SACRISTÍA DE LA VIRGEN

Orden en lo cotidiano

Si hay un espacio del Pilar íntimamente ligado a la Santa Capilla es la Sacristía de la Virgen. Allí se organiza la mayor parte de la vida cotidiana de la basílica, su día a día

Las puertas, talladas en nogal, uno de los elementos más significativos de la sacristía de la Virgen
Orden en lo cotidiano
CARLOS MONCÍN

Siempre, a cualquier hora, la Sacristía de la Virgen es un hervidero de actividad. La afluencia de visitantes en busca de las cintas de la Virgen no cesa. Los colores, aunque se suele desconocer, tienen su significado: morado de Adviento y Cuaresma, rojo de los Mártires, blanco de la Virgen y del Tiempo Pascual, azul de la Inmaculada... Los capellanes (José María Bordetas, Marcelino Lacasa y José González) lo mismo bendicen una imagen de la Virgen de Fátima a unos visitantes portugueses que así lo solicitan, como toman nota de la reserva, a dos años vista, para una boda. «Aquí se atiende a fieles y peregrinos -afirma el capellán José María Bordetas con la autoridad de sus 46 años de servicio religioso-. Aunque, en realidad, todo el que viene al Pilar es un peregrino». En la sacristía, que fue joyero, también se guardan los más de 500 mantos que tiene la Virgen, y no es extraño ver al capellán confesando a algún fiel que necesite atención especial.


Precisamente por ese carácter tan de servicio público de la Sacristía de la Virgen, muchas veces se olvida que resulta, en sí misma, otra obra de arte. Es una estancia de estilo rococó que fue diseñada por Ventura Rodríguez en 1755, y que apenas ha sufrido transformaciones mínimas a lo largo de los siglos. A ella se accede por una puerta con el escudo del arzobispo Añoa y Busto, que pagó de su bolsillo la construcción de la Santa Capilla.


«Forma una unidad estética con la Santa Capilla, desde las puertas de nogal a las yeserías y los detalles ornamentales -apunta el historiador del arte Arturo Ansón-. En buena parte, se puede decir que la sacristía está dedicada al apóstol Santiago». Empezando por la pintura del techo, en la que Joaquín Inza representó a 'Santiago en la batalla de Clavijo'.


«De esta obra no se puede decir gran cosa -asegura Ansón-, porque cayó sobre ella un proyectil durante los Sitios y hubo que repintarla por completo. Fue una de las primeras obras de Inza, un pintor que pasó parte de su infancia en Zaragoza, y creo que con ese encargo el Cabildo lo quiso prestigiar, porque cuando empezó a trabajar en el templo todavía no lo habían hecho ni los Bayeu ni Goya. El problema es que el fresco está muy retocado».


No lo están los cuadros que adornan la parte superior de los muros, en los que Inza quiso representar distintas escenas de la vida del santo, desde su martirio hasta el hallazgo de sus restos, y donde se aprecia el trabajo de un gran pintor. «Inza fue retratista en Madrid, y fue el mejor de su época, hasta que llegó Goya».


Un elemento artístico que suele sorprender al visitante es la pareja de cabezas degolladas de San Pablo y San Pedro que se exponen a ambos lados de la puerta.


«Son un regalo de la condesa de Estepa, y podrían haber sido esculpidas por José Ramírez de Arellano y su taller, aunque no podemos estar seguros de ello. Son imágenes dramáticas e impactantes, por su realismo y el patetismo que trasmiten. Pertenecen a la sensibilidad rococó y lo curioso es que a esas cabezas se les hicieran unas urnas para protegerlas del exterior».


La Sacristía de la Virgen tiene muchos más elementos artísticos interesantes. Para descubrirlos, aconseja Arturo Ansón, hay que ir allí una mañana de primavera o de otoño, cuando haya buena luz.