¿CÓMO NACIO?

Más de 250 años de historia

El Rosario de la Aurora, su antecedente más remoto, fue creación espontánea del pueblo y se remonta a 1756. Los faroles monumentales son más recientes, de 1890, y los elaboró el taller Quintana

La procesión de la luz se adueña de las calles de Zaragoza todos los 13 de octubre
Más de 250 años de historia
OLIVER DUCH

Todo empezó el 3 de julio de 1756, cuando Mariana Velilla, una mujer de Ambel que vivía en Zaragoza, acompañada de otras siete personas más, comenzaron a rezar por la mañana el rosario en la Santa Capilla del Pilar, saliendo a la calle cantando las avemarías de los últimos misterios. El día 5 ya fueron 14 personas quienes lo rezaron; el 6, 25; al día siguiente acompañaban a Mariana 42; al otro 80... El 21, tan solo 18 días después de la primera vez, ya rezaban 1.444 personas. El Rosario, que acabó llamándose 'de la Aurora' porque se rezaba mientras amanecía, prendió hondo en el corazón de los zaragozanos, hasta el punto de que se acabó pidiendo permiso para rezar otro al atardecer. Pronto llegaron las velas, los estandartes y los pequeños faroles. Los dos rosarios se fundieron en uno y se confinaron al interior del templo, y, finalmente, se autorizó la salida nocturna todos los 12 de octubre, que fue la fecha elegida al principio.


Durante años, el fervor popular mantuvo en pie la costumbre, que fue rodeándose de un halo especial. La historia del Rosario está llena de curiosidades. El 5 de septiembre de 1798, por ejemplo, se estaba rezando en el Pilar mientras una monumental tormenta azotaba Zaragoza. Un rayo se descolgó por la espalda del altar mayor y jugueteó en el aire sin herir a nadie. Casi un milagro.


Tampoco estuvo el Rosario exento de polémicas y turbaciones. Algún año hubo en que los concejales de la ciudad no quisieron rezarlo codo con codo con la gente del pueblo, y se cuenta que en 1815, cuando llegaba al Coso, se formó un tremendo alboroto cuando alguien lanzó a la procesión una rata viva. Luego empezó a gritar que se habían escapado los toros de la plaza y que estos se acercaban por allí, con lo que logró que la multitud se disolviera. Fue un caso aislado, porque lo normal era que los balcones se engalanaran con tapices, y estandartes, velas y cantos rindieran culto a la Virgen en la procesión.


La cofradía, clave

El Rosario, llevado de la devoción popular, arraigó fuerte, y en 1887 el Cabildo pidió permiso al Papa para crear una segunda cofradía del Rosario en Zaragoza. Era algo especial porque ya existía una en la ciudad, en la parroquia de San Pablo. Y lo concedió. En 1888 se aprobaron los estatutos, a finales de diciembre se nombró junta directiva y el 2 de enero, en el aniversario de la aparición de la Virgen al apóstol Santiago, se celebró la institución canónica de la cofradía, en un acto multitudinario en el que se llenó la catedral y aún hubo gente que se quedó fuera.


El primer presidente de la cofradía, José María Pra y Duarte, quiso engrandecer la procesión y enseguida pergeñó una idea: había que sustituir las velas que portaban los fieles por una colección de faroles artísticos, con vidrieras de color, que simbolizaran los quince misterios y que no solo acompañaran a los fieles en sus rezos, sino que también tuvieran un efecto catequizador sobre quienes los contemplaran.


Encargaron el diseño de los faroles al arquitecto Ricardo Magdalena, que se entregó a ello día y noche para acabar en tiempo récord, y que no quiso cobrar nada por su trabajo.


Aun siendo importante su gesto, no era el menor de los problemas al que se enfrentaba la cofradía, que no tenía fondos para acometer una empresa de tal envergadura, por lo que se abrió una suscripción pública para acometer los trabajos.


El proyecto se planteaba en dos fases. Primeramente, se construirían una serie de faroles (padrenuestros, avemarías, glorias y letanía) que saldrían en procesión el 12 de octubre de 1889. Luego se acometería la construcción de los faroles de los misterios, que se estrenarían al año siguiente.


Los aragoneses, y los zaragozanos en particular, respondieron a la llamada de auxilio de la cofradía, y el 12 de octubre de 1889 la que entonces se llamaba 'Procesión del Rosario General' contó con dos largas líneas de faroles de mano que llenaron de luz y color las calles.


La construcción de los faroles dedicados a los misterios se confió al maestro vidriero León Quintana Bianchi. La expectación ante su trabajo era enorme. Tanto, que se pidió permiso para que el recorrido de la procesión fuera más largo, y así pudiera ser admirado por más gente y durante más tiempo; y se solicitó también que la procesión se trasladara al día 13, en lugar de celebrarse el 12, como se había hecho siempre.


El 13 de octubre de 1890 fue una fecha histórica en Zaragoza. A las siete de la tarde, acompañados de varias bandas de música, con el arzobispo de la ciudad, el nuncio del Papa y 33 obispos en los balcones del palacio episcopal, los faroles salieron a la calle. Fue entonces, por razones obvias, cuando a la procesión se le empezó a conocer popularmente como el 'Rosario de Cristal'.


"Aventaja a la fantasía"

Según señalaba el periódico 'Diario de Avisos' en la crónica publicada en sus páginas el 14 de octubre de 1890, "Este rosario es alarde de la ferviente devoción de un pueblo; es el esfuerzo del arte que toma luz y, combinándola en formas hermosísimas, las arroja y lanza al través de los cristales colorados con todos los matices del iris para ofrecer efectos sorprendentes. El Rosario del Pilar aventaja a cuanto la mente soñadora pudo fantasear en una noche plácida...".


Luego, y gracias a las donaciones, la comitiva se fue enriqueciendo con faroles figurativos y adaptándose a los tiempos (los faroles dejaron de llevarse a hombros en 1926 y se iluminaron con acumuladores eléctricos en 1940). Pero se mantuvo fiel al espíritu original, el de 1890 y, sobre todo, a aquel sentimiento que llevó a Mariana Velilla, el 3 de julio de 1796, a rezar el Rosario en plena calle.