COLUMNA DE AL VIRGEN

Plata fina en la Columna

La Columna, revestida hace siglos por una funda de bronce, se presenta a los ojos de los fieles cubierta con los forros y el broche de fina plata labrada. Son obras maestras

Broche que sujeta habitualmente el manto. Arriba, uno de sus esmaltes, con el escudo del Cabildo
Plata fina en la Columna
CARLOS MONCÍN

La Santa Columna es el origen de todo, el fundamento del Pilar. Es de jaspe, tiene 1,70 metros de altura y un diámetro de 24 centímetros. Según la tradición, siempre ha estado en el mismo sitio, desde la visita que la Virgen María hizo en el año 40 a Zaragoza. Santiago y los siete primeros convertidos de la ciudad edificaron una primitiva capilla de adobe a orillas de Ebro, en torno al Pilar.


La Columna original está en su mayor parte oculta. Como quiera que los fieles, llevados de su devoción a la Virgen, arrancaban trozos del Pilar para llevárselos como reliquia, en el siglo XV o XVI se decidió revestir la Columna con una funda de bronce con remaches que la protege de los daños que puedan venir del exterior. Se quedó, eso sí, una pequeña parte visible a la espalda del camarín, en un adoratorio por el que todos los días pasan cientos de fieles a besarla. Son millones las personas que han depositado allí sus labios, hasta el punto de que la piedra está tan desgastada que ya resulta difícil hacerlo. «Esta es la mejor prueba de que los besos, cuando se dan con amor, siempre dejan huella», asegura el capellán José María Bordetas.


En cualquier caso, es muy difícil ver el forro de bronce de la Columna. Lo normal es que, sobre él, se haya colocado un forro de plata cincelada y repujada. El que se coloca cuando la Virgen no lleva manto, dorado en sus dos extremos, cubre todo el pilar a la vista. Es una muestra muy representativa de la platería aragonesa del XVIII. Fue donado por Ignacia Azlor y Cheverz en 1739.


Existe otro forro, con la mitad de altura, que es el que lleva la Columna cuando la Virgen viste manto. Y, en esos días, que son mayoría, se utiliza un exquisito broche, también en plata repujada, y con esmaltes y pedrería, que fue donado a la Virgen a principios de los años 40.


Hay más plata en el camarín, como el bello dosel. Y también el frontal bajo la Virgen, habitualmente oculto en su mayor parte por la escalera de acceso, en plata labrada y con varios escudos esmaltados de gran belleza.