comarca de Tarazona y el Moncayo

Treinta y cinco niños de toda España participan en el pesaje de Lituénigo

La balanza convirtió los kilos de los niños en trigo, subastado para sufragar el culto al patrón.

El pesaje de los niños se convirtió un año más en una fiesta para las familias participantes.
Treinta y cinco niños de toda España participan en el pesaje de Lituénigo
N. BERMEJO

La pequeña localidad de Lituénigo despide hoy sus fiestas patronales en honor a San Miguel, y lo hace después de que ayer cumpliera con su tradición más arraigada: el pesaje de los niños. 35 bebés se pesaron ayer a la antigua usanza, en una balanza romana con capazos en sus extremos: uno para los niños y otro para equiparar el peso de los pequeños en trigo.

Niños provenientes de Lituénigo, pero también de otras localidades de la comarca de Tarazona y el Moncayo e incluso de tierras más lejanas, como Madrid, contribuyeron a mantener viva esta costumbre. Y es que como dijo el alcalde, Alberto Negredo, «esta tradición se va ampliando al resto de España». De hecho, esta celebración triunfa cada año no solo entre los padres que acuden con sus hijos, sino también entre los espectadores que se agolpan para no perderse ni un solo gesto de los protagonistas.

Algunos de los pequeños apenas tenían unas semanas, mientras que otros llegaron andando hasta la balanza. Muchas familias vistieron a los niños con el traje regional, aunque muchos apenas se dieron cuenta porque durmieron durante todo el acto. Otros lloraron sin parar mientras intentaban salir del capazo de mimbre, ajenos a la importancia del momento. Sin embargo, todos contaron con la ayuda de sus padres y demás familiares, que los sujetaron en todo momento sin parar de sonreír.

«Nos gusta mantener vivas las tradiciones de nuestros pueblos, y lo de hoy es una forma de colaborar. Ya pesamos a nuestra hija hace cuatro años y ahora hemos vuelto con el pequeño, Hugo, que nació hace menos de dos meses», explicó Esther Lara, originaria de San Martín de la Virgen del Moncayo, pero casada con un turiasonense.

El pesaje de los niños fue declarado de Interés Turístico Regional en el año 1998 y ha servido para colocar a la localidad en el mapa. «Es un orgullo que un pueblo tan pequeño tenga una fiesta con esta importancia desde hace tanto tiempo; resulta muy satisfactorio para los vecinos. Nos enorgullece que gente de la comarca o la provincia venga a Lituénigo a pesar a sus hijos», expresó el primer edil de Lituénigo.

Esta costumbre surgió a finales del siglo XVII. Según la leyenda, un matrimonio de la localidad no podía tener hijos y prometió a la Virgen que si concebían uno, le ofrendarían tantas talegas de trigo como kilos pesase el niño. Para San Miguel nació su hijo y desde entonces se celebra esta tradición. «Este año, un par de personas que descienden del pueblo traen a sus hijos a pesar. Por supuesto, nos gustaría que hubiera niños de aquí, aunque todo se andará. De momento tenemos pesaje para muchos años porque la tradición está totalmente arraigada», aseguró Negredo.

Después de la costumbre de pesar a los niños, fueron los mayores quienes se convirtieron en los protagonistas gracias a la subasta del trigo. Los vecinos iban haciendo pujas por el total de 1.200 kilos, con la peculiaridad de que no se iban añadiendo euros sino tantos, equivalente cada uno a tres céntimos de euros. La subasta termina cuando alguien coge las llaves de la iglesia que están colgadas en la puerta del templo y completa un pequeño recorrido de ida y vuelta entre la capilla y el centro de la plaza antes de que se haga una puja mayor.

La ganadora de la subasta fue Teresa Zueco, que había pesado poco antes a sus hijas gemelas. Su oferta subió hasta los 40.225 tantos, o sea, 1.500 euros, saliendo el kilo a 1,245. La vencedora tendrá que pagarlos el año que viene, para seguir manteniendo el culto al patrón del pueblo. Por eso se dice que el trigo de Lituénigo es el más caro del mundo.