PRISIONES

Dos internos que asesinaron a otro en la cárcel de Zuera se enfrentan a 40 años de prisión

El autor material del crimen se vengó de la víctima porque sintió que le había dejado en ridículo delante del resto de reclusos.

Hacía solo seis días que había llegado a la cárcel de Zuera procedente de la del Puerto de Santa María. Bastó una contestación que él sintió como humillante para que urdiera la peor de las venganzas: acabar con la vida de la persona que le había incomodado. En apenas tres horas, se hizo con un pincho carcelario -afiló una varilla de un armario-, se buscó un cómplice y tramó la manera de ejecutar su plan. Lo llevó a cabo a la perfección y mató a Antonio Jiménez Hernández, pero lo pillaron y ahora se enfrenta a 20 años de cárcel, la misma pena que el fiscal y la familia del fallecido pide para su colaborador.


Santiago Domínguez Corbalán, de 30 años, y Rogelio Valido Martín, de 26, serán juzgados por un tribunal popular como presuntos autores del asesinado de Antonio Jiménez, de 40 años, cometido en una celda de la cárcel de Zuera el 2 de febrero de 2010.


Los caminos de Antonio Jiménez y Santiago Domínguez se cruzaron a las 14.00 de ese día. Ambos se encontraban en la sala de estar cuando, en presencia de otros presos que se dedican a la limpieza de las zonas comunes del centro, Domínguez le dijo al anterior: «Dame un cigarro, hermano». A lo que Antonio Jiménez le respondió: «Ni te doy un cigarro ni soy tu hermano». La contestación, como recoge la fiscal en su escrito, fue seguida de un despliegue de agresividad y arrogancia por parte de Jiménez que llegó a retar a Domínguez para verse en los 'tigres', es decir, en los urinarios, un lugar que por no haber cámaras de seguridad, es el lugar elegido por los presos para pelearse. Al percatarse de dos funcionarios les estaban mirando, el enfrentamiento verbal cesó. Sin embargo, Santiago Domínguez se quedó con un gran malestar interno y se sintió «profundamente humillado» y «herido en su orgullo», lo que le generó un «profundo deseo de venganza», según la fiscalía. Por eso, nada más ocurrir los hechos, le comentó a Rogelio Valido su deseo de vengarse y le pidió ayuda para tramar su ajuste de cuentas.


Tras la hora de la siesta


Los tres internos estaban en el módulo número 9, pero Santiago Domínguez tenía la celda en el segundo piso, mientras que los otros dos estaban en el primero. Por este motivo, Domínguez trató de que un funcionario le diera permiso para pasar la hora de la siesta en la celda de Valido y así estar más cerca de la de Antonio Jiménez. Como no se lo concedieron, solicitó quedarse a limpiar en las zonas comunes y aprovechar algún descuido para introducirse en la habitación de su cómplice. Al final, lo consiguió y a las 14.30, cuando se cierran las puertas automáticamente, logró entrar en la celda de su cómplice.


De esta forma, según el fiscal, tuvieron una hora y media para urdir su plan. Cuando a las 17.00 se volvieron a abrir las celdas, Santiago Domínguez se dirigió con gran rapidez a la de Antonio Jiménez y entró de manera súbita cuando el preso aún estaba en la litera, tumbado boca arriba y en estado de somnolencia pues tomaba medicación para conciliar el sueño. El agresor le agarró con gran fuerza de la cara y le tapó la boca para que no gritara, al tiempo que le clavaba el pincho en el hemitórax izquierdo, junto a la aureola mamaria, y le perforó el corazón.


Mientras esto ocurría, Valido permaneció a poca distancia de la puerta de la celda, vigilando para que nadie los viera. Aún así, un cuarto preso llamado Jorge P. R., que era amigo de Antonio Jiménez, se encontró con la escena cuando fue a buscarlo para bajar al patio. Pero entonces, Valido le cogió por la espalda y lo sacó de la celda mientras le decía: «Es uno para uno».


Jorge P. R. salió corriendo en busca de ayuda y volvió con más internos, que cogieron en volandas a Jiménez y lo llevaron a la enfermería. Sobre las 17.45, un helicóptero medicalizado del 112 llego a la prisión y trató de reanimar al herido, que falleció a las 18.25.


El fiscal y la abogada de la familia del fallecido, Olga Oseira, consideran que Santiago Domínguez es autor de un delito de asesinato y Rogelio Valido su cooperador necesario para ejecutarlo.