LA OFRENDA DE FLORES

La tradición tuvo un comienzo

Creen algunos autores que, tal vez, los antecedentes de la Ofrenda de Flores a la Virgen del Pilar hubiese que buscarlos en los años 40 del siglo XX, cuando el Camarín de la Virgen, en la Santa Capilla del templo, se adornaba y perfumaba con claveles, rosas, nardos y otras flores durante los días de las Fiestas del Pilar.

OFRENDA AÑO 2001
La tradición tuvo un comienzo

Lo que resulta seguro es que, con independencia de esta incierta referencia cronológica,

nunca han faltado las flores en el Camarín, fruto de las donaciones de gentes de la

ciudad y de los envíos que, desde España o desde Iberoamérica, han hecho siempre

lucir a Santa María del Pilar con un adorno incomparable. Ningún día del año sin flores

y, menos aún en los aniversarios de la Venida -2 de enero-, de la coronación canónica

-20 de mayo- y en el día del Pilar -12 de octubre-, en los que, además, la

Virgen se muestra sin manto, dejando ver la guarnición de plata labrada que cubre la

Columna, circunstancia esta que se repite en los días 2, 12 y 20 de cada mes.


También se sabe que cuando Casimiro Morcillo llegó a Zaragoza, como nuevo arzobispo,

en el año1955, planteó la posibilidad de que los fieles ofreciesen flores a la

Virgen del Pilar, al igual que se hacía con las velas, adquiriendo los ramilletes a la entrada

al templo y depositándolos en un soporte a propósito para exhibir los homenajes

florales.


Hay quien retrasa más la fecha, hasta los inicios del siglo XX, momento en el que

estos actos rituales surgirían como imitación de algunos desfiles procesionales religiosos

antiguos, en respuesta a la progresiva pérdida de importancia de los actos religiosos

públicos, no siendo fruto del fervor popular, sino de la iniciativa de algunas familias zaragozanas

acomodadas.


Sea como fuere, las ofrendas de flores a la Virgen del Pilar se han llevado a cabo

de modo habitual desde que hay memoria, como manifestaciones de la devoción personal

o colectiva, y al igual que los presentes de velas, mantos, joyas o dinero, podían,

y pueden hoy, hacerse de forma privada o pública. Al llevarse a cabo públicamente, el

oferente había de decir unas palabras ante la Virgen, a las que respondía un sacerdote,

destacando así la importancia y el simbolismo del acto de la ofrenda devocional en

sí. La flor como elemento iconográfico tiene, por lo demás y desde antaño, un relevante

papel en las representaciones marianas y no es extraño verla en representaciones

asociadas a las Fiestas del Pilar zaragozanas, incluso antes de que la Ofrenda pública

y multitudinaria existiese como tal.La Ofrenda de Frutos

Los años 40 del siglo XX no son «tiempos propicios a la alegría desmesurada

de antaño». La dura posguerra planea sobre unas fiestas cuyo marcado carácter

religioso será, dadas las circunstancias, entendido como signo propio del nuevo régimen.

Las exaltaciones patrióticas del folclore en el Teatro Principal, los bailes de gala

de las familias distinguidas en el gran salón renacentista de la Lonja y las solemnes celebraciones

religiosas son el caldo de cultivo en el que se gesta una de las primeras manifestaciones

devocionales, a la par que festivas, presentada bajo la forma de ofrenda

religiosa.


Calificada en su momento como acto de «expresión de la devoción filial de

las mujeres aragonesas a la Santísima Virgen del Pilar», en 1949 tiene lugar la primera

Ofrenda de Frutos, a la que se esperaba que acudiesen el mayor número posible de

"damas y señoritas zaragozanas". Se desarrolló el nuevo acto, llamado a ser en adelante

"permanente en nuestro programa festero", con especial relieve, haciendo ofrenda

la reina de las fiestas, María del Carmen García-Belenguer y Valdés, de frutos de la tierra

a la Virgen, como homenaje devoto de las aragonesas a "nuestra celestial protectora". La joven leyó a los pies de la Virgen una sentida ofrenda, original del canónigo

Vicente Tena, a la que contestó el vicario general y deán del Cabildo, Hernán Cortés.

Entregó además la reina un «importante» donativo para contribuir a las obras del templo

del Pilar.


En el pregón de fiestas de aquel año, de Mariano Berdejo Casañal, se decía que la

Virgen había posado sus divinas plantas en Aragón, tierra "acaso con más frutos que

flores". Pese a todo, cuando en el verano de 1958 comience a anunciarse la nueva

Ofrenda de Flores, la prensa hará alusión a la escasa trascendencia popular que venía

teniendo la de frutos.Las flores y el traje regional

Algunas notas curiosas hablan de intentos de potenciar el traje regional, años antes

de este 1949. Así, cuando en 1938 "numerosas mujeres realzaron su belleza vistiendo

el traje regional, tan vistoso, para concurrir a los cultos del día, para el paseo y

para asistir a los espectáculos"; o cuando, en el mismo año, "numerosas postulantes de

Auxilio Social" -el organismo falangista que se encargaba de la asistencia a los menesterosos-

"lucieron el atuendo baturro con garbo y salero". Al parecer, la "innovación" causó el mejor efecto entre el público.


