Zaragoza

El árbol de la conciencia

Música, poesía y actividades infantiles han protagonizado una jornada lúdico festiva para homenajear a una carrasca casi centenaria del parque Bruil

La encina del parque Bruil es un ejemplar único en Zaragoza.
El árbol de la conciencia
P. Z.

Cerca de 300 personas se han dado cita a las 12.00 en el parque Bruil de Zaragoza en una jornada lúdico festiva para llamar la atención sobre la conservación de algunos árboles longevos de la capital aragonesa. La reciente remodelación del parque Bruil afecta a la ‘carrasca de las Coronas’, un ejemplar casi centenario de encina que actualmente se ve afectado por los sistemas de riego situados junto a sus raíces.


El acto ha contado con mucha más gente de la esperada y el paseo guiado previsto por la organización para mostrar las distintas especies de arbolado se ha sustituido por una explicación in situ (bajo la carrasca), de otras especias protagonistas del parque, como almeces y acacias; y otros desaparecidos, como tejos y magnolios.


David Arribas, de la Asociación de Vecinos de La Madalena ha explicado que “el objetivo de este acto es poner en valor la naturaleza urbana y proteger entornos ya existentes, como este parque”. “No se trata solo de plantar más árboles, sino de conservar también los que ya tenemos”, añade.


La música tradicional ha servido para animar a los más pequeños, que han bailado rodeando a la carrasca. Después, la animación infantil de Gusantina ha continuado divirtiendo a los chavales, dando paso a la plantación de árboles: una morera, y un roble (hijo del monumental roble del Canal).


El homenaje a la carrasca ha concluido con un abrazo al árbol. Esta fiesta en defensa de la naturaleza ha sido organizada por las asociaciones de vecinos de La Madalena, Parque Bruil y Actur-Puente Santiago, el colegio público Tenerías, Gusantina, Ecologistas en Acción, ANSAR y Decrecimiento Aragón.


Un parque con mucha historia

El lugar donde hoy se ubica este espacio verde era una finca que formaba parte de los terrenos del convento de San Agustín, en la Edad Media (hoy recuperado como Centro de Historias). Con la desamortización de Mendizábal, en 1835, el parque pasó a manos privadas. Juan Bruil fue uno de sus propietarios. Pertenecía a una familia de origen francés y trajo muchas especies vegetales expresamente de Francia. Incluso instaló una montaña rusa de 25 metros de altura. Y permitía que algunos días festivos los zaragozanos pudieran entrar a disfrutar de su finca privada. En 1956, el Ayuntamiento expropió los terrenos, los reformó y en 1965 inauguró el nuevo parque municipal.


A finales de los años 70 instalaron una jaula y trajeron una pareja de osos al parque. El oso murió, pero la osa vivió muchos años. Al final, quedó tuerta, -probablemente por obra de gamberros, más salvajes que el propio animal- y se la llevaron a una reserva. También había pavos reales y un león, regalo de un circo que estaba de paso en Zaragoza.