COMERCIO EN ZARAGOZA

Cramelos Alcaine, mudanza agridulce

Caramelos Alcaine, que abrió sus puertas en 1926 en el 68 de César Augusto, se ve obligado a dejar un emblemático local.

Lleva 85 años endulzando la vida de los zaragozanos y pretende continuar así mucho tiempo más a pesar de que hoy emprenderá «una traumática mudanza». Traumática no por la lejanía -apenas son diez metros de traslado- sino por dejar un local con mucha historia en la laminería zaragozana. Los pesos y balanzas, los libros de visitas a plumín, las latas antiguas de su escaparate y los apliques de la luz, que aún son de 125, dan fe de que Caramelos Alcaine, en el 68 de César Augusto, eran más que un referente en lo que a guirlaches y pastillas de café y piñones se refiere.


En 1926, Clemente Alcaine 'padre' abrió la tienda con una licencia de ultramarinos. Aún asoman por los rincones algunos espejos serigrafiado con chorizo, lomos y embutidos. Después, y ya centrados exclusivamente en el dulce, siguió el negocio durante otros 52 años Clemente Alcaine 'hijo', que sin descendencia y poco antes de jubilarse, vendió la tienda a Miguel Ángel Roc, quien llevaba suministrando caramelos y frutas de Aragón desde su infancia. Ahora, Roc dice que le quita el sueño y le duele el alma por la mudanza, a pesar de que no hay un detalle en la nueva tienda que no evoque a la que han tenido que dejar.


«Lo hemos tratado con mimo para mantener fiel el espíritu de los fundadores», comenta Roc, repasando las réplicas exactas de los muebles de madera, los tiradores de los cajones y el embaldosado del suelo, «que es una joya, solo he visto alguno semejante en el pasaje del Ciclón».


Roc explica que el traslado es obligado por el mal estado del edificio que «se está dejando morir». «No vive nadie y, aunque debería gozar de la protección de Urbanismo (está catalogado como de 'Interés Ambiental'), todo está apuntalado y amenaza ruina». Y eso que no se trata de un inmueble cualquiera sino que tiene 'miga' y no precisamente dulce. La trastienda, durante la Guerra Civil, fue escenario de un economato de la Policía Militar. «De hecho, había colgados dos bidones de unos 300 litros de aceite de oliva y eran tan enormes que para introducirlos tuvieron que tirar un tabique», cuenta Roc. «Yo no sé qué negocios se harían aquí abajo, pero aparecieron decenas de cartillas de racionamiento que, ahora, conserva un anticuario».


En las bodegas, el 68 de César Augusto (en tiempos, antes de la reforma urbanística que abrió la avenida, se correspondía con la calle de Cerdán, 22) presenta un sinuoso sótano con arcos de ladrillo ciegos y restos de vetustas piedras de lo que algunos creen que pudiera ser muralla romana. Como muchos edificios de Casta Álvarez, Predicadores y Las Armas, este también tenía pasadizos que fueron utilizados como refugios durante la Guerra Civil e, incluso, constituyeron un frente de batalla en el segundo Sitio de la ciudad entre franceses y españoles.


Crisis con azúcar


De vuelta a las violetas, las moricas, las natitas y los regalices, Roc explica que han tenido encargos desde Australia o Alemania, y que en fechas señaladas la fila en sus puertas puede llegar a asustar. «La crisis también se ha notado pero como Clemente era un hombre tan emblemático y tenía una fidelísima clientela, aún hoy, cuando se celebran bautizos o comuniones, los mayores siguen recomendando 'Vete a Alcaine'».


Entre kilos y kilos de frutas de Aragón, cerezas al marrasquino, y bolsas de palotes y 'chupa chups', Roc ultimaba ayer el acondicionamiento del nuevo local que preserva «el espíritu de antigüedad de la casa». La nueva tienda es 'siamesa' de la anterior y, donde hasta ayer había puerta, pilar y escaparate, hoy se ve escaparate, puerta y pilar, con los mismos colores corporativos y la misma grafía que el Alcaine original.


Hoy toda la familia (son siete hermanos) colaborarán en la mudanza y el domingo celebrarán una pequeña fiesta de inauguración. Eso sí, el lunes volverán a abrir las puertas con su horario habitual y «atendiendo a la antigua usanza: mirando por el cliente y con género fresco y barato. Esto no se puede perder», concluye.