniera vale mucho", apostilla.


En estos centros reciben comida, cama y formación para su autonomía diaria en la escuela del pueblo. "El objetivo es que sean capaces de trabajar el día de mañana en alguna empresa, desde los contestadores de teléfonica o empaquetadores a cualquier otro empleo", sostiene. El dinero de los últimos mercadillos –incluido el de este fin de semana– se destina al Centro de Formación Profesional de Mungod, donde estudiantes ciegos de 1º de bachillerato acuden por primera vez al colegio. "Contratan un profesor de música y otro de informática y ahora hacemos visitas puntuales para ver cómo van las cosas", cuenta Marisa, una recién llegada.


En 2006 enviaron la primera donación -de 700 euros- a 'Estrella de la mañana', un hogar de acogida con siete menores. "En vez de ponerse la casa más bonita, lo que hicieron fue coger más niños. A partir de ahí hicimos asociación y empezamos a colaborar de manera rutinaria financiando mensualmente los gastos", recuerdan.


Un niño con educación, techo, comida, ropa y vacunas supone una media de 20 euros al mes, mientras que el mantemiento del colegio de niños tibetanos –con 40 alumnos de entre 4 y 7 años– ronda los 160 euros. Marisa se sorprende por el "distinto valor que tiene el dinero" en uno y otro lugar. "Aquí por esa cantidad no comería ni una familia”, apostilla Idoya, otra voluntaria.


"El gobierno -dicen- tiene una faena tremenda porque los sueldos que se pagan no valen nada y Occidente no para de llevar industrias". Entre tanto, el contraste entre uno y otro Bombay, entre una y otra India, es cuanto menos "paradójico". "En todos centros tenemos que tener un generador porque se puede ir la luz en un día 15 veces. Parece mentira que sea un país pionero informáticamente y que al mismo tiempo ocurran estas cosas", cuenta Vela sorprendida.

Mercadillos solidarios


La recaudación obtenida en los últimos mercadillos benéficos les permitió construir el Centro de Formación de Karnataka, con un presupuesto de 200.000 euros. Por el momento, el situado en 'El Ciclón’, les ha aportado ya en torno a los 2.000 y se espera que estos días, a través del rastrillo instalado por cuarto año consecutivo en el Aula de la Naturaleza –en el Parque Grande– se alcance una donación superior. La mayor que consiguieron fue de 40.000 euros.


"El único gasto que tenemos son las transferencias que nos cobran los bancos y los productos que nosotros compramos para vender, siempre intentando hacerlo con el denominado 'comercio responsable' de la India por sacarlas un poco de la calle”, explica Marisa en alusión a una amiga francesa de la asociación que trabaja con niñas indias y otra conocida de la región a la que compran pareos para que luego ella pueda financiar el colegio de sus hijos.


Más de 20 puestos con artesanía, libros, textiles -mantas tibetanas y pareos de la India- bisutería y otros espacios de comercio justo se darán cita desde este viernes y hasta este domingo en el Parque Grande. "Como vemos lo que pasa en la calle intentamos adaptarnos a ello y rebajar precios. Preferimos perder nosotros un poquito, pero que la gente siga viniendo", comenta Idoya Cervera, una colaboradora.


"Cuando hay una situación de necesidad llega a todos lados. Si soy solidario lo soy con el de aquí y con el de allí, no es este o el otro. La gente que viene a estos sitios normalmente está involucrada en muchos proyectos diferentes de voluntariado", añade Marisa. En su caso -dicen- la vida les llevó por ese camino, pues en ningún momento tenían pensado dedicarse a la cooperación. "Igual si nos hubiéramos encontrado con un grupo de leprosos o de ancianos aquel día, ahora estaríamos trabajando con ellos, pero realmente la situación es la que te marca. Es mirarlos y ayudarlos o mirar para otro lado", dice en recuerdo de aquellos niños.


Idoya, por su parte, no ha viajado hasta el país asiático, pero colabora con la causa desde aquí. "El día que pueda ya iré, pero de momento me quedo con la sensación de saber que estoy haciendo algo que vale la pena”, confiesa.