Con estos precedentes comenzarían a asentarse, en cierto modo, los dos pilares

básicos para la posterior concepción de la Ofrenda: las flores y el traje regional, rasgos

que se irían reafirmando durante los años 50. La Gala de Exaltación del Traje Regional,

para presentar además a la reina de las fiestas y elegir a la del año siguiente, se convertirá,

durante estos años, en el prólogo más importante de las celebraciones, cambiando

con el tiempo el escenario de la Lonja por el de la nueva Feria Nacional de

Muestras y, posteriormente, por el del Centro Mercantil y Agrícola (el Casino Mercantil), dotados ambos de escenarios.Por unas fiestas más populares

La década de los 50 marcará el inicio de la recuperación de la calle para

las fiestas. Los tiempos cambian y las celebraciones se les acompasan, saliendo de los

salones cerrados. Calles y plazas serán el nuevo escenario de los conciertos, del teatro,

del circo y de los espectáculos de los feriantes, así como de los tradicionales gigantes

y cabezudos. El espacio informativo dedicado a la fiesta en la calle crece, atestiguando

el cambio necesario de las costumbres festivas.


Una crónica de HERALDO, del 12

de octubre de 1954, dedicada a los "humildes protagonistas" de las fiestas, comienza

así: "La ciudad está en fiesta. El regocijo popular busca en calles y plazas escenario

propicio. Los festejos se suceden con celeridad: fuegos de artificio, pasacalles, gigantes

y cabezudos, concursos, rondallas, toros, fútbol, carreras, retreta militar… Rosario,

Salve, Misa de Pontifical, procesión… Propios y forasteros vivimos unas horas vertiginosas.

Contagiosa alegría de la ciudad en fiestas".


Y todo ello, como queda escrito, manteniendo de forma paralela el tradicional fervor

religioso. De hecho, en la segunda mitad de la década, especialmente a raíz de la

celebración del Congreso Mariano de 1954, irán destacándose algunos precedentes inmediatos

de la Ofrenda de Flores, además de continuar la de frutos su consolidación.

Con motivo del cincuentenario de la Coronación Canónica de la Virgen del Pilar por

Pío X en 1905, el 20 de mayo de 1955, se celebró un "grandioso" desfile de galeras engalanadas,

organizado por la Cámara Oficial Sindical Agraria, en el que los participantes

vestían el traje regional, ofrendando al término del mismo flores a la Virgen.


Así quedó

reflejado en la prensa: "Ante la venerada

imagen de nuestra excelsa Patrona desfilaron

cuantos portaban las flores, que depositaban

al pie del altar, y luego pasaron los grupos

folclóricos con sus guiones y enseñas. El

deán y vicario general don Hernán Cortés,

con gran elocuencia, puso de manifiesto la

importancia y la trascendencia del acto que

se celebraba, que constituía una plena y

grandiosa manifestación de fervor y devoción

por la Virgen del Pilar, sentido y emotivo

homenaje que unánimemente le tributaban

los labradores aragoneses".


El día del Pilar del mismo año se efectuó

una ofrenda de flores que los católicos

de México, nación que había recogido y

mantenido el espíritu de la devoción mariana, habían enviado a Zaragoza, ejerciendo de embajada mediadora el Ayuntamiento de Madrid. La ofrenda de rosas procedía del Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe,

patrona del país, en el monte del Tepeyac, donde se sitúa la primera aparición

mariana en tierras mejicanas. La ofrenda se repitió en años sucesivos como muestra

de hermandad devocional con la nación mexicana.Y surgió la idea

El 28 de noviembre de 1957, Manuel Rodeles Giménez es nombrado concejal del

Ayuntamiento de Zaragoza y se encarga de la Comisión Permanente de Festejos. En este

decenio se producen algunos giros políticos y económicos en España. Desaparecen en

1951 las cartillas de racionamiento y una mínima holgura material, con cierto aire de

nuevos tiempos, anima a la gante común, y no sólo a las clases pudientes, a disponerse a

la fiesta cuando llega el momento, para disfrutar de unas celebraciones que, en buena

ley, deben ser generales, de todos y para todos.


Es un ambiente que gana terreno, lo que

se aprecia en las iniciativas que surgen tanto de la prensa y de la radio, como de las sucesivas

corporaciones municipales o del mismo arzobispado, como queda dicho.

Inspirándose en el modelo de la Ofrenda a la Virgen de los Desamparados de Valencia,

con el valimiento y consejo del catedrático y concejal Antonio Beltrán, casado

con una valenciana y habiendo vivido allí su juventud; con el apoyo del director de

Radio Zaragoza, Julián Muro, también vinculado familiarmente con la ciudad del Turia,

y de otros colaboradores como Emilio Larrodé, Manuel Rodeles comenzó la campaña

que, con el respaldo promocional y publicitario de HERALDO DE ARAGÓN

y de Radio Zaragoza, dio forma definitiva a la primera Ofrenda de Flores a la Virgen

del Pilar, que tendría lugar, con éxito notable, durante las fiestas del año1958.