CALIDAD DEL AGUA

El agua de boca vuelve a los niveles de cal y de otras sales que tenía la del Canal

La escasez de reservas en Yesa ha obligado a recurrir a las de La Loteta, que aunque también son del Pirineo tienen peor calidad porque proceden del primer llenado de ese nuevo embalse.

La escasez de reservas que sufre el embalse de Yesa y los materiales que ha arrastrado el primer llenado del nuevo pantano de La Loteta han provocado que desde hace 15 días el agua de boca de Zaragoza vuelva a presentar niveles de cal y de otras sales parecidos e incluso superiores a los que se medían hasta hace dos años, cuando el suministro procedía íntegramente del Canal Imperial. Este empeoramiento solo ha estropeado cuatro de los 53 parámetros que se controlan para garantizar la calidad del servicio, pero el cambio ha sido significativo y se aprecia en el sabor e incluso en el olor.

Según los datos facilitados por el Consistorio, desde que a mediados de junio la capital aragonesa tuvo que prescindir del abastecimiento desde el Pirineo y lo sustituyó por una mezcla al 50% del Canal y de La Loteta, la dureza y la conductividad del agua se ha duplicado respecto a la del año pasado por estas fechas. El primer parámetro mide la cantidad de calcio y magnesio, y el segundo, la presencia de sales.

Además, los niveles de una de esas sales -el sulfato- se han multiplicado hasta por seis situándose por encima del umbral recomendado para esa sustancia. No obstante, el Ayuntamiento insiste en que esa circunstancia no impide que el agua siga siendo totalmente saludable.

El cuarto parámetro que se ha estropeado con la puesta en marcha del suministro desde La Loteta son los trihalometanos, compuestos químicos volátiles que se generan durante la potabilización. No obstante, este indicador ha empeorado poco en comparación con los otros tres, y además sigue siendo sensiblemente mejor que cuando la ciudad bebía solo del Canal.

Fuentes del área de Infraestructuras del Consistorio zaragozano destacan que los otros 49 parámetros que se controlan para vigilar la calidad del abastecimiento siguen siendo «óptimos». Sin embargo, la realidad es que hasta que Yesa no vuelva a tener excedentes el agua de boca de la ciudad volverá a ser muy dura y a tener un alto contenido en sales. Lo normal el que el embalse que abastece al sistema de Bardenas recupere sus reservas después del verano, pero todo depende de las lluvias.

Las mismas fuentes recuerdan que los caudales de La Loteta también proceden del Pirineo. De hecho, esta nueva presa se alimenta de la misma tubería que abastece a la capital aragonesa. «El problema ha sido que, al tratarse de su primer llenado, el agua ha arrastrado las sales que había en el vaso y eso ha estropeado un poco las reservas -explican-. Eso pasa en todos los pantanos, pero la calidad del suministro desde La Loteta mejorará sustancialmente conforme se vaya dejando atrás ese primer llenado». El proceso será gradual y durará como mínimo unos cuantos meses, ya que el embalse no ha terminado su puesta en carga.

Hay que recordar que el abastecimiento a Zaragoza y su entorno con agua del Pirineo es provisional y está condicionado a la disponibilidad de excedentes en Bardenas. Ese suministro de calidad solo se podrá garantizar cuando se ponga en servicio el recrecimiento de Yesa, ya que hasta entonces la prioridad en el uso del agua lo tienen los regantes y los municipios de ese sistema de riegos.

 

Calcio y magnesio: el agua de Zaragoza vueve a ser muy dura.

La dureza es la concentración de compuestos minerales que hay en el agua, en particular de sales de calcio y de magnesio. Este parámetro se expresa en miligramos de carbonato cálcico por litro (mg/l de CO3Ca), y aunque no supone un riesgo para la salud, las aguas duras tienen otros inconvenientes: averías en los electrodomésticos, gastos extra en descalcificación, jabones y productos de limpieza...

Cuando Zaragoza se abastecía del Canal Imperial, la dureza de su agua potable oscilaba entre los 300 y los 400 mg/l de CO3Ca, por lo que podía considerarse muy dura. En 2009, una vez que la ciudad empezó a beber un 50% de caudales de Yesa, ese indicador bajó hasta el entorno de los 230 mg/l , y el año pasado, cuando el porcentaje de agua del Canal quedó reducido al mínimo, volvió a descender hasta los 170 mg/l. Sin embargo, con la mezcla actual se ha disparado y ha vuelto a situarse en los 400 mg/l.

 

Conductividad: la presencia de sales se ha duplicado.

El principal parámetro para medir la cantidad de sales disueltas es la conductividad: cuanta más capacidad tiene el agua de boca de permitir el paso de la electricidad, más sales disueltas presenta. Se expresa en microsiemens por centímetro, y no puede superar el límite de los 2.500. El agua de boca captada del Canal solía rondar los 1.000 microsiemens, pero con las sucesivas aportaciones desde el embalse de Yesa ese indicador cayó hasta los 400. Ahora, la mezcla del Canal y de La Lota se ha situado de nuevo en el entorno de los 1.000 microsiemens, cifra que aunque queda lejos del límite legal, no es idónea para el abastecimiento.

 

Sulfato: se incumple el límite recomendado.

Los niveles de conductividad indican que la concentración de muchas sales ha subido. Sin embargo, el Ayuntamiento asegura que solo una incumple los parámetros óptimos: el sulfato. En cantidades excesivas, este compuesto puede tener efectos purgantes, por lo que, aunque el límite legal está en 1.000 mg/l, se recomienda que no supere los 250. Hasta julio de 2009, el agua de boca de Zaragoza contenía más de 150 mg/l de sulfato, pero esa cantidad se logró reducir hasta los 46 mg/l. Ahora los niveles se han multiplicado por seis superando el umbral máximo recomendado.

 

Trihalometanos: se han incrementado, pero no son un problema.

Los trihalometanos son compuestos químicos volátiles que se generan durante la potabilización por la reacción de la materia orgánica con el cloro. Son peligrosos para la salud, y por eso el agua de boca no puede superar los 100 microgramos por litro. Durante años, Zaragoza tuvo problemas para cumplir ese umbral, pero gracias al agua de Yesa consiguió bajar hasta los 34 microgramos por litro. Ahora, los trihalometanos han subido al entorno de los 40, pero siguen lejos del límite legal.