Incendio junto al Moncayo

Un oasis entre la ceniza

Los vecinos del municipio han regresado ya a sus hogares, tras tres días desalojados, y han podido comprobar que sus casas no han sufrido daños.

Los vecinos de Talamantes regresan a casa
Los vecinos de Talamantes regresan a casa
SARA BELLED/EFE

Tras darse por estabilizado este miércoles por la tarde el incendio más grave en lo que va de año en Aragón, los vecinos desalojados de Talamantes, convertido en un oasis en medio del fuego y las cenizas, han podido regresar finalmente a sus casas, tres días después de un exilio forzado.


El incendio declarado el pasado lunes entre los municipios de Calcena y Talamantes, ha calcinado 3.500 hectáreas de superficie -300 de ellas en el parque natural del Moncayo- sobre todo pasto y matorral aunque también una zona de pinar y encinar en un frente que ha alcanzado los 40 kilómetros.


A las primeras de cambio, el medio centenar de vecinos de Talamantes fueron desalojados y una veintena de ellos realojados en un albergue de Alcalá de Moncayo, a ocho kilómetros de distancia. El resto en casas de familiares y amigos de la zona.


Pasado ya el peligro, los vecinos, con las llaves de sus casas en una mano y en la otra las pocas pertenencias que pudieron recoger antes de ser desalojados, poco equipaje para un corto viaje de tres días que, sin embargo, "se ha hecho eterno", según han asegurado, han podido retornar al pueblo.


Ese corto viaje se convirtió en una angustiosa incertidumbre porque "se decía que el fuego estaba en el cementerio, en las bodegas", se lamentaba un vecino, y en realidad "no sabíamos si había llegado a las casas".


Por ello la sorpresa este miércoles fue mayúscula, cuando las autoridades permitieron a una persona de cada familia acercarse al pueblo a coger cosas básicas como ropa o medicinas antes de poder regresar por fin este jueves a sus casas.


Tras regresar al puesto de mando establecido en Alcalá de Moncayo, los talamantinos celebraban con los suyos la noticia de que su pueblo estaba a salvo, aunque "ninguno" lo hubiera dicho, afirmaba otro vecino. "Es ver para creer".


Así pues, este jueves tocaba despedirse de quienes los han estado "mimando", como aseguraba una talamantina; debían despedirse de los vecinos de Alcalá de Moncayo y, sobre todo, de las personas que regentan el albergue donde han comido, dormido y han estado "como en casa".


La emoción se palpaba en el ambiente, y las lágrimas han explicado lo que las palabras no podían contener, el máximo agradecimiento de un pueblo, hacia sus vecinos de Alcalá, hacia la Guardia Civil que "ha hecho una labor inmejorable", según el alcalde de Talamantes, Juan Manuel Jiménez, y hacia todos los efectivos trasladados hasta allí para combatir el incendio.


Además de agradecer el trabajo a las autoridades como "el señor Modesto", en alusión al consejero de Medio Ambiente del Gobierno de Aragón, Modesto Lobón, quien, como han querido dejar constancia en el albergue, "se echaba a dormir a las 2 de la mañana y a las 5 estaba desayunando". En definitiva, una larga lista de agradecimientos de un pueblo que comienza otra vez su rutina.


Porque Talamantes es uno de esos pueblos en los que se para el tiempo, de calles estrechas y empinadas, callejones blancos con flores y de puertas abiertas y ventanas por las que hoy de nuevo se escuchaban voces.


Todavía olía a ceniza, "pero casi no se nota si miras hacia la parte que no se ha quemado", han dicho algunos mientras buscaban el lado amable de la tragedia, aquello a lo que aferrarse, porque como ya dijo el alcalde, "hay zonas de monte bajo que en dos años estarán listas, pero la zona de pino y carrasca tardará más".


Ya hay luz en el pueblo, y también agua, aunque no dejarán beberla hasta asegurarse de que es potable y no ha sido afectada por la ceniza, por lo que el Ayuntamiento ha preparado un dispositivo de emergencia en el pabellón municipal con agua embotellada y este jueves por la tarde se reunirán para "ver qué alimentos necesitan los vecinos" tras paralizarse sus neveras y congeladores.


A pesar de que el incendio está controlado, las cuadrillas terrestres continúan trabajando para evitar cualquier tipo de reavivación del fuego.


Paralelamente, los vecinos ya se movían por los alrededores del pueblo con la cámara en la mano o simplemente mirando el nuevo paisaje negro al que tendrán que acostumbrarse por un tiempo.